Al iniciar las precampaรฑas, yo vivรญa en el cruce de un eje vial que corre de norte a sur y una avenida arbolada que va de este a oeste. El eje, como dice el argot, cotidianamente registra una importante carga vehicular, y es, elecciรณn tras elecciรณn, un escaparate donde todo aquel que es candidato quiere lucirse. La avenida, aunque menos utilizada, no carece de atractivo.
En esos dรญas, cada poste de los que flanquean el eje vial ostentaba al menos un pendรณn de plรกstico en rojo y amarillo, que anunciaba que el cambio estaba por venir. Era un espectรกculo digno de verse. Con los vientos de febrero, aquel vasto despliegue de comunicaciรณn polรญtica ondeaba como las velas del barco de la democracia a punto de hacerse al mar del sufragio. Como banderines de un desfile cรญvico que tuviera como protagonista a una ciudadanรญa informada y orgullosa.
Lo รบnico que desfilรณ por esa avenida fue un camiรณn de volteo tripulado por trabajadores del gobierno del D.F., que en la noche del 16 o 17 de febrero, apenas iniciada la “intercampaรฑa”, se dedicaron con celeridad a limpiar cualquier rastro de los pendones.
Durante 43 dรญas, los postes lucieron sรณlo su decorado habitual, de carteles con dudosas ofertas de empleo y remedios naturales para las callosidades.
Llegรณ el dรญa 44. Peรฑa Nieto fue el primero en romper el ayuno electoral: mandรณ poner su rostro magnificado a una altura de cinco pisos en el muro del edificio de la contraesquina, visible para quienes iban por el eje. Proclamaba –y discutir con una figura de ese tamaรฑo, y sobre todo, resoluciรณn, porque en ese impreso podรญa verse hasta la mรกs fina lรญnea de expresiรณn, trazada cuidadosamente por expertos de imagen– que รฉl por un Mรฉxico exitoso se comprometรญa y cumplรญa. No tardรณ en ocupar Josefina la pared del edificio contiguo, sobre la avenida. A una escala similar un niรฑo volaba un papalote bajo un cielo tan azul como el que la ciudad lucรญa en abril. “PAZ”, decรญa el anuncio, que aรฑadรญa “La mujer tiene palabra”.
Alrededor de estos colosos proliferaron anuncios menores. Una manta descolorida de AMLO colgรณ algunas semanas de un semรกforo. Era tan rรบstica su factura que podrรญa haber formado parte de una contracampaรฑa encubierta. Candidatos a la jefatura delegacional, diputaciรณn local, senadurรญa, querรญan su porciรณn de espacio pรบblico; la lucha por su posesiรณn era cotidiana. Un dรญa, entre dos postes alguien colgรณ una manta de Jorge Romero, candidato a la delegaciรณn Benito Juรกrez. Al amparo de la noche, alguien cortรณ una de los cuatro cordeles que lo sostenรญan, dejรกndolo arrugado y cabizbajo. Lety Varela, la del PRD, se izรณ en la esquina opuesta.
Alrededor del 19 de abril, el espectacular de Peรฑa Nieto desapareciรณ. Por esos dรญas, Ricardo Monrel denunciaba que el costo de los espectaculares colocados por el PRI rebasaba los topes de campaรฑa. Josefina se quedรณ sola en su discreta posiciรณn.
A estas alturas, el eje vial habรญa perdido ya la uniforme majestuosidad de los tiempos de la precampaรฑa, acercรกndose mรกs bien a un paisaje cubista de superficies de distintos tamaรฑos que se intersectaban, anteponiรฉndose y superponiรฉndose siempre mรกs alto en los postes y los semรกforos. Este paisaje era recompuesto cada noche por manos anรณnimas, que buscaban, uno supone, incidir por medio de la alteraciรณn estรฉtica en la mente y el corazรณn de los votantes.
Hubo momentos en los que vi pasar algo mรกs que carteles. Un par de sรกbados de mayo por la tarde, las huestes de Xenia Sotelo, candidata a diputada local por el PRD, se pasearon por la avenida, repartiendo volantes y cรกnticos de apoyo grabados en una cinta vieja que reproducรญa un amplificador que viajaba a bordo de una camioneta que tambiรฉn cargaba coloridas mantas con el rostro de la candidata. Otro dรญa, casi al final de las campaรฑas, un carril del eje fue ocupado por una turba de 50 o 60 partidarios de Peรฑa Nieto, que con banderas y playeras y claxons festejaban un triunfo en anticipaciรณn.
Peรฑa Nieto regresรณ unas tres semanas antes de la elecciรณn. El anuncio era diferente: una gran plasta roja, y al centro las palabras “vota Peรฑa Nieto”. Entre las letras que formaban el nombre del candidato, se entreveรญa una foto del mismo en algรบn acto de campaรฑa, todo confeti y brazos extendidos tratando de alcanzarlo. Nada mรกs, ni esloganes ni sonrisas. Se entiende que a estas alturas de la campaรฑa ya cualquier palabra sobraba.
El 27 de julio, con la puntualidad propia de los espectรกculos bien ensayados, todo este escenario desapareciรณ. Peรฑa Nieto saliรณ muy discretamente, aun tomando en cuenta que llevรกrselo requerรญa muchas sogas y brazos fuertes. Le siguiรณ Vรกzquez Mota. Luego, por la noche, un camiรณn con canastilla tripulado por jรณvenes sin uniforme se llevรณ casi todos los pendones. En los dรญas posteriores al final de las campaรฑas, el GDF habrรญa recogido 97 toneladas de propaganda electoral.
Donde estuvo Enrique, hay solo una pared blanca. A Josefina la cambiaron por la Hacienda Real 1800, residencial y country club cerca de Huichapan, Hidalgo, donde, si las imรกgenes no mienten, los niรฑos pueden crecer felices entre lagos y รกrboles. De los postes aรบn cuelgan trozos de cordel, cabos sueltos que nadie se molestรณ en quitar y que seguirรกn ahรญ, a lo mejor, hasta la prรณxima elecciรณn.
es editor digital de Letras Libres.