Se escandaliza el pĂșdico Heriberto

¿En vida Juan Rulfo contó chistes, bebió y sufrió? La continuación de una polémica. 
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Ítem uno:

QuizĂĄs alguien leyĂł la acusaciĂłn del profesor Heriberto YĂ©pez (“Rulfo en el 2013”) que dice: Octavio Paz y su sĂ©quito se atarean en obnubilar a Rulfo y en rebajar su genialidad. Un concurso baladĂ­ que ocurre sĂłlo en su cabeza y en la de la Santa Curia presidida por un cardenal tarambana que administra a Juan Rulfo©.  

RespondĂ­ aquĂ­ a esta simpleza porque el crĂ­tico Heriberto me incluye en tal conjura y me acusĂł de ofender a Rulfo con “chismes y chistes cobardes” en este artĂ­culo.

El crĂ­tico Heriberto no aporta pruebas de su acusaciĂłn, pero yo sĂ­ las de descargo: muchos textos sobre Rulfo (y de Rulfo) publicados en Vuelta y Letras Libres. La respuesta del crĂ­tico Heriberto es vanguardista:

Otro falseamiento: para probar que Paz estimaba a Rulfo dice que en Vuelta y Letras Libres se le dedicaron textos.

Pero omite decir que algunos de esos textos buscan mermar lo rulfiano.

¿Se colapsa la teorĂ­a de la obnubilaciĂłn ordenada por el perverso Paz a su sĂ©quito? No, empeora: sĂ­ hay muchos escritos sobre Rulfo en esas revistas, pero buscan mermar lo rulfiano (incluyendo los del propio Rulfo, supongo). AsĂ­ pues, la crĂ­tica debe decir sĂłlo lo que el sabio Heriberto y La Curia sancionen, porque de otro modo, merman.

¿DirĂĄ que falseo? Seguro. En su primera encĂ­clica sentenciĂł: con felices excepciones, los mejores conocedores de Rulfo son acadĂ©micos. Y en la segunda: mi texto critica que la mayorĂ­a de acadĂ©micos no analicen seriamente a Rulfo. Si asĂ­ se falsea a sĂ­ mismo el Ă­ntegro Heriberto, ¿cĂłmo no iba a falsear a otros?

Se escandaliza el intrĂ©pido Heriberto porque anotĂ© un cuento que le escuchĂ© a Rulfo. Otros que trataron a Rulfo (como mi amigo Federico Campbell) han transcrito historias que contaba en los cafĂ©s, como la de los charros que mataban homosexuales. Son buenas historias. Pero yo soy el Ășnico indiciado. ¿Por quĂ©? Misterio.

Se escandaliza el ecuĂĄnime Heriberto porque segĂșn Ă©l exhibo el poder insultante de cierta retĂłrica. Ay, quĂ© grosero, oiga. ¿Mi insulto? Tratarlo de profesor. El trifĂĄsico Heriberto me ha llamado –hasta ahora– cobarde, chismoso, mentiroso, hipĂłcrita, bufĂłn, falsario, caricaturista, reaccionario y (mi preferido) neocolonial. SĂłlo falta “roedor de Togo”.      

 

Ítem dos:

De las pataletas del teĂłrico social Heriberto se deriva que mis “chismes cobardes” fueron tres:

Uno. Evocar que Rulfo una vez contĂł que tuvo comercio carnal con una dama (empleo tĂ©rminos que no ofendan a La Curia).

Dos. Evocar que una vez lo llevĂ© a su departamento “en condiciones deplorables”. El psicoterapeuta Heriberto adereza mi frase con su propia salsa roscharch y concluye que juzgo a Rulfo “un patĂ©tico delirante”. No: esa frase es de su autorĂ­a. Las del deprimido Rulfo eran mejores, como la respuesta al ¿cĂłmo ha estado? de Borges: “MuriĂ©ndome, muriĂ©ndome por ahĂ­” (seguro es automerma).

Tres. Evocar que Rulfo se reĂ­a y bufoneaba, ironizaba, satirizaba y decĂ­a historias y mentiras muy divertidas. Los escritos chistosos de Rulfo, como “El dĂ­a del derrumbe”, ¿serĂĄn merma que apenan a La Curia? Porque, como su paladĂ­n Sir Heriberto, La Curia es solemne, estatuaria, agelasta y tiende “a ver un sacrilegio en todo chiste porque todo chiste es, en efecto, un sacrilegio: hay una irreconciliable incompatibilidad entre lo cĂłmico y lo sagrado” (cito al bufĂłn Kundera hablando del bufĂłn Rabelais).

AsĂ­ pues, el pĂșdico Heriberto se ha pronunciado sin merma: Rulfo no cogĂ­a, no bebĂ­a, no deliraba, no sufrĂ­a y no reĂ­a.

¿CĂłmo habrĂĄ logrado ser tan buen escritor? 

 

 

 

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Es un escritor, editorialista y académico, especialista en poesía mexicana moderna.


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