De sus tíos por vía materna, Guillermo Lozano Delgado fue uno de los más cercanos a Octavio Paz. En carta de Elena Garro a Gabriela Mora, la escritora señaló: “Guillermo es el hermano menor de Pepa [madre de Paz], su otra adoración, después de Octavio, o antes”. Guillermo, último de los hijos de Emilio Lozano y María de la Concepción Delgado, nació el 10 de octubre de 1903 en la Ciudad de México.
En su adolescencia, Lozano Delgado viajó a buscar fortuna a Estados Unidos, donde vivió cerca de 15 años. Ahí conoció a Rosario López Castro, con quien se casó y tuvo cinco hijos: Consuelo, Guillermo, Francisco, Mercedes y Rafael. En 1931 emprendieron el camino de vuelta al Distrito Federal, luego del cual falleció su primogénita. Para poder reconstruir su biografía y desentrañar su relación con Paz, me entrevisté con el segundo de sus hijos, quien me relató buena parte de este esbozo biográfico.
Guillermo y su familia regresaron a México sin dinero, buscaron el apoyo familiar y lograron instalarse en Mixcoac. Al poco tiempo, obtuvo un empleo como vendedor en una sastrería ubicada en el centro, de la que posteriormente fue socio. Según el testimonio de su hijo, durante ese periodo se separó temporalmente de Rosario, por lo que éste quedó al cuidado de su tía Pepa.
Con apenas nueve años, Guillermo Lozano López recuerda detalles de la muerte de Octavio Paz Solórzano: “Él iba en el tren y en esos años no había protección para pasar de vagón a vagón, había que brincar. Entonces mi tío Octavio se cayó y lo levantaron con pala”. La diferencia de edades entre los primos —Octavio tenía casi 21 años cuando murió su padre— hizo que no hubiera una mayor afinidad entre ellos.
Entretanto, Guillermo padre se reconcilió con Rosario e inició su faceta empresarial. Gracias al pequeño capital que amasó en la venta de trajes, pudo invertir en el restaurante “Los Naranjos” —especializado en paella— y reanudar el contacto con su hermana Josefa.
El 25 de mayo de 1938 la madre de Paz se casó por segunda vez con uno de sus primos, José Delgado Trocha. Guillermo fue testigo del enlace al igual que su sobrino Octavio, y mudó su domicilio a un lado de la nueva casa de ellos, ubicada en la calle de Denver esquina con Porfirio Díaz, en la colonia Nápoles. El poeta y Elena Garro pasaron varias temporadas alojados ahí, lo que generó que entre los hijos menores de Guillermo surgiera una amistad con “las dos Elenas”, madre e hija.
Al paso de los años, Lozano Delgado se consolidó como empresario y aprendió el oficio de la destilación y venta de licores con su cuñado y primo José Delgado, aunque no siempre con buenos resultados. En 1952 adquirió el restaurante “Los Globos”, ubicado en Insurgentes, famoso en esa década. El periodista Rafael Cardona recordó que en ese local “la maltrecha Chavela Vargas le pedía la mano […] a la eterna Macorina”. Otros de los famosos habituales fueron María Félix y Dámaso Pérez Prado.
El negocio debió cerrar hacia 1960, por lo que un disminuido Guillermo recurrió a sus hijos y a su hermana para instalar un nuevo establecimiento al que llamó “El Dorado”. Entre la concurrencia de éste se contaba a Octavio Paz, quien había consolidado amistad con uno de sus primos, Francisco Lozano López, quien, aunque era veinte años menor, estaba muy interesado en su obra.
Elena Garro hizo un recuento de estos tiempos en sus cartas a Gabriela Mora: “Y en 69, cuando andábamos a salto de mata, íbamos al ‘Dorado’, el restaurante ese de lujo del que son dueños mi suegra y Guillermo, su hermano. Paco, el hijo de Guillermo era el gerente nocturno de manera que, muy tarde, íbamos allí a cenar gratis. Paco nos recibía como a mártires. Le ordenaba a la orquesta que tocara valses y nos obsequiaba con banquetes suculentos”.
De acuerdo con Garro, la única que no estaba de acuerdo con que la invitaran era su suegra, a quien ella apodaba “la hiedra”. Según recuerda, era tal la influencia de Josefa en su hermano menor que incluso intervenía en la educación de sus sobrinos y sugería que no debían estudiar, sino ayudar en el sostenimiento de las empresas familiares.
La faceta restaurantera de Guillermo Lozano Delgado llegó a su fin cuando fue víctima de fraude por parte de un presunto inversionista que se negó a liquidarle unos pagarés y le dejó un gran adeudo. Habiendo perdido su patrimonio, falleció el 22 de abril de 1978 en Temixco, estado de Morelos. Sus restos reposan en el panteón Jardines del Recuerdo.
Nació en ciudad de México. Estudió la licenciatura en Derecho, es profesor universitario e investigador.