Su estudio fotogrรกfico se encontraba a unas calles de la plaza principal. Pudo escuchar cรณmo crecรญa, afuera y en medio de la noche, la determinaciรณn de cientos de pasos, el entusiasmo en las voces, la impaciencia de los gritos. Supo lo que iba a ocurrir. Tomรณ la mejor de sus cรกmaras, un flash, cualquier tripiรฉ y saliรณ del estudio para sumarse a sus vecinos, que se dirigรญan a la cรกrcel del condado.
Un grupo de ciudadanos blancos acababa de tomar el edificio por la fuerza. Habรญan intimidado al alguacil y a la policรญa y ahora salรญan triunfantes, con tres afroamericanos acusados de violar y asesinar a una mujer, tambiรฉn blanca.[1] La multitud los recibiรณ con insultos. Mientras los conducรญan al centro de la plaza, algunos los golpearon con palas, ladrillos, piedras o lo que tuvieran a la mano, otros corearon “negro barbecue”.
Uno de los vecinos tomรณ la palabra. Repasรณ los cargos contra los acusados y mirรณ a los familiares de la vรญctima, quienes confirmaron la identidad de los criminales. Enseguida se organizรณ una votaciรณn para que los vecinos del condado determinaran su culpa o inocencia. Miles votaron a favor de su ejecuciรณn. De la rama de un roble colgaron las cuerdas que servirรญan de horcas, y el fotรณgrafo escogiรณ el sitio que le permitiera tomar el mejor encuadre. Cayeron los cuerpos, tronaron los cuellos y estallรณ el flash de su cรกmara.
Muy pronto, los vecinos empezaron a arrancar jirones de ropa y trozos de cabello de los reciรฉn ejecutados, alguno se llevรณ un zapato como recuerdo, por lo que el fotรณgrafo se apresurรณ a revelar la imagen y a escribir, detrรกs de ella, el nombre y la direcciรณn completa de su estudio. Habรญa capturado la satisfacciรณn de los vecinos, la expresiรณn del deber cumplido en sus rostros, la solemnidad con la que un hombre seรฑalaba el cadรกver ajusticiado de uno de los criminales. Imprimiรณ cientos de copias y las vendiรณ como postales, a 50 centavos cada una, hasta que, ya entrada la maรฑana, la multitud se dispersรณ y la policรญa pudo bajar los cuerpos de la rama. No contento aรบn con las ganancias de su negocio, el fotรณgrafo se encaminรณ a las colonias del condado para vender, de puerta en puerta, las postales que habรญan sobrado.[2]
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Las postales de los linchamientos son un extraรฑo registro visual. Permanecieron ocultas por muchos aรฑos, mezcladas con otros recuerdos personales, “en los รกticos de las casas, en los baรบles de los abuelos”,[3] en los cajones de los muebles que se heredan de una generaciรณn a la siguiente. Indignado y molesto porque “el pรบblico de hoy no conoce esta parte de la historia”, el anticuario James Allen se dedicรณ a coleccionar mรกs de cien postales durante 25 aรฑos y, en el 2000, organizรณ una exposiciรณn que recorriรณ los Estados Unidos para mostrar esta historia y denunciar que habรญa sido eliminada.
En cambio, los gobernantes del siglo XIX y de la primera mitad del XX sabรญan lo que ocurrรญa, tambiรฉn los ciudadanos. En tres diferentes ocasiones, la Cรกmara de Senadores rechazรณ las iniciativas de ley contra los linchamientos. Por su parte, los medios de comunicaciรณn que en su momento se comprometieron con la causa abolicionista, convertรญan estas noticias en reportajes romรกnticos y patriรณticos. Asรญ, como piezas de una estrategia propagandรญstica contra los estados del sur, las personas ejecutadas se volvรญan hรฉroes que habรญan muerto por la libertad, mรกrtires de la emancipaciรณn de la esclavitud.
En agosto de 1865, por poner un ejemplo, Amy Spain (una esclava afroamericana) fue ejecutada con la anuencia de sus vecinos por haber celebrado el paso de las tropas de la Uniรณn por Darlington, Carolina del Sur. “Subiรณ, desafiante, las escaleras del patรญbulo y le recordรณ a sus asesinos que irรญa al Cielo a recibir una corona de gloria”, “los africanos hablarรกn de Amy con sagrada reverencia”, informรณ Harper’s Weekly, uno de los periรณdicos semanales de mayor circulaciรณn. El tono de estos reportajes ocultรณ la realidad de los linchamientos: los condenados eran mutilados, castrados, torturados, cubiertos de aceite, de plumas, quemados vivos. Estรก claro que estos rituales degradantes se alejan mucho de lo que los periodistas calificaron como “muertes honrosas”.
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En un intento desesperado de comprender lo inexcusable, caracterizamos a las muchedumbres de impulsivas. Pero quienes participaron en los linchamientos se justificaron con ideas y razonamientos liberales que hacรญan referencia al “estado de naturaleza” previo al contrato social. De acuerdo con Michael J. Pfeifer, autor de The Roots of Rough Justice. Origins of American Lynching, los sureรฑos argumentaban que el gobierno no protegรญa sus vidas ni sus propiedades, pues el debido proceso retrasaba la soluciรณn de los conflictos y los derechos humanos habรญan coartado el sistema de justicia. Si la soberanรญa, pensaban, reside en el pueblo, entonces el contrato social de los Estados Unidos podรญa suspenderse cuando las instituciones pรบblicas fallaran. Por lo tanto, aseguraban, era legรญtimo que desconocieran a la federaciรณn y que regresaran a un nuevo estado de naturaleza, en el que acordaban crear un nuevo gobierno local. Lo anterior explica por quรฉ los vecinos se convocaban entre sรญ durante los linchamientos y por quรฉ organizaban votaciones para decidir el destino de los acusados. Para ellos, estas no eran parodias de la justicia, sino la justicia misma.
El problema con este razonamiento es que “el pueblo” eran los ganaderos y los agricultores blancos, no los afroamericanos, latinos, italianos, asiรกticos, indรญgenas y judรญos que fueron ejecutados. Sin embargo, sus ideas de comunidad, gobierno y justicia son la clave para comprender por quรฉ no vemos las estampidas ni los jaloneos tรญpicos de las muchedumbres en estas fotografรญas, sino a grupos de hombres y mujeres satisfechos, orgullosos, felices. Por medio de lo que nosotros entendemos como crรญmenes de odio, ellos celebraban la defensa de su restringida comunidad y, dentro de esa lรณgica, compraban una postal para el recuerdo.
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[1]Con demasiada frecuencia, el asesinato de afroamericanos se justificรณ con alegatos infundados de violaciones a mujeres blancas.
[2]Passim, Dora Apel, Imagery of Lynching: Black Men, White Women, and the Mob, 2004, Psicataway, N.J., Rutgers University Press.
[3]Ibid., p. 8 y http://withoutsanctuary.org/
(Ciudad de Mรฉxico, 1986) estudiรณ la licenciatura en ciencia polรญtica en el ITAM. Es editora.