Antes, los santos eran de antes. Una santa o un santo afirmaban su verosimilitud al iluminar sus casas, o sus celdas con velas y teas y hasta con lรกmparas de aceite. Pero la mera idea de que haya santitos abajo de un foco ecolรณgico o un tubo de gas neรณn me resulta intramitable.
Adjudico la arbitrariedad de esta percepciรณn a la abundante demografรญa de santitos en las iglesias que conocรญ de niรฑo. Los suntuosos “estofados” del retorcimiento barroco ya habรญan sido nacionalizados por las esposas de los polรญticos ateos o remitidos al museo, y en su lugar quedรณ una estatuaria de estampita, de muy escasa calidad.
Supongo que salen de alguna fรกbrica con lรญnea de producciรณn: moldes de yeso, alambrรณn, pintura en aerosol y canicones oculares. Los dรญas pares fabricarรก vรญrgenes y cristos los nones; los sรกbados, mรกrtires y mรญsticos. Una vez al mes, jesusitos y querubes. Habrรก un encargado de pintarles el hรกbito y otro que agregarรก simbologรญa: la rueda de Santa Catalina o los pajaritos de San Francisco. Y hay dos caras estรกndar: una beatรญfica y una torturada. Si el santo es joven, barbita negra; si profeta, barbota blanca; si damita, pestaรฑas. Todo lo demรกs es unisex.
Me iniciรฉ en la hagiografรญa en las iglesias, leyendo santitos en los muros y domos y acabรฉ con La leyenda dorada, libro divino de Jacobo de la Vorรกgine. Pero la primaria se hacรญa con las “Vidas ejemplares”, un oximorรณnico cรณmic que narraba las aventuras del santoral mรกs delirante. La vida estรกtica y silenciosa de un cartujo no calificaba: para entrar al cรณmic se precisaba de milagros trepidantes, martirios feroces y santitos voladores.
A Santa Rita de Casia, por ejemplo, se le metรญan abejas en la boca cuando era bebita, sin daรฑarla. Luego la casaron con un villano que le prohibiรณ regalarle pan a los pobres. Un dรญa la pescรณ saliendo de su casa con un pan, pero el pan se convirtiรณ en rosas. Luego mataron al marido y los hijos juraron vengarlo. Santa Rita le pidiรณ a Diosito que matara a sus hijos para impedir que por consumar la venganza consiguiesen pase automรกtico al infierno apretado. Rodeada de muertos, ingresรณ al convento. Entonces Dios le mandรณ clavar una espina en la frente. Las monjas le sacaban la espina y, al dรญa siguiente, aparecรญa de nuevo. El cรณmic decรญa que la herida apestaba bastante. Y luego se muriรณ y el hedor se cambiรณ en perfume, etcรฉtera. Lovely Rita.
El mรกs famoso era San Vicente Ferrer, un santito que realizaba milagros a lo bestia. Tenรญa don de lenguas y lo entendรญan hasta los noruegos. Si andaba por ahรญ un rabino, San Vicente lo fulminaba con un solo padrenuestro. Fuentes de agua clara brotaban si alzaba el dedo. No habรญa pรบstula o nefritis que no sanara con mirarla. Tantos y tan espectaculares eran que su obispo le prohibiรณ hacer milagros sin permiso. Asรญ que un dรญa en que mirรณ a un albaรฑil que se desplomรณ de una torre, San Vicente le ordenรณ quedarse quieto en el aire mientras llenaba las formas. Y ahรญ estuvo el albaรฑil flotando hasta que regresรณ el santito que, autorizado, lo bajรณ en cรกmara lenta. Y luego a San Vicente Ferrer le salieron unas alas muy grandes, etc. (Sรญ, creo que Garcรญa Mรกrquez tambiรฉn leyรณ “Vidas ejemplares”.)
Que San Truculiano estรฉ sentado a la vera de Dios se entiende: pasรณ su noche postrera en una mazmorra hedionda, escuchando rugir a los leones que se lo iban a comer al dรญa siguiente. Pero, ¿cรณmo puede ser santo alguien a quien le tomaron radiografรญas, o sale en la tele parado en un jeep? Los santitos contemporรกneos son una contradicciรณn en los tรฉrminos. Y que los haya reciรฉn difuntos me parece grave por otro motivo: la amenaza de apresurar la etapa siguiente, a saber, que haya santitos y santitas en vida, con halos, olor de santidad e ingravidez incluida.
Y en Mรฉxico, me temo, abundan…
(Publicado previamente en el periรณdico El Universal)
Es un escritor, editorialista y acadรฉmico, especialista en poesรญa mexicana moderna.
