La democracia y la gran pestilencia

La democracia y la gran pestilencia

Las medidas que toman los gobiernos para afrontar la pandemia pueden poner en peligro las libertades. Vigilar al poder es un requisito indispensable para evitar que el despotismo se convierta en la nueva normalidad.
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La peste ha devastado muchas veces nuestro mundo, pero cada oleada de la enfermedad es un momento estremecedor en el que la normalidad trastabilla, las ansiedades florecen y las ideas se vuelven tenebrosamente sobre sรญ mismas. Las pandemias destruyen viejas costumbres. Rompen corazones. La gente se vuelve temerosa. La muerte acecha. Las certezas son arrojadas al viento. La gente siente en las tripas la necesidad de pensar las cosas de nuevo, como yo hago ahora, en cuarentena obligatoria, apuntando los dรญas y las noches, considerรกndome afortunado por haber logrado escapar indemne del actual pandemonio del Reino Unido y, unos meses antes, de un largo periodo de clases en Wuhan, zona cero de la Gran Pestilencia que ahora tenemos encima.

Entre el dolor y el pรกnico, la gente quiere entender las cosas. ยฟQuรฉ podemos decir de las causas, efectos e importancia de esta Gran Pestilencia? Algunas respuestas ya estรกn sobre la mesa.

Las plagas golpean tรญpicamente sin avisar, pero esta, aunque repentina, es diferente en varios sentidos importantes. Muestra que los jinetes de caballos blancos no siempre aparecen despuรฉs de las guerras, como fue el caso de la mal llamada gripe espaรฑola de 1918-1920, una pandemia que probablemente empezรณ en Kansas y que se calcula que terminรณ afectando a unos quinientos millones de personas, una cuarta parte de la poblaciรณn mundial de la รฉpoca. Nuestra Gran Pestilencia es producto de un tiempo de paz, y esa es una de las razones por las que inicialmente trajo complacencia y negaciรณn. Mรกs de unos cuantos polรญticos y millones de ciudadanos siguen sin creer que estรฉ sucediendo. Empecinados en su estupidez, pensando solo en sรญ mismos, estรกn seguros de que todo es un engaรฑo, una exageraciรณn de los medios cuya falsedad pronto se revelarรก. Es como si sintieran una atracciรณn secreta hacia la pestilencia: quizรก, incluso, como sugiriรณ Charles Dickens en Historia de dos ciudades, una extraรฑa inclinaciรณn pasajera a sucumbir ante el virus, o a ver cรณmo otros mueren por รฉl.

En esta nueva pestilencia los chivos expiatorios tambiรฉn son diferentes. Miles de judรญos fueron asesinados despuรฉs de que los gobiernos municipales, los obispos y el emperador del Sacro Imperio Romano Germรกnico los acusaran de extender la peste bubรณnica a mediados del siglo XIV en Europa. Los judรญos fueron de nuevo seรฑalados en el primer discurso registrado de Hitler, pronunciado en 1919 en el Hofbrรคukeller de Mรบnich, donde se les acusรณ de โ€œansia de dinero y dominaciรณnโ€ y de extender โ€œla tuberculosis racial entre las nacionesโ€. Los objetivos de hoy no han incluido a judรญos, musulmanes o negros. Los discapacitados, los pobres y la comunidad LGBTI se han librado. De momento, esos grupos tienen suerte.

Puede que las cualidades โ€œdemocrรกticasโ€ de este virus tan contagioso, su destacada capacidad para alcanzar a cualquiera de forma indiscriminada, golpeando a Harvey Weinstein, Boris Johnson y el prรญncipe Carlos, reduzcan el espacio para el estigma. Quizรก las sociedades civiles de las viejas democracias de nuestra generaciรณn hayan aprendido lecciones sobre la importancia de conservar el civismo. El tiempo lo dirรก, aunque ya hay pruebas perturbadoras de que los primeros frutos venenosos del prejuicio estรกn empezando a madurar.

