Entre la primera y la segunda portada de esta imagen hay 300 días de historia. La primera corresponde a enero, la mañana posterior al mensaje en cadena nacional en el que Peña Nieto aseguraba que México tenía rumbo claro y pedía a la población mantener el ánimo y la esperanza; las reformas eran el punto de partida y había un optimismo temprano del que algunos medios hicieron eco. “¡Gran año!”, decían.
Peña y su gobierno alcanzaron la unanimidad el 23 de febrero cuando todos los diarios del país aparecieron con la nota en primera plana de la detención, después de 13 años de fuga, de Joaquín El Chapo Guzmán. Medios internacionales destacaron la captura llamándolo incluso “el más poderoso traficante de drogas en el mundo”. “Muy merecidamente el presidente Enrique Peña Nieto amanece con los bonos por las nubes en el escenario nacional e internacional. Justificando con creces su portada de ‘Saving México’ en la revista Time”, escribió Ramón Alberto Garza, director de Reporte Índigo.
Después vino el tiempo de la reforma energética y de la aprobación de las leyes secundarias. Los medios se sincronizaron con el ánimo presidencial. Frases como “¡histórico!”, “la mayor transformación en cinco décadas”, “los cimientos están puestos para un nuevo país”, acompañaban las fotos del presidente, agradeciendo con los brazos abiertos. Incluso La Jornada le regaló una portada digna del pasado en la cual se sacrificaba cualquier dato en beneficio de la frase triunfalista: “Peña: fin a inmovilidad del país con la reforma energética”.
La genuflexión de la opinocracia quedó entonces a cargo de Carlos Mota, de El Financiero, quien incluso pidió un aplauso de pie para el presidente priista:
Hoy culmina el sexenio de Enrique Peña Nieto. Hoy llega su gestión al “grado más elevado, significativo o extremado que puede tener”. La probabilidad de que materialice algo aún más significativo que la reforma energética es bajísima. Hoy es el culmen. Hoy, lunes 11 de agosto de 2014 cambia la historia de nuestro país […] y así como es justo aplaudir a un tenor por una interpretación majestuosa, a un deportista por un desempeño triunfante, o a un escultor por una pieza conmovedora, también lo es hacerlo a quien dedica su vida a generar consensos para transformar al país en favor del beneficio colectivo. Enrique Peña lo merece.
Silencio incómodo. A partir de los últimos días de septiembre la narrativa cambió; los espacios, las columnas en los que debía contarse la historia de éxito de las reformas estructurales se enfrentaron a los crímenes de Iguala, de modo que medios internacionales como The New York Times no solo comenzaron a escribir del fracaso del gobierno en sus obligaciones de garantizar seguridad y respetar el Estado de derecho, sino que advirtieron que la crisis del crimen organizado en México podría ser peor de lo que han admitido las propias autoridades.
De acuerdo con una encuesta de El Universal, hoy en día solo 41% de los ciudadanos aprueba el trabajo del presidente Peña Nieto. Según otro sondeo del diario Reforma la aprobación ciudadana es de apenas 39%. El dato en todo caso es anecdótico. Hace unas semanas, Jesús Silva-Herzog Márquez decía que en Guerrero quedó definida la verdadera dimensión histórica de este gobierno: “el golpe de la tragedia dio un golpe fatal a la arrogancia de creerse dueño de la política, conductor de la historia”.
La portada publicada por La Jornada Zacatecas el 8 de noviembre pasado, unas horas después de que la PGR hablara ya del asesinato de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, da perfecta cuenta de en qué se convirtió el discurso de optimismo que el gobierno y sus columnistas difundían, con la creencia de que el sexenio había terminado el 11 de agosto y que nos quedaban cuatro años y cuatro meses para aplaudirle al presidente.
La salida a esta crisis no está en los encuentros privados con periodistas para transmitirles que quienes buscan quebrar el ánimo del presidente no lo van a lograr, ni en conseguir que diarios como La Jornada se alineen y titulen su edición del día con un “todos somos Ayotzinapa” como clamor del jefe del Ejecutivo. De seguir así, la realidad seguirá imponiéndose de formas brutales. Quedan cuatro años por delante. Nadie aplaude.
Esta bitácora se toma un descanso. Gracias a Letras Libres por el espacio.
Periodista. Autor de Los voceros del fin del mundo (Libros de la Araucaria).