Rémi Gaillard, alquimista

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De entre los géneros cómicos, nada más rudimentario que la cámara escondida y el video chusco. Tan artificial el primero como casual el segundo, ambas estrategias fincan su eficacia en lo inesperado y apuestan por la risa que produce el ridículo. Inevitables en un mundo donde la capacidad de capturar y reproducir imágenes en movimiento es patrimonio generalizado, estas formas de hacer comedia resultan tan populares como groseras. No niego su eficiencia –hay que ser de acero para no reír con el hombre que cae o la señora que grita– pero tras un segundo de reflexión nos damos cuenta que rebajan el “chiste” al mero accidente hilarante. Aún así, estas herramientas tienen potencial, al menos cuando son utilizadas por grandes artistas. Del mismo modo que un músico incorpora tonadas populares en su sinfonía, o un novelista el caló, Rémi Gaillard echa mano del video casero así como de la cámara escondida para lograr su objetivo último: poner en crisis el mundo en que vivimos.

Rémi Gaillard es un humorista francés que se hizo famoso por un genial acto de impostura. En la final de fútbol de su país del año 2002, tras el partido disputado entre el Lorient y el Bastia, se disfrazó con el traje del equipo ganador y participó en todo el festejo como si él mismo hubiera jugado: fue entrevistado por los medios de comunicación, dio la vuelta olímpica al Stade de France, cargó la copa, firmó autógrafos e incluso Jacques Chirac, entonces primer mandatario, lo saludó y le dijo: “Bien jugado”. Al día siguiente se descubrió el nombre del desconocido que aparecía en buena parte de las fotografías y el pietaje, así como la finalidad de su osadía. Coupe de France –nombre con que bautizó a esta obra– era sólo una parte de N’importe qui (http://www.nimportequi.com/en/), un ambicioso proyecto artístico iniciado en 1999 conformado por todas sus piezas en video. Basándose en el principio: “C’est en faisant n’importe quoi qu’on devient n’importe qui” (Es haciendo cualquier cosa que nos convertimos en quien sea), Rémi Gaillard transforma lo natural en algo extraordinario acudiendo a los poderes alquímicos de su cámara de video.

http://www.youtube.com/watch?v=hOeEiTUA5qU

Algunas de sus piezas se pueden entender echando mano de la teoría de la risa elaborada por Schopenhauer: ésta aparece por la repentina incongruencia entre el concepto y el objeto real. Elevator (2009) por poner un caso, no ofrece ninguna sorpresa para un público que, como nosotros, ha crecido con los típicos gags de la cámara escondida. Se trata de un elevador que, al ser solicitado, se abre para mostrar escenarios estrafalarios en su interior: discotecas, dormitorios, jardines, restaurantes. Además, podemos ver las reacciones de los condóminos que, entre incrédulos y enojados, se quejan de no poder llegar a su destino.

Pero el hallazgo de este humorista no radica en documentar cómo lo inusual y lo incongruente interfieren con lo real y lo cotidiano. Al revés, su veta está en hacer de lo común algo extraordinario, de la vida diaria un juego inédito. Esto se suscita en su versión de Rocky (2007) y en Saving Private Rémi (2009), piezas en donde el artista está convencido de que es Rocky o, peor aún, un soldado británico desembarcando en Normandía. ¿Qué pasa si irrestrictamente actúa como tal, a pesar de estar en un contexto ajeno? El resultado no sólo es hilarante, pronto se devela como profundamente transgresor. Lo que menos importa es la reacción de los espectadores, tampoco nos es suficiente la teoría de Schopenhauer. Aquí, después de la risa, llega el azoro e, inmediatamente, nos damos cuenta de que por un segundo, un instante quizá, Rémi Gaillard hace que las cosas dejen de ser lo que son para convertirse en otras: convierte el mundo en una película, hace de lo real en ficción.

Algo muy similar es lo que ocurre con sus versiones de juegos de video –Mario Kart (2008) y Pac Man (2009)–, así como con buena parte de su serie animal –Bat (2009), Snail (2009), principalmente Kangaroo (2008)– y en casi todos los videos que conforman N’importe qui. En ellos las convenciones sociales desaparecen y, por breves segundos, su actuación nos traslada a una pantalla de videojuego o a un zoológico, a pesar de que lo verdaderamente circundante sean las calles de París o un centro comercial. La mayoría de sus obras logran eso: poner entres signos de interrogación una realidad que aparenta ser inequívoca porque nadie la cuestiona.

Con sus videos caseros y sus cámaras escondidas, Gaillard revela la fragilidad del sentido común. Su principio, “C’est en faisant n’importe quoi qu’on devient n’importe qui”, pone de manifiesto la arbitrariedad de lo real. Por eso en sus obras se enfrenta constantemente con la autoridad –principalmente policías y agentes de tránsito– ya que sus actos derogan las leyes que ellos salvaguardan por el bien común. Gaillard demuestra que las cosas son como son hasta el instante justo en que un individuo diga lo contrario.

– Guillermo Espinosa Estrada

(Imagen tomada de aquí)

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es profesor de literatura medieval y autor del libro La sonrisa de la desilusión. Administra la bibliothecascriptorumcomicorum.org, un archivo de textos sobre el humor.


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