Personas mayores de varios paรญses son ahora objeto de medidas de triaje pensadas para descargar presiรณn de sistemas de salud pรบblica sobrecargados; ha habido incluso escalofriantes insinuaciones, en concreto del vicegobernador de Texas Dan Patrick, de que los โ€œabuelosโ€ debรญan estar dispuestos a sacrificarse por el empleo y el crecimiento econรณmico. Los medios mainstream de la India publican historias que culpan a los musulmanes y sus mezquitas de la expansiรณn del virus y de conspiraciรณn para cometer actos terroristas. Vemos las primeras fases de un nocivo nuevo prejuicio. En Londres y Bruselas, Copenhague y otras ciudades, afirmaciones incendiarias sobre el virus de Wuhan provocan insultos y palizas a chinos, solo por hacer lo correcto cuando llevan una mascarilla en pรบblico o simplemente por ser chinos. Hay actos vandรกlicos contra antenas de 5g en el Reino Unido y los ingenieros de telecomunicaciones reciben insultos de promotores de teorรญas de la conspiraciรณn convencidos de que la mejora de las conexiones de internet y el virus son tramas chinas coordinadas para hacerse con el paรญs. Memes cargados de odio y calumnias sarcรกsticas contra los asiรกticos en general se extienden en plataformas como 4chan, Gab y Telegram.

En un fรฉtido giro del destino, el orientalismo se hace viral en el este. #ChinaVirus es trending topic en la India, donde los gurรบs dicen en pรบblico que los chinos estรกn โ€œrecibiendo una lecciรณnโ€ por โ€œtorturar a los animalesโ€ y beber sopa de murciรฉlago. No pocas voces indias afirman que la pestilencia es una arma biolรณgica que los chinos emplean para garantizar su dominio global. En el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, el director del Colegio de Abogados de la India y presidente del Consejo Internacional de Juristas, el doctor Adish Aggarwala, ha iniciado un proceso por los โ€œgraves crรญmenes contra la humanidad en todo el mundoโ€ que habrรญa cometido China. En el interior de China (me dicen los amigos), hay rumores racistas que alegan que el virus se originรณ en Estados Unidos. Hay incluso bulos chinos que sugieren que los occidentales comedores de ensalada son los culpables de la persistente expansiรณn del virus. Como una patata caliente, esos infundios hacen algo mรกs que prestar un nuevo significado a la vieja expresiรณn de โ€œvaya ensaladaโ€. Provocan en los indonesios, amantes del gado-gado, y en los tailandeses, aficionados a la papaya verde, paroxismos de risa incontrolable.

Socialismo repentino

La peste (1947) de Albert Camus y Ensayo sobre la ceguera (1995) de Josรฉ Saramago nos recuerdan que las รฉpocas de pestilencia sacan lo peor de la humanidad. Florecen la indiferencia hacia los demรกs, la violencia hacia las mujeres, una avaricia mezquina. Los demรกs seres humanos, su tacto, cuerpo y aliento, su mera existencia, se vuelven sรบbitamente repulsivos. Lo mismo es vรกlido para nuestra Gran Pestilencia, pero los canallas son diferentes. Las plataformas mediรกticas han exagerado el acaparamiento impulsado por el pรกnico y las enloquecidas peleas por rollos de papel higiรฉnico en tiendas atestadas. El sensacionalismo oculta que los verdaderos canallas estรกn en otra parte.

Entre las grandes lecciones de esta epidemia estรก el hecho de que la era de cuatro dรฉcadas del neoliberalismo no es solo responsable de elementos decadentes como una creciente distancia entre los ricos y los pobres, la austeridad obligatoria despuรฉs de un colapso casi total del sistema bancario, el calentamiento global y la destrucciรณn de especies. Ahora vemos que gobiernos ciegamente favorables al mercado tienen en su hoja de cuentas la ruina de sistemas de salud pรบblica y el paso de los riesgos y deudas sanitarias a individuos y hogares. El escandaloso resultado es que, en muchos lugares, incluidos los paรญses mรกs ricos del planeta, la medicina pรบblica estรก infrapreparada y sobrecargada. Por eso ha habido que utilizar al ejรฉrcito para que entregue materiales de emergencia en el hospital St. Thomas en el centro de Londres; por eso el gobierno francรฉs ha convertido trenes tgv en salas de hospital; y por eso los mรฉdicos de Nueva York suplican por respiradores mientras piden camiones refrigerados para que se lleven a la gente que no pudieron salvar.

