Cabezas

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Primer augurio

 

 

Lloverán cabezas sobre México

Eso dijo: lloverán cabezas sobre México

 

 

Me levanté al aire en que llovían cabezas,

colosales cabezas:

la raza estaba desatada,

La raza era una sangre desnuda, rabiosa,

Una mala espina revolviéndose en mi cama con dolor de manceba,

oscuramente adormecida,

hinchada de temores,

con el silbo podrido de su pecho sentimental.

 

Caían cabezas: crepitaron toda la noche sobre el techo de lámina.

 

¡Cabezas: como una andanada de peones en el tablero!

¡Cabezas decapitadas: esa violenta sumisión!

 

Eso dijo: lloverán cabezas sobre México.

¡Ah lúgubres y tercas cabeza de la raza!

 

 

Me tomabas entre los dientes, entre las piernas:

odio sexual, sexo de los desvalidos

y en tus ojos rayadas agonías y pintados pájaros

de bárbaros augures:

lloverán-lloverán-lloverán cabezas sobre México.

 

 

Y caían,

 

es mohoso y tibio el temor de la larga noche mexicana,

es flor de espuma el rencor, nube de veneno.

 

Taciturnas, ariscas, olvidadizas,

caían,

antiguas cabezas ceremoniales:

¡Jícaras de aguapús!

 

 

Entonces era cierto:

¡Han matado al tenochca!

¡Han matado al tlatelolca!

 

 

Entonces es verdad: adentro de tu pecho

creció la furia de una lengua extraña,

¿la ves hendir,

crecer en círculos,

caracol encima de tu cuerpo enfermo,

mi niño, mi pilisintli?

 

La muerte asciende tenaz,

sube a desnudarse,

a dar grandes voces,

sube encendida y loca, sucia del culo,

a apedrear tlatoanis, a salar adúlteras

a gritar los nombres fervorosos del pánico.

 

Pero como decía Hernán Cortés, nuestro puto padre,

el cacarizo, el cojo,

el sifilítico:

“Antes que comience a relatar las cosas de esta gran ciudad, y las otras que en este capítulo dije, me parece, para que mejor se puedan entender, que débese decir la manera de México…”

 

La ciudad, o como quien dijera, todo el país.

 

“La cual dicha provincia es redonda

y está cercada de muy altas y ásperas sierras.”

 

Altas y amargas montañas, es verdad.

 

Es verdad, padre.

Me avergüenza hasta el bochorno

la sequedad de este paisaje.

 

Hay que hablar de cobardía que es la manera en que se entiende aquí el aire.

Hay que hablar de miedo.

Es decir,

hay que hablar de historia. ~

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