Yo no sé qué esperan todavía. Las noticias sobre el inconmensurable poder de las redes de narcotráfico mundiales van cayendo día tras día, y, curiosamente, apenas si encuentran eco, como si no hacer caso de ellas y fingir no enterarse fuera lo conveniente. La prensa dedica grandes titulares a las misérrimas capturas ocasionales de alijos de droga (con patinazos tan patéticos como el del barco Privilege recientemente: nuestras autoridades varias hanhecho un ridículo del tamaño de trescarabelas), y en cambio despacha enescasas líneas las informaciones másestupefacientes respecto a la riqueza y la capacidad organizativa de las mafias, que no sólo distribuyen y venden,sino cultivan, confeccionan, producen yexportan toda clase de sustancias,según la población las reclame.
"No me van a creer en Washington", cuentan que exclamó atónito el director de la DEA (agencia norteamericanacontra las drogas) en Colombia, Leo Arreguin. Lo dijo al verse, hace unas semanas, frente a un submarino de treinta y seis metros de largo y cuatro de alto, con cabida para quince toneladas de cocaína. Y añadió: "Nunca en mis treinta y dos años trabajando con la policía había visto algo como esto. Estoy impresionadísimo". Y a continuación el pobre hombre pidió una cámara conurgencia, para que, con las fotos delhallazgo, en su país dieran crédito a los hechos y no lo tomaran a él por loco. Por su parte, el agregado de la embajada rusa, de cuyo país resultó ser latecnología del invento, "quiso ver para creer, pues estaba convencido de que se trataba de una broma". No era paramenos. ¡Un submarino! Como si esos chismes los pudiera fabricar o se los pudiera agenciar cualquiera. Para mayor asombro, no fue hallado bajo ningunas aguas, sino en una bodega situada a dos mil seiscientos metros sobre el nivel del mar, y en un paraje que dista setecientos kilómetros de la playa más cercana. Pesaba ciento cincuenta toneladas. Su estructura admitía diez tripulantes, le permitía navegar a cien metros de profundidad y mantenerse sumergido hasta seis horas seguidas. El juguete habría costado unos diez millones de dólares, es decir, al brutal cambio actual, cerca de dos mil millones de pesetas.
También llegan de vez en cuando otras cifras y datos: el caudal de dinero que mueve anualmente al narcotráfico es muy superior al PIB de numerosasnaciones, y no sólo de las más desarrapadas. En lugares "productores", como Colombia, Bolivia o México, la cantidad de personas al servicio de esa"industria" se cuenta por millares. En muchos de estos países, y en otros más estrictos, el soborno de quienes teóricamente combaten las mafias alcanza a menudo hasta a jefes de policía, generales del ejército y ministros de los gobiernos. Hay equipos de futbol que, bajotapadera, pertenecen por entero a los narcotraficantes, como también bancos, empresas, tiendas de lujo, restaurantes, hoteles, casinos, constructoras y cuanto quieran imaginar. En algunos países se sospecha que quienes de verdad gobiernan son estas bandas, en la sombra. O ni siquiera: en la penumbra. Son legión los políticos que les pertenecen.
Una de las más importantes virtudes de los buenos estrategas bélicos es la de saber cuándo una batalla o una guerra no pueden ganarse; y cómo, entonces, sacar el mayor provecho posible delarmisticio o la derrota, cuando aún se está a tiempo de poner condiciones. Yo no entiendo cómo los gobiernos del mundo no han dado aún el único paso que no sólo dañaría de veras a estasorganizaciones delictivas y casi las desmantelaría de golpe, sino que además —y aunque fuera cínicamente— losbeneficiaría mucho a ellos, y, de paso, a la ciudadanía adicta a las sustancias. Sobre todo cuando ya hubo la lección de la famosa Ley Seca americana. En cuanto el alcohol se legalizó de nuevo, los gángsters enriquecidos con su contrabando sufrieron una merma mortal de ingresos y hubieron de dedicarse a otros asuntos. Si la gente quiere algo —sea por lo que sea, en eso no me meto—, ya se ve que acaba obteniéndolo, y que hay siempre unos vivos, arriesgados y faltos de escrúpulos, dispuestos a proporcionárselo. Si la compra y el consumo de drogas no fueran ilegales, y estuvieran regulados y controlados de alguna forma por los Estados, los consumidores tendrían más garantías, habría muchos menos crímenes y las mafias se harían poco menos que innecesarias. Y también cabe que, si lasdiversas sustancias ya no fueran prohibidas, perdieran parte de su atractivo y resultaran menos tentadoras, enespecial para los jóvenes. En la actual cruzada, en cambio, los gobiernos no sólo llevan las de perder claramente, sino que sólo contribuyen a engordar las cuentas de los narcotraficantes. Un submarino. Naranja, para más señas. ¿A qué se espera, a que dispongan de bombarderos con cabezas nucleares? Si es que aún no los tienen.
(Madrid, 1951-2022) fue escritor, traductor y editor. Autor, entre otras, de las novelas Mañana en la batalla piensa en mí (1994), Tu rostro mañana (tres volúmenes publicados en 2002, 2004 y 2007) y Tomás Nevinson (2021). Recibió premios como el Rómulo Gallegos en 1995, el José Donoso en 2008 y el Formentor en 2013. Fue miembro de la Real Academia de la Lengua.