En los prรณximos meses y aรฑos se oirรก hablar mucho mรกs sobre la avaricia capitalista y la especulaciรณn privada y sobre por quรฉ el culto del individualismo posesivo debe ponerse bajo controles polรญticos apoyados en instituciones de servicio pรบblico mรกs robustas y resilientes. En ese sentido, la gran disrupciรณn que ha desatado esta nueva peste difiere de la de 2008. Los sistemas fueron rescatados con inyecciones masivas de fondos del Estado seguidas de la imposiciรณn de la austeridad sobre los ciudadanos. Era socialismo para los ricos y capitalismo de perro come perro, nada o te hundes, para los demรกs.

La Gran Pestilencia es diferente. Puesto que tiene el potencial de afectar y destruir la vida de todo el mundo, rescatar empresas, y en particular grandes bancos, no es suficiente. Esta vez tambiรฉn hay que rescatar a los ciudadanos. Azuzados por el miedo a millones de muertes y a otra depresiรณn al estilo de la de los aรฑos treinta, hay pagos individuales directos a ciudadanos, incrementos en los subsidios por desempleo, paquetes de comida, moratorias de pagos en las hipotecas y suspensiรณn de los desalojos. Quiรฉn paga al final este socialismo repentino, por supuesto, es una cuestiรณn polรญtica que debe decidirse. Podemos estar seguros de que se trazan planes para compensar a los ricos y hacer que los pobres paguen. Un anticipo del futuro es quizรก la forma en que el gobierno griego estรก entregando lujosos contratos publicitarios de โ€œquรฉdate en casaโ€ a empresas privadas y pagando a institutos de investigaciรณn privados, en vez de universidades y centros pรบblicos, para que hagan las pruebas de los virus. Pero, de momento, los gobiernos elegidos en las regiones del Atlรกntico y de Asia-Pacรญfico han apartado de repente su afecto por el capitalismo sin freno. Con poca o ninguna resistencia por parte de los ricos, una nueva era de socialismo, apoyada por el miedo al colapso econรณmico, muertes en masa y billones de dรณlares de dinero pรบblico, ha triunfado de pronto.

Este socialismo repentino no trae el paraรญso a la tierra para los ciudadanos. El acceso a las clรญnicas, a los servicios de cuidado infantil, a internet, a comida y a un espacio habitacional adecuado estรก mal distribuido. Las tasas de violencia contra las mujeres y los niveles de infelicidad familiar suben. En la India de Narendra Modi, un โ€œconfinamiento popularโ€ (janata) de tres semanas para โ€œsalvar a todos los ciudadanosโ€ ha hecho que las clases medias y medias altas acaparen comida, provisiones y medicamentos, y ha provocado pรฉrdidas de hogar, pobreza, rociados quรญmicos y palizas policiales a decenas de miles de trabajadores migrantes. En esta Gran Pestilencia todos son iguales, pero muchos son mucho mรกs iguales que otros.

Sin embargo, a pesar de la avaricia y de las crueles injusticias, puede decirse que hay algo con un significado mรกs profundo en el socialismo repentino que ha abrazado la mayor parte del mundo democrรกtico. Es asombroso el temor de los gobiernos electos preocupados por su vulnerabilidad ante la desafecciรณn y el descontento ciudadanos. No es solo que el virus sea democrรกtico. Los gobiernos estรกn nerviosos en todas partes. Saben que sus poderes descansan en รบltimo tรฉrmino en el consentimiento de los gobernados. La Gran Pestilencia los ha obligado a ver que los ciudadanos, ansiosos y vulnerables, no tolerarรกn otra ronda de austeridad solo porque, en estas circunstancias, los recortes fรฉrreos no significarรญan รบnicamente pobreza masiva. Significarรญan muerte masiva.

Liderazgo

Los historiadores del futuro nos contarรกn si este periodo demuestra ser el momento en que la orgullosa aversiรณn a la muerte y la celebraciรณn de la vida caracterรญsticas del moderno mundo atlรกntico quedaron de nuevo expuestas por su hipocresรญa, como ocurriรณ brevemente durante las guerras de Vietnam y de Irak, pero esta vez en una escala mucho mayor. La muerte ya no estรก en lugares lejanos. Ya no se puede atribuir al โ€œterrorismoโ€ u ocultarse en estadรญsticas de trรกfico y cรกmaras secretas de tortura. La Parca ahora estรก entre nosotros. Con la guadaรฑa en la mano, circula libremente en nuestras filas, ausente por invisible, pero palpablemente presente en todas partes.

