¿Todo se arregla con educación?

Es un lugar común: todo se resuelve con educación. Manuel Gil Antón examina la validez detrás de esta aparente respuesta a todos nuestros males.
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En la sobremesa del domingo, en los espacios que el dominó deja en las cantinas para platicar del país y no se diga en los discursos de los políticos hay una frase recurrente: “Todo se arregla con educación”. Casi cualquier problema: obesidad, desempleo, pobreza, delincuencia organizada o caótica, la falta de valores… se resuelve con educación. Y luego de afirmar esto como verdad absoluta, evidencia palmaria, todos a casa, tranquilos que el pensamiento simple y confortable nos permite dormir en paz.

 

Hagamos un ejercicio mental: mañana amanece el país con un grado escolar adicional como promedio nacional. Por ese simple hecho ¿crece el PIB 5 por ciento, se reduce la desigualdad, los jóvenes y maduros encuentran empleo, en cuestión de meses todos perdemos los kilos sobrantes, somos solidarios, se acaba la corrupción? No.

 

La educación es muy importante para el desarrollo del país, es cierto, pero no puede enmendar todos los entuertos nacionales. Es preciso acotar lo que la escuela y el  incremento en años de escolaridad pueden hacer para solucionar, por ejemplo, el problema del desempleo.

 

Una mirada al norte

 

Salgamos de nuestro estrecho “barrio mental” y tomemos distancia: ¿qué sucede en Estados Unidos? El 17 de enero de este año The Atlantic reseñó el estudio de Lawrence Mishel publicado por el Economics Policy Institut.  El título de la reseña es: ¿Más educación reduce el desempleo y la desigualdad en los ingresos? La respuesta en el artículo de Mishel no deja lugar a dudas desde su encabezado: La educación no es la cura para el desempleo creciente o la inequidad en los ingresos.

 

El problema que plantea Mishel es que los datos de las décadas pasadas (en los Estados Unidos) no sostiene la afirmación de que el desempleo y la desigualdad se resuelvan con grados escolares mayores, bajo el supuesto de que estos permiten alcanzar trabajos mejor remunerados. Más y más educación per se, como afirma el lugar común, no resuelve esas dificultades.

 

Sobre la desocupación, Mishel señala que el problema de la falta de empleo es cíclico, no estructural. Es decir: las personas no encuentran trabajo porque no hay puestos para ocuparse y no porque las plazas estén vacantes debido a que los postulantes carecen de las competencias y habilidades requeridas para esos puestos. No obstante Mishel concede que el problema, en algunos pocos casos, sí puede ser estructural pero la tendencia predominante, a la luz de la información disponible, es que no se han generado suficientes empleos en comparación con la demanda de trabajo en Norteamérica.

 

Señala, con sabia prudencia, que una vez que la economía tenga condiciones de generar nuevas plazas o espacios productivos, los puestos de trabajo volverán a ser mayores en casi todos los sectores de la economía: habrá vacantes a ocupar.

 

Si en efecto el problema del desempleo es en mayor medida cíclico, la educación no puede ayudar como se espera. Trabajadores calificados los hay, lo que no hay son empleos.

 

México

Volvamos a nuestro “barrio”. El Programa Oportunidades está orientado a “evitar la reproducción intergeneracional de la pobreza” y con ese fin ha desarrollado mecanismos específicos y focalizados para que los niños más pobres tengan nutrición adecuada, atención a la salud y asistan a la escuela. El supuesto es que con este esquema de inversión en “capital humano” podrán salir de su condición deprimida, al ser capaces de ocupar un empleo que les permita tener mejores ingresos. Pero hay una condición central implícita en el diseño del Programa que no se cumple desde hace muchos años en el país: si no hay empleos, las mejoras en la “inversión de capital humano” no tienen sitio para desempeñarse. Y el desarrollo de este sitio para desempeñarse no se logra con más escolaridad, sino con un programa económico nacional. Siempre ha sido más fácil y barato construir un pupitre que planear un proyecto estratégico de miras largas

 

En el llamado Country Report que la OCDE entregó a México en relación a los resultados del examen PISA 2009 aparece un osado cálculo (y un injustificado elogio a la acción educativa de la administración actual):

 

“Los cambios en el desempeño de México (en la prueba) son de gran importancia. Como ejemplo de ello, el poder predictivo del aprovechamiento del alumno en la escuela en el éxito posterior en su educación y en el mercado laboral ha sido demostrado por estudios longitudinales en Australia, Canadá y Dinamarca (OCDE, 2010). Además, el valor económico a largo plazo de estas mejoras que se acumulará en México, cuando los alumnos que hoy tienen 15 años de edad accedan con una mejor educación al mercado laboral y se conviertan en trabajadores bien calificados, podría ser del orden de 6.4 billones de dólares estadounidenses durante la vida laboral de dichos alumnos” (P. 10)

 

La predicción de que gracias a la mejor calificación promedio que obtuvieron los muchachos mexicanos en el examen PISA cuando accedan al mercado laboral generarán una cantidad enorme de dinero (¡6.4 billones USD!) solo se sostiene con la condición de que para cuando eso suceda haya empleos y que estos requieran calificaciones más avanzadas. En el escenario actual el 95% de los nuevos puestos pagan hasta 2 salarios mínimos y no esperan muchachos graduados con honores… Hace más de 40 años Passeron, un sociólogo francés, lo dijo bien, simple y claro: “la escuela, si trabaja bien, puede hacer que el hijo de un obrero tenga la capacidad de ser gerente, y muy bueno… lo que no puede hacer la escuela es el puesto de gerente”.

 

Más allá de la “realización” del certificado en el mercado laboral, la educación aporta cosas valiosas para el individuo y la sociedad. Sin embargo, continuar afirmando que todo se arregla con educación es ocultar la responsabilidad estratégica del Estado y otros actores sociales para llevar a cabo cambios estructurales en el economía del país. Si esto no sucede, pedir a la educación que cambie todo es sólo una frase. Hueca pero útil, bálsamo para restañar a las buenas conciencias.

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