Sacudí la ceniza de mis párpados.
Busqué la luz en el interior de la noche y, sí, se abrió en
mí una esfera de luz. Era como ser y no ser.
Descansé de mí mismo
hasta sentir que mis venas se vaciaban en la luz
y que las sombras giraban hasta crear el día.
Me acerqué a las materias visitadas por cuchillos, a las
que gritan hasta despertar el corazón
y aún sentí la pulsación del hierro y la pasión de las
máquinas enloquecidas en la inmovilidad.
En la pausa mortal, una vez más,
pasaron suavemente sobre mí tus manos. ~