La ubicuidad de la muerte ayuda a explicar no solo el socialismo repentino y el nerviosismo de los gobiernos, sino tambiรฉn las nuevas dificultades que lรญderes electos afrontan al explicar sus acciones a los ciudadanos. La Gran Pestilencia exige lรญderes capaces de motivar a los ciudadanos ganรกndose su respeto. Los verdaderos lรญderes democrรกticos irradian un estilo. Escuchan. Aprenden de los demรกs. Conocen el valor de los expertos, gente sabia que (como dijo Niels Bohr) les recuerda que no lo saben todo. Los lรญderes genuinos son equilibrados y tranquilos en su interior. Saben cรณmo burlarse de sรญ mismos, pero se niegan a ser payasos. No son sumisos. A la hora de la verdad, los verdaderos lรญderes democrรกticos reconocen humildemente su profunda dependencia de la gente a la que dirigen. No intentan arrastrar a los ciudadanos de las orejas. Dirigen a la gente convenciรฉndola de que debe admirar a sus lรญderes.

Estรก por verse que en estas condiciones pestilentes paรญses como Estados Unidos puedan en el futuro producir verdaderos lรญderes, en cantidades suficientes, en todos los niveles. De momento solo estรก claro que algunas actuaciones ya no funcionan. Las mentiras y el bullshit han caรญdo en desgracia. Los mentirosos y bufones parecen ridรญculos. Los que prometen โ€œmilagrosโ€ son abucheados. Los desinformadores reciben maldiciones. Algunos lรญderes parecen criminales que no merecen otra cosa que un juicio y prisiรณn por intentar mantener la economรญa de sus paรญses activa, por ejemplo, al insistir en que los trabajadores โ€œvuelvan a la normalidadโ€ (Jair Bolsonaro) y al vender la doctrina de la โ€œinmunidad de grupoโ€, la convicciรณn letal de que el crecimiento de la economรญa a largo plazo y los recortes presupuestarios de los sistemas de sanidad pรบblica se promueven mejor si dejamos que el virus se extienda y aumentamos las tasas de mortalidad a corto plazo.

Estado de emergencia

Es posible que en los prรณximos meses y aรฑos los lรญderes fake, mรกs que en cualquier otra pestilencia, sean reprobados y castigados por su actuaciรณn de โ€œlos negocios son los negociosโ€ y su papel de mercaderes de la muerte. El estallido y la expansiรณn de la pestilencia ocurren despuรฉs de todo en una era de abundancia comunicativa y democracia monitorizada. Toda la vida estรก saturada por los medios. Las elecciones pierden su centralidad. En su lugar, una plรฉtora de instituciones pรบblicas de vigilancia y denuncia se encargan de que el poder sea sometido a escrutinio como nunca antes. Este elemento diferencia a la Gran Pestilencia de, digamos, las gripes rusa y espaรฑola, de las que se informaba y que se publicitaban por medio del vehรญculo lento de los mensajes de telรฉgrafo, los barcos de vapor y los periรณdicos. Nuestra pandemia, en cambio, es un acontecimiento velocรญsimo y global que produce miedos de enfermedad y muerte a una escala que nunca antes se habรญa visto.

Como es bien sabido, Marshall McLuhan seรฑalรณ que las tecnologรญas mediรกticas dan forma y โ€œamputanโ€ nuestros cuerpos. Reconfiguran el sentido del cuerpo de arriba abajo, aquรญ y allรก. El automรณvil amenazaba la cultura del paseo; el telรฉfono extendiรณ la voz, pero amputรณ el arte de la escritura de cartas. Hoy, sin precedentes, las plataformas locales y globales multimedia hacen mรกs que dar nueva forma a nuestros cuerpos. En busca de pรบblico e ingresos y ventaja reputacional, presentan la Gran Pestilencia como una amenaza al cuerpo polรญtico en conjunto.

Los periodistas cuentan que el 80% del tiempo el nuevo virus es una enfermedad leve, excepto para gente que padece otras patologรญas como la diabetes o enfermedades cardiovasculares. Pero tambiรฉn dicen que el nuevo contagio es entre diez y veinte veces mรกs letal que la gripe estacional, y que se expande mucho mรกs que otros virus como el SARS, el MERS y el VIH. Seรฑalan tambiรฉn que nadie sabe si el virus desaparece, como el sarampiรณn, o si vuelve recrudecido, en oleadas o ciclos, como ocurriรณ con la pandemia gripal de 1918.

