Breves de Maquiavelo

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La noche del 6 de julio de 1997 los resultados fluían con rapidez. Cuauhtémoc Cárdenas y el PRD arrasaban en la Ciudad de México. El PAN ganaba la ciudad de Monterrey y el PRI perdía la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados. El presidente de la República se refirió por televisión al proceso y lo definió como una "fiesta de la democracia". Las elecciones se celebraban después de complicadas negociaciones entre el PAN, el PRD, el PRI y el gobierno federal. Por primera vez los perredistas habían aprobado en lo general la reforma constitucional correspondiente. Las tensiones entre el neocardenismo y la Presidencia, que fueron una constante durante todo el salinismo, parecían cosa del pasado. Ernesto Zedillo saludaba el triunfo de Cárdenas con una sonrisa sincera. Todo indicaba que se inauguraba una nueva época. La alternancia, el equilibrio de poderes en la Cámara y el derecho de ciudadanía que adquiría el PRD en el sistema político serían las características principales. El camino andado parecía una avenida sin retorno.
     El panorama hoy no es completamente distinto, pero hay cambios fundamentales que hay que subrayar. La encuesta que publicó el periódico Reforma el lunes 29 de noviembre arroja los siguientes resultados: las intenciones de voto por Francisco Labastida ascienden al 43%, Vicente Fox ocupa el segundo lugar con el 27% y en el tercer sitio se sitúa Cuauhtémoc Cárdenas con apenas el 8%. Si esas tendencias no se alteran, es muy probable que el 2 de julio del próximo año el PRI conquiste la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados, que el PRD se vea reducido a su mínima expresión y que el PAN recupere su lugar como segunda fuerza. El giro es enorme. Una Cámara favorable al presidente terminaría con el riesgo de la ingobernabilidad, pero también afectaría de manera negativa el equilibrio de poderes. Un neocardenismo disminuido pondría en cuestión la naturaleza tripartidista del sistema político.
     ¿Cómo se explican semejantes cambios en un lapso menor de tres años? Más allá de cómo los electores orienten sus simpatías, lo fundamental está en la existencia de una ciudadanía pragmática que no está comprometida con una organización ni con una ideología determinada. Su evaluación de los candidatos, los partidos, los programas y las campañas varía en cada coyuntura. Sólo una pequeña minoría define sus preferencias por convicción doctrinaria. Por eso los giros son tan pronunciados y por eso, también, no hay avenidas sin retorno. La volatilidad del voto es el dato fundamental de la nueva cultura política. En algunas ocasiones funciona a favor de la oposición y en otras beneficia al PRI. La única regla es que este voto no se casa de una vez y para siempre con una sola opción. Se trata de un contrato que se renueva o se rescinde cada tres o seis años.
     ¿Cuáles son las consideraciones que están efectuando los ciudadanos? ¿Por qué después de haber votado por el PAN o por el PRD están depositando ahora su confianza en el PRI? Enumero en orden de importancia los factores más relevantes. Primero: la economía está creciendo. La estabilidad del peso, la reducción de la inflación y la creación de empleos son datos que la población percibe claramente. Esto se ha traducido en una apreciación de la imagen del presidente Zedillo y su gobierno. El PRI y Labastida van en ese paquete.
     Segundo: 1999 fue un buen año para el PRI y malo para la oposición. La Alianza por México fracasó. Después de haber competido con las primarias del PRI por la atención de los medios y de la opinión pública, el PAN y el PRD fueron incapaces de alcanzar un acuerdo. El costo mayor lo pagaron los panistas, pero no hay duda de que afectó a toda la oposición. Los priistas, en cambio, realizaron sus primarias con éxito: la participación de la ciudadanía fue alta y no se registró la ruptura (tan esperada) entre Madrazo y Labastida. El viejo dinosaurio se creó una imagen democrática y, por momentos, apareció como un partido más abierto a la ciudadanía que el PAN y el PRD.
     Tercero: la debilidad del PRD y su candidato. Cárdenas empezó su campaña por la Presidencia de la República el 5 de diciembre de 1997. Él sabía que su paso por el gobierno de la Ciudad de México sería decisivo para su posterior postulación. Pero no supo o no quiso reconocer que se podía convertir en una trampa. Durante su campaña creó y despertó enormes expectativas. No era posible satisfacerlas. Para colmo, este año se alió con el Consejo General de Huelga y, al final, pidió y obtuvo la cabeza del rector Barnés. And last but not least, las críticas de Muñoz Ledo dañaron seriamente su imagen.
     Cuarto: Fox está siendo devorado por el personaje que él mismo ha creado. El hombre franco y arrojado va de la mano con el bravucón e imprudente. El efecto inicial en la población fue positivo. Pero la imagen se ha ido desgastando. Toda proporción guardada, le está pasando lo mismo que le ocurrió a Madrazo. Sólo así se puede explicar que sus intenciones de voto no hayan subido ni bajado a lo largo de nueve meses. Su 27% es muy estable. Ese porcentaje le permite consolidarse como la segunda fuerza, pero lo deja lejos del PRI y de Labastida. Un giro en su lenguaje y en su campaña sería deseable, pero parece poco probable.
     Advertencia: esas son las tendencias más probables, pero no se puede descartar una sorpresa. Una devaluación y una crisis económica jalarían al electorado al lado de la oposición. Incluso Cárdenas podría repuntar. Sería la reedición del 95. ¿Ocurrirá? Sólo Dios puede saberlo. Los mortales nos tenemos que conformar con hacer conjeturas y esperar las futuras refutaciones. Popper dixit. –

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