Yo tambiƩn hablo del Mastretta

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No es ningĆŗn misterio que los fervores nacionalistas sirvan para medir la susceptibilidad de las naciones. El celo del embajador mexicano en Inglaterra, Sr. Medina Mora, ante los comentarios tontos y racistas del programa ese de la BBC, parecerĆ­a demostrarlo.

Me pareciĆ³ una reacciĆ³n excesiva y fuera de lugar. ĀæRealmente es tarea de un embajador otorgarle carĆ”cter de asunto de Estado a las tonterĆ­as eructadas por unos mecĆ”nicos? Yo no me habrĆ­a enojado. Son mecĆ”nicos. Gente que vive rodeada de mofles. Que mide al mundo con bielas y balatas. Gente rĆŗstica que, como en cualquier parte del mundo, posee un sentido del humor elemental proclive a violencias sexistas y Ć©tnicas que en Inglaterra agravan la insularidad y la borrachera del pub.

Mi hipĆ³tesis es que esa violencia no fue contra los mexicanos, sino en favor de un impulso xenĆ³fobo que no se atreve a decir su verdadero nombre: el miedo y el odio a los Ć”rabes, asiĆ”ticos y africanos, ā€œinvasoresā€ que sĆ­ le representan un conflicto a la mentalidad europea que aĆŗn cree en una raza ā€œsuperiorā€. Top Fear.

Estos mecĆ”nicos jamĆ”s habrĆ­an osado decir algo (en pĆŗblico, se entiende) contra Ć”rabes, negros o chinos. Si un seƱor saliera en la BBC diciendo ā€œDebe ser horrible despertar y decir ā€˜Soy Ć”rabeā€™ā€ al dĆ­a siguiente Inglaterra estĆ” en llamas y el seƱor estĆ” sumariamente privado de su pistĆ³n y sus platinos. Lo que hicieron este trĆ­o de bullies fue sacarle la vuelta a la correcciĆ³n polĆ­tica y purgar su xenofobia por la interpĆ³sita nacionalidad de una etnia sin explosividad social en su paĆ­s: un racismo impune.

El embajador Medina Mora, que obviamente tiene un sentido del humor mexicano (es decir, inexistente), se les puso en bandeja. ĀæPara quĆ©? Su ira es la de los mexicanos cuando se nos recuerda que somos tercermundistas; esconde el miedo de que el insulto no sea una caricatura, sino un retrato. Es un miedo al que somos propensos los pueblos acomplejados. Y vaya que lo somos, como lo han explicado Jorge Cuesta, Alfonso Reyes, Samuel Ramos, Octavio Paz, Rodolfo Usigli, Jorge Portilla, Jorge IbargĆ¼engoitia o Carlos MonvivĆ”is. Y, claro, Abel Quezada, que alguna vez hizo unas caricaturas bastante similares a las de los ingleses sobre la fantasĆ­a mexicana de fabricar automĆ³viles (proponĆ­a, creo, un carrazo que se llamarĆ­a ā€œEl GonzĆ”lezā€). El Mastretta era como un examen de pericia tecnolĆ³gica ante los sinodales del mundo, y este trĆ­o de zonzos lo destrozĆ³ no por ser el Mastretta, sino por ser mexicano.

Y el embajador rubricĆ³ el complejo. PodrĆ­a haberles dicho que la comida mexicana es ā€œpatrimonio de la humanidadā€ mientras que la idea inglesa de la comida incluye el spotted dick (una especie de budĆ­n de sebo, sazonado de cartĆ­lago, entre cuyos ingredientes estĆ” el ano de borrego) y cosas asĆ­. Si decidiĆ³ pelearse con unos mecĆ”nicos, deberĆ­a haberles contestado como mecĆ”nico. O parodiarlos: decirles que habĆ­an omitido decir que el Mastretta incluye como equipo standard una seƱora echando quesadillas en la guantera, un franelero en lugar de limpiadores y, en lugar de ā€œposicionamiento satelital globalā€ a uno de esos cuates que, cuando se les piden direcciones, explican minuciosamente ā€œagarra por ahĆ­ derechito derechito y al pasar el tercer tope agarra su izquierda y donde vea un perro…ā€

Pero no. Mejor enfurecer y echar brava. El embajador, feliz de mostrar el pecho tricolor, hizo felices a esos tontos que hasta pronosticaron su previsible reacciĆ³n y, sobre todo, hizo felices a los mexicanos bobos que procedieron a declararle guerra florida a los Mini Coopers y propusieron salir a cazarlos para llevarlos al Templo Mayor y extirparles el radiador con un desarmador de obsidiana. Y habrĆ­a sido en vano, pues esa marca, lo mismo que Rolls-Royce y Jaguar, es alemana desde hace tiempo…

(Imagen de Abel Quezada, publicada en el periĆ³dico Excelsior)

(Publicado previamente en El Universal)


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