Responsabilidad y estoicismo

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Mรฉxico ha refutado ante el mundo la versiรณn de ser un “estado fallido”, pero el mundo, al parecer, no se ha enterado. Aunque el virus ha cobrado decenas de vidas y tiene ya un efecto devastador sobre nuestra lastimada economรญa, su estela destructora pudo haber sido mucho mayor si el gobierno federal y los gobiernos estatales (en particular los del centro del paรญs, correspondientes a los tres partidos mayoritarios) no hubiesen reaccionado de manera coordinada. Esa cooperaciรณn entre gobernantes de filiaciones diversas dio credibilidad a la acciรณn estatal y contribuyรณ a que las instituciones de salud (con todas sus limitaciones presupuestales y tรฉcnicas, y sus rรฉmoras burocrรกticas y sindicales) pasaran decorosamente esta prueba de fuego. La comunicaciรณn sobre la peligrosidad del virus no estuvo a la zaga: movilizรณ a decenas de millones de personas que respondieron atendiendo los lineamientos de las autoridades. Esa mayorรญa silenciosa fue la verdadera heroรญna en estos dรญas aciagos.

Lo sigue siendo, como deberรญa ser evidente para cualquier observador de buena fe. ยฟQuรฉ habrรญa visto ese testigo en la semana รกlgida de fines de abril a principios de mayo? ยฟY quรฉ verรญa ahora? Entonces habrรญa visto el cierre pacรญfico y ordenado de escuelas, iglesias, restaurantes, partidos de futbol. Y ahora verรญa que en los restaurantes los meseros utilizan tapabocas, guardan su distancia de los comensales, se abstienen de tocar el pan que sirven, proveen sustancias desinfectantes y se comportan con precauciรณn y diligencia; verรญa maestros y padres de familia ejecutando con buen รกnimo labores de limpieza en los salones de clase; verรญa a las doctoras en el Aeropuerto Benito Juรกrez sometiendo, con delicadeza y celeridad, cuestionarios y pruebas pertinentes a los viajeros; verรญa “caravanas de la salud” recorriendo la ciudad con sus servicios; verรญa a las parejas abrazarse con tapabocas. En suma, habrรญa visto y verรญa un despliegue notable de solidaridad y madurez cรญvica.

A pesar de estas evidencias, el balance general en la prensa mundial ha sido de reprobaciรณn. Sospecho que el sesgo tiene menos que ver con las carencias profesionales o editoriales de los reporteros que con el contagioso virus que se respira en la polรญtica nacional, un virus compuesto de radicalismo faccioso, distorsiรณn ideolรณgica y amnesia histรณrica.

Las facciones de los partidos han envenenado la atmรณsfera polรญtica mexicana. En plena esquizofrenia, mientras en el caso de la epidemia los gobernantes colaboraban entre sรญ, los jerarcas de esos mismos partidos se destrozaban en una escalada de calumnias. Otro elemento constante de discordia es la presunciรณn nunca probada del fraude de 2006 y la consecuente fidelidad al ex candidato presidencial Lรณpez Obrador, cuyo designio explรญcito es “salvar a Mรฉxico”. Esta “salvaciรณn” no aplicรณ en el caso de la influenza. Su grupo compacto y sus muchos simpatizantes han negado casi la existencia misma del virus y sostienen la idea de que se tratรณ de una maquinaciรณn del gobierno para imponerse en las prรณximas elecciones legislativas de julio. Aunque carece de sustento, esta visiรณn condiciona el tratamiento del tema: reconocer que, en este caso, se actuรณ con relativo acierto es “hacer el juego” a un gobierno de “derechas”, es ir contra las pautas elementales de la “correcciรณn polรญtica”.

La distorsiรณn ideolรณgica es una manรญa muy difundida en ciertos cรญrculos acadรฉmicos (ciencias sociales y polรญticas, economรญa), mucho mรกs que en รกmbitos tรฉcnicos y cientรญficos. En aquรฉllos se han propagado las mรกs extraรฑas teorรญas de conspiraciรณn y se ha manifestado una reprobaciรณn total hacia las acciones del gobierno federal. Los cargos son muchos, las pruebas pocas: reaccionar tardรญamente (algo quizรก hubo de esto), confundir las cifras, esconder la informaciรณn, “atomizar” y desmovilizar a la poblaciรณn, exhibir “patrioterismo” y hasta “discriminar” a los chinos y sudamericanos. En cambio, los cientรญficos han visto con mejores ojos el desempeรฑo oficial, tanto de Calderรณn como de Ebrard. El problema es que los reporteros internacionales suelen entrevistar sobre todo a los intelectuales acadรฉmicos (con frecuencia a los mismos, algunos con obras respetables, otros sin obra alguna) y no a los cientรญficos, ni siquiera a doctores de gran autoridad en este tema como Jesรบs Kumate y Adolfo Martรญnez Palomo. Sensible a ese sesgo, al menos The New York Times tuvo el acierto de pedir una colaboraciรณn a Julio Frenk, que dirige actualmente un instituto internacional de salud pรบblica en Harvard.

El tercer factor es la ignorancia de la historia. Tras el terremoto de 1985, el gobierno reaccionรณ con estupefacciรณn y retraso, y puso trabas a la ayuda internacional. Fue la sociedad civil la que saliรณ a las calles devastadas de la ciudad de Mรฉxico, en un acto masivo de solidaridad que rescatรณ muchas vidas. Casi 25 aรฑos mรกs tarde, gobiernos y sociedad actuaron juntos ante una contingencia casi tan sorpresiva como aquella y potencialmente mรกs letal. Este progreso tangible fue reconocido por un solo reportero internacional: Larry Rother, corresponsal del NYT en Mรฉxico en los aรฑos ochenta y noventa.

Amartya Sen ha argumentado convincentemente que los desastres naturales en la India se han manejado con mayor eficiencia y menor costo gracias a la democracia: la intensidad permanente del debate pรบblico (que no existe en China) mejora el desempeรฑo gubernamental. La tesis de Sen se ha comprobado en Mรฉxico. El debate pรบblico (aun con las diatribas mรกs irracionales) contribuyรณ a que las instituciones del Estado hayan cumplido con razonable eficacia su tarea. Pero la prensa internacional no ha reconocido ese esfuerzo ni ha tenido ojos para la verdadera noticia de estas semanas: la hazaรฑa de una sociedad responsable y estoica, una sociedad que no tiene quien la describa.

– Enrique Krauze

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Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.


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