Como las democracias monitorizadas disfrutan de una cobertura mediรกtica libre, son especialmente vulnerables a las historias que extienden temores sobre la aniquilaciรณn. Tucรญdides seรฑalรณ en la Historia de la guerra del Peloponeso (431 a. C.) que la plaga de tifus que matรณ a casi una tercera parte de los ciudadanos de la Atenas democrรกtica causรณ un caos polรญtico. Mientras la gente โ€œmorรญa como corderosโ€, los rumores animaban a los supervivientes a vivir de forma temeraria, solo para sรญ mismos. La falta de respeto hacia la moral โ€œtan sagrada como profanaโ€ floreciรณ. Eso produjo una โ€œmayor falta de leyโ€.

Nuestra Gran Pestilencia tambiรฉn causa daรฑo a la democracia, pero de otros modos y a una escala asombrosa. Miedos indirectos a la enfermedad y a una โ€œmortalidad pestilente universalmente daรฑinaโ€ (como decรญa Boccaccio en el Decamerรณn) ofrecen a los gobiernos la oportunidad de aprovechar el momento e insistir en que los ciudadanos deben ahora estar protegidos de la muerte a travรฉs de la imposiciรณn del estado de emergencia. Su lรณgica parece sencilla y convincente. O nadamos o nos ahogamos juntos. La supervivencia es una obligaciรณn colectiva.

Sin previo aviso, en un instante, se ignoran las estructuras que posibilitan la divisiรณn de poderes y el funcionamiento de la democracia monitorizada. โ€œCuando entras en guerra, entras del todoโ€, dice Emmanuel Macron. Eso significa: la batalla contra el minรบsculo enemigo interior que lleva una corona de colores necesita restricciones de tiempos de guerra. Las reuniones pรบblicas deben limitarse a diez, cinco, cuatro, tres, dos ciudadanos. Los cierres de las escuelas han enviado a mรกs de quinientos millones de niรฑos a casa, dice la unesco. Parlamentos que podrรญan funcionar como detectores tempranos y representantes de comunidades angustiadas estรกn suspendidos. Los cines, los restaurantes, los clubes, los gimnasios, las mezquitas, las sinagogas, las iglesias y los templos tambiรฉn estรกn cerrados. Los acontecimientos pรบblicos se han cancelado. No hay mรญtines electorales. En los cielos del sur de California, drones de fabricaciรณn china, equipados con cรกmaras y altavoces, se aseguran de que los ciudadanos estรฉn encerrados dentro de sus casas, salvo para viajes esenciales. Mรฉtodos mรกs anticuados se utilizan en paรญses como Italia, Francia y Espaรฑa, donde cientos de miles de policรญas y militares patrullan las calles. El gobierno del estado de Uttar Pradesh, en la India, utiliza una Ley de las Epidemias de la รฉpoca colonial para reprimir a los disidentes. En Kenia, toques de queda del crepรบsculo al alba se refuerzan con porras y gas lacrimรณgeno. El referรฉndum previsto para cambiar la Constituciรณn chilena, que proviene de la รฉpoca de la dictadura, se ha pospuesto. Y casi en todas partes, parece, ha llegado la hora de que aparezcan cuerpos electos de gestiรณn de crisis con nombres bรฉlicos. En Australia, cuyo parlamento nacional estarรก cinco meses sin actividad, la Gran Pestilencia ha impulsado la Comisiรณn Nacional de Coordinaciรณn ante la Covid-19 (NCCC), un organismo no electo y dirigido por un antiguo magnate empresarial que solo responde ante el primer ministro.

La lista de procedimientos vinculados al estado de emergencia crece cada dรญa. Los demagogos agitan su plumaje como pavos reales. Impecablemente ataviados de largas colas, oportunistas como Viktor Orbรกn y Narendra Modi se arrogan poderes ilimitados para gobernar por decreto e imponer nuevas penas a los acusados de extender fake news o violar la cuarentena. Se siembran semillas de confusiรณn sobre cรณmo montar aparentes elecciones. Probablemente se acerca el momento en que oigamos que las elecciones generales previstas se deben posponer o descartar.

Hay seรฑales de resistencia a la represiรณn, es cierto. Se golpean cacerolas y los ciudadanos cantan canciones solidarias en balcones y aceras. Los ciudadanos desarrollan el ingenio. La pestilencia engendra mucha bondad social y generosidad ciudadana: por eso el sintagma โ€œdistanciamiento socialโ€ es confuso. El distanciamiento fรญsico es la realidad, pero gracias al amplio uso de medios digitales se crean puentes y vรญnculos sociales, a veces de maneras inesperadas. Es posible que entre bambalinas esperen que haya sociedades mรกs robustas, menos orientadas a los bienes y hambrientas de dinero. Es incluso concebible que haya un permanente aumento en la remuneraciรณn y respeto pรบblico para el personal clave: enfermeros, mรฉdicos, profesores y limpiadores, conductores de ambulancia y de repartos, trabajadores del turno de noche en los almacenes, centros telefรณnicos y supermercados, que se encargan de que sociedades completas sobrevivan a esta pestilencia. Por ahora, es seguro decir que los ciudadanos se han vuelto inventivos. Encabezan peticiones a gobiernos y campaรฑas de recaudaciรณn de fondos para los hambrientos y acosados en Twitter, montan reuniones sociales y fiestas por Skype, y se conocen y se casan por Zoom. Pero es llamativa โ€“realmente asombrosaโ€“ la poca resistencia pรบblica que hay ante la declaraciรณn casi universal de ley marcial.

El silencio y la docilidad de los comentaristas que justifican las medidas drรกsticas con un lenguaje sacado directamente de las obras clรกsicas de la antidemocracia no ayudan mucho. Es tristemente tรญpica la forma en que un profesor de la Universidad de Cambridge muestra su amor hacia el Leviatรกn (1651) de Hobbes por su visiรณn de que โ€œla esencia de la polรญticaโ€ es que โ€œalguna gente le dice a otra quรฉ debe hacerโ€. David Runciman aรฑade: โ€œEn un confinamiento, las democracias revelan lo que tienen en comรบn con otros regรญmenes polรญticos: aquรญ la polรญtica tambiรฉn es en รบltimo tรฉrmino una cuestiรณn de poder y orden.โ€

Esas justificaciones del gobierno de emergencia son peligrosamente ingenuas e ignorantes. A menos que presentemos resistencia, las concentraciones de poder arbitrario siempre muestran una tendencia a lo definitivo. Nacen como medidas temporales y se convierten fรกcilmente en disposiciones permanentes. El poder que cedes es poder que concedes, el poder que se entrega se reclama con dificultad. El estado de emergencia hace que la gente se acostumbre a la subordinaciรณn. Nutre la servidumbre voluntaria. Es la madre del despotismo y, como Percy B. Shelley observรณ en La reina Mab, el poder arbitrario, โ€œcomo una pestilencia desoladoraโ€, guarda un extraรฑo parecido con el virus que dice combatir.

Democracia monitorizada

Hay otra forma que tienen de desorientarnos los nuevos ideรณlogos y practicantes del estado de emergencia. Distraen nuestra atenciรณn desde fructรญferas alternativas democrรกticas hacia las supuestas exigencias del estado de emergencia. En la regiรณn de Asia-Pacรญfico, Taiwรกn y Corea del Sur son ejemplares contramodelos que muestran que la pestilencia puede gestionarse sin maniatar las instituciones. Las cosas no son perfectas, pero el temprano detector de alarmas y los mรฉtodos de escrutinio pรบblico que utilizan para manejar el contagio prestan un nuevo significado al adagio socrรกtico que dice que la vida no examinada no merece ser vivida. Esos gobiernos aplican los principios de โ€œpensar en una emergenciaโ€ e โ€œigualdad de supervivenciaโ€ (Elaine Scarry). Atacan constructivamente el virus asegurรกndose de que el espรญritu de la oposiciรณn al poder arbitrario se haga viral. Practican la democracia monitorizada.

Los procedimientos transparentes y los flujos abiertos de comunicaciรณn son los lemas de sus sistemas de sanidad pรบblica universal. โ€œAplanan la curvaโ€ al implicar y empoderar a los ciudadanos abiertamente para que tomen los asuntos en sus manos, por ejemplo, utilizando restaurantes drive thru e instalaciones hospitalarias especiales (a mediados de marzo de 2020, Estados Unidos tenรญa una media de 74 test por millรณn de habitantes, frente a los 5.200 por millรณn de Corea del Sur). Taiwรกn, donde la vida cotidiana continรบa como de costumbre, con relativamente pocas infecciones y prรกcticamente ninguna muerte, fue rรกpido al controlar (el 31 de diciembre de 2019) los vuelos procedentes de Wuhan. Aprendiรณ lecciones de los estallidos del SARS en 2003 y de H1N1 en 2009. Durante varios aรฑos, el paรญs acumulรณ mรกscaras, agentes higiรฉnicos, pruebas y otros equipos. El gobierno taiwanรฉs ha sido claro sobre el uso de la geolocalizaciรณn de mรณviles para ubicar el paradero de las personas infectadas, y sobre el uso de esos datos para crear โ€œvallas electrรณnicasโ€ en torno a otros que pueden haber estado infectados. En un caso sin precedentes, creรณ un cuerpo monitor paragubernamental llamado Comandancia Epidรฉmica Central (CECC). Compuesta por mรฉdicos seleccionados de todos los niveles del sistema sanitario del paรญs, da informes diarios a los ciudadanos y comparte la capacidad de tomar decisiones con el ministro de Salud y Bienestar.

China

La fรณrmula que funciona en estos paรญses es que el estado de emergencia solo se hace necesario cuando la democracia fracasa. Sabemos que los mercados no regulados fracasan, pero tambiรฉn lo hacen las democracias. Mi libro Power and humility (2018) muestra que, en ausencia de un organismo pรบblico de vigilancia y mecanismos de denuncia para el escrutinio y la contenciรณn democrรกtica, las cosas suelen salir mal en sistemas complejos de poder. El fracaso democrรกtico ocurre. La ecuaciรณn es casi matemรกtica: sin robustos mecanismos de fiscalizaciรณn, las poderosas organizaciones estatales y empresariales acaban teniendo el cerebro de un guisante. Se vuelven imprudentes. El resultado es, de manera tรญpica y no excepcional, retrasos temerarios y decisiones estรบpidas que hieren las vidas de ciudadanos y daรฑan su entorno.

Sin duda, esta fรณrmula es aplicable a la Repรบblica Popular China. La distinguida antropรณloga Liu Shao-hua seรฑala que la manera en que Pekรญn ha manejado el estallido y la expansiรณn de esta Gran Pestilencia es una repeticiรณn de mรฉtodos antidemocrรกticos utilizados para afrontar otras enfermedades como la lepra, el sida y el SARS. Explica que al principio los funcionarios locales del Partido Comunista se encargaron de todo โ€“y empeoraron mucho las cosas, inicialmente por no hacer nadaโ€“. El trabajo de mรฉdicos y enfermeros valientes y el control pรบblico independiente de tendencias y correcciรณn de errores por parte de investigadores que aislaron el virus y lo secuenciaron rรกpidamente fueron aplastados. Informes recientes tanto oficiales como independientes de investigadores chinos sugieren que si el Partido hubiera actuado a mediados de enero, una semana antes, las infecciones en todo el paรญs se habrรญan podido reducir en dos tercios y que si lo hubiera hecho tres semanas antes se habrรญa podido evitar el 95% de casos de tos seca, fiebre alta, cansancio incapacitante y pulmones obstruidos. Esto no ocurriรณ. En vez de eso, la correcciรณn polรญtica y el โ€œsalvar la caraโ€ (bวŽo miร nzi) se mezclaron con el cinismo y la poca voluntad de estropear las celebraciones del Aรฑo Nuevo chino o perturbar โ€œla รฉpoca de los dos encuentrosโ€ (del 6 al 17 de enero de 2020) y produjo un encubrimiento gigantesco. El fracaso democrรกtico triunfรณ. Se produjo una catรกstrofe ambiental global desatada por patรณgenos que mutaban y pasaban de una especie a otra. Habรญa nacido la Gran Pestilencia.

Cuando los informes filtrados y las protestas en las redes sociales empezaron a revelar la magnitud de la infecciรณn en Wuhan y las รกreas cercanas, las filas superiores del Partido entraron en pรกnico. Conscientes de que los monos se dispersan cuando los รกrboles caen, y temerosos de la rebeliรณn, se vieron obligados a confesar y a actuar. Las puertas del poder estatal se cerraron. Ochocientos millones de personas quedaron encerradas. La economรญa se parรณ, estremecida. 3.300 personas fueron abandonadas para morir en apartamentos en cuarentena. A la clรกsica manera del Partido, algunos funcionarios de mรกximo nivel en el sistema sanitario fueron sacrificados. Como un deus ex machina, el dรฉspota enmascarado Xi Jinping apareciรณ despuรฉs en escena. Poco a poco, dentro de China, la enfermedad fue aparentemente controlada.

El nuevo despotismo

Sin duda, entre los resultados mรกs extraรฑos e inesperados de la Gran Pestilencia estรก que el paรญs que incubรณ el virus ahora parece disfrutar de las ventajas tecnolรณgicas y del poder blando de ser la primera economรญa polรญtica que se lo quita de encima. Nadie sabe con quรฉ rapidez la economรญa china puede regresar al crecimiento, o si su modelo de crecimiento capitalista futuro serรก mรกs igualitario, verde y centrado en el bienestar de sus ciudadanos. Mi prรณximo libro, The new despotism (2020), muestra que no debemos infravalorar la resiliencia interior y la capacidad para resistir de China. Esta pestilencia puede, de hecho, convertirse en un momento dorado, un segundo punto de inflexiรณn si, sin un disparo, el paรญs aprovecha la ventaja geopolรญtica de la congestiรณn y el caos en Estados Unidos para tomarle la delantera, para seguir construyendo su imperio global y destruir por fin la ilusiรณn de superioridad americana.

Si las hojas de tรฉ se pueden leer asรญ, la Repรบblica Popular China serรญa la primera gran potencia en recuperarse despuรฉs de que el mundo entero se haya derrumbado. Se romperรญan esperanzas onรญricas de โ€œcooperaciรณn y confianza globalesโ€ (Yuval Noah Harari). Una realidad mรกs dura desacreditarรญa el discurso poรฉtico de esta Gran Pestilencia como la madre de nuevos comienzos: sociedades enteras โ€œromperรญan con el pasado e imaginarรญan el mundo de nuevoโ€ (Arundhati Roy). En cambio, el centro de gravedad geopolรญtico se trasladarรญa por fin a una regiรณn de Asia-Pacรญfico bajo la direcciรณn de Pekรญn. Con unos Estados Unidos irremediablemente debilitados y con los Estados que forman parte de la Uniรณn Europea luchando por mantenerse en pie, los ideales igualitarios y las instituciones que reparten el poder en democracias monitorizadas como Taiwรกn y Corea del Sur se verรญan desbordados, o ignominiosamente empujados y apartados.

Para que todo esto suceda, los ciudadanos chinos necesitarรญan algo mรกs que unirse en el sufrimiento y jurar una orgullosa lealtad a su rรฉgimen de partido รบnico. Tendrรญan que olvidar la lecciรณn mรกs importante de esta Gran Pestilencia: donde no hay vigilancia democrรกtica del poder en nuestro โ€œplaneta virusโ€ (Peter Piot), poblado por trillones de minรบsculas partรญculas vรญricas que esperan ansiosas por secuestrar cรฉlulas vivas, estรก claro que nacerรกn nuevas pestilencias y se extenderรกn democrรกticamente, dentro y fuera de China. En otros lugares del mundo los ciudadanos necesitarรญan rechazar el principio probado de que los virus mutantes adoran la falta de fiscalizaciรณn pรบblica. Mรกs sรบbditos que otra cosa, los ciudadanos abrazarรญan el actual estado de emergencia y en general ignorarรญan el mensaje fatรญdico. Bajarรญan la cabeza, solo necesitarรญan seguir en cuarentena. Garantizarรญan que en esta crisis las democracias se convertirรญan en su peor enemigo. La consecuencia serรญa que las formas chinas de manejar el poder estrecharรญan su control sobre grandes partes del mundo. Un nuevo despotismo diestro en las artes de extender la servidumbre voluntaria, lo que a los intelectuales chinos les gusta llamar โ€œbuen gobiernoโ€ (liรกnghวŽo de zhรฌlว), serรญa un rasgo formativo del pestilente futuro de nuestro planeta. El despotismo serรญa el futuro de la democracia. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Daniel Gascรณn.

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John Keane (1949) es un politรณlogo y profesor universitario. Su libro mรกs reciente en espaรฑol es Vida y muerte de la democracia (FCE/INE, 2018).


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