En 1959, Francia se convirtió en el primer país occidental en crear un Ministerio de Asuntos Culturales. El objetivo de este ministerio, a cargo de André Malraux, era “favorecer el acceso a las obras capitales de la humanidad, y primeramente de Francia, a un número de franceses tan grande que posible; de asegurar la audiencia máxima del patrimonio cultural, y de favorecer la creación de obras de artes y del espíritu que la enriquecen”. En apariencia, esa cruzada del Estado por poner la cultura al alcance de la población sería no solo loable sino necesaria. No para Marc Fumaroli, quien ha señalado insistentemente los equívocos de una política que ha tendido a confundir la gestión de obras artísticas con el entretenimiento de masas.
Daniel Gascón viajó a París para conversar con Fumaroli acerca de las relaciones entre la cultura, el Estado y el mercado. Para Fumaroli, el Estado debería centrarse en “educar” al público en vez de democratizar el acceso a la cultura. Una postura que no pocos considerarán conservadora, pero que sirve a Fumaroli para hacer un diagnóstico del arte contemporáneo, la utilidad de los mecenazgos y el fracaso de ciertas políticas culturales.
“Artistas, burócratas y mercaderes” es nuestra entrevista de mayo en Letras Libres. A continuación un fragmento:
