El mรกs probable candidato de la derecha en las prรณximas elecciones presidenciales chilenas, y, a juzgar por las encuestas mรกs recientes, candidato con fuerte opciรณn de llegar a la Presidencia de la Repรบblica, Sebastiรกn Piรฑera, acaba de ser multado por la Superintencia de Valores y Seguros (SVS) por haber comprado un grueso paquete de acciones de la Lรญnea Aรฉrea Nacional (LAN) con informaciรณn privilegiada, esto es, con pleno conocimiento del balance de la compaรฑรญa, de la cual ya era accionista mayoritario, y antes de que รฉste se hubiera entregado al conocimiento pรบblico. El caso es escandaloso y frecuente, y da la impresiรณn de que no tendrรก mayores efectos para sus aspiraciones polรญticas. Es decir, parecerรญa que el Chile de hoy admira por sobre todas las cosas las historias de รฉxito financiero y no repara en forma demasiado escrupulosa, con escrรบpulos mayores, en los medios empleados para alcanzar la fortuna.
La defensa de Piรฑera alegรณ de inmediato que habรญa centenares de casos anteriores similares y nunca sancionados por la Superintendencia. Pues bien, ocurre que el actual Superintendente, designado hace poco por el gobierno, pertenece a la Democracia Cristiana y al grupo que apoya en particular la precandidatura de Soledad Alvear, la presidente del partido. En estas circunstancias, y frente a centenares de casos anteriores no sancionados, imponer la primera sanciรณn a un adversario polรญtico sin duda es discutible. Parece una forma sutil de intervenciรณn electoral desde un cargo pรบblico que controla el Poder Ejecutivo. En buenas cuentas, la sanciรณn tiene una indudable justificaciรณn moral y legal, puesto que Piรฑera, como parte directamente interesada en la operaciรณn bursรกtil y dueรฑa de una informaciรณn no compartida por el pรบblico, no cumpliรณ con su obligaciรณn de abstenerse, pero el procedimiento que se siguiรณ, por el solo hecho de aplicarse por primera vez, no fue completamente convincente para la opiniรณn pรบblica y, dentro de las delicadas circunstancias, tendrรญa que haberlo sido, a fondo y sin el menor resquicio.
Por otro lado, sin embargo, el argumento que usa Sebastiรกn Piรฑera, seguido por sus numerosos amigos y partidarios, es curiosamente dรฉbil. El hecho de que haya existido una cantidad determinada de infracciones antiguas que nunca se sancionaron no demuestra nada. O sรณlo demuestra, en รบltimo tรฉrmino, que la autoridad fue complaciente, negligente, descuidada, y que se puso las pilas, como decimos en Chile, demasiado tarde.
Sebastiรกn Piรฑera sabe muy bien que el asunto es delicado, que podrรญa terminar por causarle un daรฑo irreparable, y acaba de tomar una decisiรณn muy reveladora: la ley le permite apelar la decisiรณn de la SVS, pero รฉl ha preferido pagar la multa de varios centenares de millones de pesos y evitar que el tema se siga ventilando en un largo proceso. El conflicto es curioso, tiene una forma nueva, muy tรญpica del Chile de hoy, y es a la vez muy antiguo. En algรบn sentido, el paรญs, despuรฉs de aรฑos de รฉxito econรณmico, ha cambiado mucho, pero es probable que en su lรญnea gruesa siga siendo el mismo de siempre, o el mismo, al menos, de todo el siglo XX, desde el auge del salitre, que se inicia a finales del XIX, hasta el auge actual del cobre, de la celulosa, del salmรณn, de los vinos y otros productos de exportaciรณn. Por ejemplo, la vertiginosa compra y venta de acciones de sociedades anรณnimas, la formaciรณn de fortunas rรกpidas, el uso de informaciรณn privilegiada, la especulaciรณn bursรกtil, no son temas nuevos, al menos dentro de mi ya larga experiencia personal. Me pasรฉ la infancia y parte de la juventud escuchando hablar de operaciones de bolsa arriesgadas, de jugadas maestras o calamitosas, de golpes de suerte casi milagrosos y de quiebras no menos repentinas y sorprendentes. Ahora me vienen a la memoria viejas crรณnicas y ensayos que hablaban de dos Chiles: el de la pachorra colonial, burocrรกtica, latifundista, representada por Santiago, y el de la aventura marรญtima, comercial, minera, cuyo centro nervioso, infatigable, cosmopolita, se encontraba en el puerto de Valparaรญso.
Por lo demรกs, pienso tambiรฉn en toda la literatura narrativa chilena, desde las novelas de Alberto Blest Gana, que intentรณ elaborar una โcomedia humanaโ de Chile, a la manera de Balzac y con todo el trasfondo financiero de las grandes novelas balzacianas, con sus avaros, sus usureros, sus grandes banqueros, hasta las de Jenaro Prieto, cuya novela El socio es el relato de la utilizaciรณn de un personaje ficticio, un socio inventado, para emprender una operaciรณn bursรกtil de gran envergadura. Podrรญa nombrar a muchos otros autores, pero me limito a constatar que la novela chilena, desde el siglo XIX y comienzos del XX hasta hoy mismo, estรก saturada de historias de dinero (historias, hoy dรญa, de aquello que llaman mesas de dinero), de papeles, de bonos, de ilusiones alentadas e ilusiones perdidas. Como si la obra del viejo Balzac, y como si el reinado de Luis Felipe de Orleans, el del famoso llamado a los franceses de su tiempo, Enrichissez vous! (ยกEnriqueceos!), algo desvanecido en la memoria francesa de estos dรญas, tuvieran plena vigencia en el Chile de la Concertaciรณn y de la Alianza, el del contradictorio gobierno de Michelle Bachelet y el del triunfalismo empresarial, el de los socialistas reformados y el de los Piรฑera y tantos mรกs.
Conocer el balance de una compaรฑรญa en la maรฑana, comprar un grueso paquete de acciones a primera hora de la tarde y que los datos sean conocidos por el pรบblico a la maรฑana siguiente, aunque estรฉ muy lejos de ser un proceder encomiable, es, en la prรกctica de los negocios, una conducta casi habitual. En Chile y fuera de Chile. Todos, en el vasto y complejo universo de las finanzas, tratan y a menudo consiguen actuar sobre la base de informaciรณn privilegiada. Los que no actรบan asรญ son los compradores chicos: las dueรฑas de casa que ahorran en unas pocas acciones, los intelectuales despistados, los clientes menores. Si usted quiere adquirir millones de dรณlares en acciones, al menos en Chile y mientras no exista una legislaciรณn clara sobre la materia, busque la informaciรณn privilegiada y lo mรกs probable es que la encuentre. Lo cual no significa, desde luego, que sea una conducta estimable, virtuosa, recomendable para un candidato presidencial. O el candidato representa al ciudadano medio, a las dueรฑas de casa, a los intelectuales despistados, al mundo que trabaja y se las machuca y ahorra lo que puede y si es que puede, o es mejor que se dedique a sus negocios particulares. Lo que estรก por saberse, eso sรญ, es si una conducta de esta naturaleza serรก castigada por los electores chilenos de hoy o si serรก, en el fondo, mรกs allรก de las apariencias, admirada y premiada con los votos. Es un tema de cultura, y no excluyo la posibilidad de que el triunfalismo universal sea el responsable mayor de la decadencia de nuestra cultura.
En Chile, en el pasado, y sobre todo en la primera mitad del siglo XX, el exceso de fortuna personal era un inconveniente notorio en cualquier carrera polรญtica. Se solรญa sostener, incluso, y con alguna base de verdad, que las candidaturas que contaban con mรกs dinero para la campaรฑa, cualquiera que fuera la fortuna personal del candidato, por lo general salรญan perdedoras. Lo que ocurre ahora, claro estรก, es un fenรณmeno profundamente diferente, un cambio de folio y de รฉpoca. Cabe preguntarse, entonces, si ese Chile que mencionaba en el pรกrrafo anterior, ese Chile en que el exceso de riqueza era mirado con general sospecha, desapareciรณ para no volver. Las encuestas recientes parecerรญan indicar que sรญ, esto es, que ese paรญs del pasado โยฟfantasรญa nuestra, producto de nuestro desencanto?โ ya no se divisa por ninguna parte. Estarรญamos ahora en un paรญs no del todo reconocible para la gente mayor, un paรญs que adora el รฉxito econรณmico por encima de todas las demรกs cosas. Vivirรญamos, en otras palabras, entre adoradores del becerro de oro. Antes existรญan, sin duda, pero estaban en minorรญa, y ahora da la impresiรณn de que dominan todo el espacio, y de que lo dominan, precisamente, a partir del espacio virtual, el de los medios omnipresentes.
Los indicios que van en esta direcciรณn son abrumadores. Hasta la calidad de una obra de arte literario, en los dรญas que corren, se aprecia en funciรณn del nรบmero de ejemplares vendidos. Y si es asรญ, ยกviva la informaciรณn privilegiada! En un paรญs triunfalista, los dirigentes naturales son los triunfadores. Menos mal que no surge todavรญa en nuestro futbol mediocre, en nuestras selecciones apaleadas, un Pelรฉ o un Ronaldinho. El dรญa que esto ocurra, nadie podrรก pararlos en las carreras presidenciales. Cada gol que nos meten, en este aspecto, en esta perspectiva de un futuro cercano, deberรญa producirnos algรบn alivio.
Son reflexiones que hago al pasar, sin demasiado optimismo, pero si cambio de tema, llego a la conclusiรณn de que los revolucionarios de hoy, o los que se autoproclaman revolucionarios, tambiรฉn son triunfadores. El triunfalismo, en buenas cuentas, no es una opciรณn exclusiva de los Piรฑera y sus seguidores. Ni siquiera se puede sostener hoy en dรญa que sea โde derechaโ. Fidel Castro supera las limitaciones de la edad, a juzgar por su intensa actividad de articulista, de orientador pรบblico, y Hugo Chรกvez se mueve en alas de una quimera, en calidad de hรฉroe mediรกtico, y se acerca al poder absoluto. En algรบn lugar de nuestro amplio territorio hispanoamericano, una seรฑora mundana, bien informada, me cuenta que estuvo hace un par de aรฑos en una comida ofrecida en La Habana por un miembro destacado, chileno para mรกs seรฑas, de la nueva nomenclatura de la Revoluciรณn. Habรญa un misterio pendiente y un asiento desocupado en la mesa esplรฉndidamente puesta. El misterio se resolviรณ cuando se abrieron las puertas del comedor en forma sorpresiva y entrรณ el Comandante en Jefe, el Lรญder Mรกximo, en su imponente persona. Mientras me contaba la historia, ya sabรญa para quiรฉn estaba destinado ese asiento vacรญo. Son costumbres isleรฑas que aprendรญ a observar en una etapa de mi vida y que no tienen por quรฉ haber cambiado. Pues bien, la cena era de primera clase, como corresponde a los arcanos de la nomenclatura, pero el Comandante en Jefe, despuรฉs de echar una ojeada y de hacerse una rรกpida composiciรณn de lugar, batiรณ las palmas y le ordenรณ a sus ayudantes que de inmediato trajeran caviar de sus bodegas particulares. ยกEl caviar de todos los triunfalismos, el que uniรณ siempre a los capitalistas ingleses y franceses con los burรณcratas de los viejos socialismos reales! Ahora sobreviven unos pocos de estos socialismos, mientras se incuban otros, pero los hรกbitos esenciales se mantienen. Algunos revolucionarios de ayer evocan las armas de ayer, pero son juegos literarios, ejercicios de la nostalgia. Las armas de hoy, como se ve, son otras: son el caviar y son las Tanias, las espรญas cubanas de lujo repartidas por Amรฉrica Latina, como escribe un economista convertido en novelista de ahora. Y la apasionada protesta de los plumรญferos y los criticones de todos lados no puede ser mรกs confirmatoria.
Paso, para terminar, de los cuentos de hadas a los relatos de terribles y dramรกticas realidades. Lo hago porque leo un libro, Agonizar en Salamanca, del ensayista, novelista y profesor de filosofรญa Luciano G. Egido, nacido en Salamanca en 1928, es decir, hombre ya mayor, retirado hace rato de la docencia, pero muy activo en la creaciรณn literaria y en la narraciรณn testimonial. Agonizar en Salamanca es un relato minuciosamente documentado de los รบltimos meses de Miguel de Unamuno, rector de la universidad salmantina, entre el comienzo de la Guerra Civil Espaรฑola en julio de 1936 y su muerte en un gรฉlido 31 de diciembre de ese aรฑo. Fui apasionado lector de Unamuno en mis aรฑos de adolescencia, pero sรณlo tenรญa nociones vagas sobre su conducta polรญtica durante los primeros meses de la guerra de su paรญs. No pretendo comentar el libro en detalle, pero podrรญa sostener, en abierto y agudo contraste con los triunfalismos que dominan en estos dรญas en todos lados, en la izquierda y en la derecha, que es un relato sobre la derrota, sobre la ferocidad destructora, sobre el instinto de muerte. No sรฉ, claro estรก, si la avidez de dinero y de รฉxito mundano, la manรญa de ganar, que Unamuno fustigaba con tanta elocuencia, es instinto de vida o enfermedad de otra especie quizรก mรกs insidiosa. Unamuno, que habรญa sido republicano y socialista, que habรญa conocido el destierro durante la dictadura del general Primo de Rivera, simpatizรณ con el franquismo durante los primeros momentos. Lo hizo por reacciรณn, por indignaciรณn frente a ciertos excesos del bando republicano, por la ingenuidad de pensar que los militares iban a restablecer el orden y la cultura. Nosotros hemos oรญdo hablar bastante de estas ingenuidades. La experiencia histรณrica nos ha convertido en expertos en estas delicadas materias. Unamuno se decepcionรณ bastante pronto de su opciรณn inicial y se quedรณ en una soledad dramรกtica, encerrado en su casa y vigilado, prรกcticamente prisionero. Primero lo expulsรณ Manuel Azaรฑa, el presidente de la Repรบblica, de su rectorรญa de Salamanca, y no mucho tiempo despuรฉs, โcon menos miramientos que los de la Repรบblica โescribe Egidoโ y desde luego peor prosaโ, lo expulsรณ Francisco Franco. El escritor griego Nikos Kazantzakis, el autor de Cristo nuevamente crucificado, lo visitรณ en esos dรญas en su casa y publicรณ su conversaciรณn en la prensa europea. โEstoy desesperadoโ, le dijo don Miguel de Unamuno. Si Kazantzakis pensaba que la mitad de los espaรฑoles โcree en la religiรณn de Cristo y la otra mitad en la de Leninโ, se equivocaba de un modo frontal. โยกNo! ยกNo!โ, le dijo con su voz cansada, pero apasionada, firme, don Miguel: โEscuche bien, ponga atenciรณn en lo que voy a decirle. Todo esto sucede porque los espaรฑoles no creen en nada. ยกEn nada! ยกEn nada!โ Se equivocaba don Miguel, quizรก, como pensaban todos sus colegas del otro bando, pero con quรฉ entereza, con quรฉ desinterรฉs, con quรฉ hondura. En algรบn momento, poco antes de morir, llegรณ a gritar que todos se equivocaban, y tenรญa razones sรณlidas para creerlo.
En los dรญas que corren, tendemos a creer que nadie se equivoca, o que sรณlo se equivocan los que no triunfan, y este error es mucho mรกs profundo que el de Unamuno, mรกs profundo y, ademรกs de eso, casi imposible de redimir. ~
(Santiago de Chile, 1931 - Madrid, 2023) fue escritor y diplomรกtico.