Pablo Neruda detestaba los conocimientos librescos y puramente teĆ³ricos. Lo dijo a lo largo de toda su vida y de las maneras mĆ”s diversas. En el mĆ”s reciente Congreso Internacional de la Lengua EspaƱola asomĆ³ una idea nueva, contraria a los lugares comunes que se repiten hasta el cansancio a cada rato, y se discutiĆ³ sobre los posibles orĆgenes surrealistas de buena parte de la poesĆa nerudiana. La conversaciĆ³n se produjo en el interior impresionante de la gran biblioteca del convento jesuita del centro de la ciudad de CĆ³rdoba y girĆ³ en torno a un libro del antiguo crĆtico y profesor Juan Larrea: Del surrealismo a Machupicchu. Puedo dar testimonio de que Neruda tenĆa escasa simpatĆa por el autor de este ensayo. De hecho, entre sus numerosas Odas elementales, se puede encontrar una bastante maligna āOda a Juan Tarreaā. Los que polemizaban en el interior de la monumental biblioteca ignaciana preferĆan no acordarse del Tarrea. Yo me acordaba del padre Walter Hanisch, interesante historiador de mis aƱos de estudiante, y lo veĆa en mi recuerdo paseando junto a las estanterĆas del colegio de la calle Alonso de Ovalle, calle nombrada en memoria de uno de los grandes escritores del barroco colonial que el padre Hanisch, precisamente, entre una cabeceada y una pastilla de menta, habĆa estudiado a fondo.
Creer que Neruda, en vĆsperas de escribir su poema Ć©pico mĆ”s cĆ©lebre, meditaba sobre su imaginario surrealismo, serĆa una perfecta ingenuidad. Yo veĆa al poeta con diaria frecuencia en los aƱos de su embajada en Francia en los tiempos de Salvador Allende, misiĆ³n en la que me tocaba acompaƱarlo en calidad de ministro consejero. Un visitante asiduo de aquella embajada era el gran poeta Louis Aragon, la gran figura del comunismo literario de Francia. Y ocurrĆa algo muy digno de destacarse ahora: Aragon, antes de tomar prudente distancia con respecto a la UniĆ³n SoviĆ©tica de Stalin, habĆa sido el fundador del surrealismo en Francia y habĆa escrito textos en una prosa libre, de ruptura de cĆ”nones, como El campesino de ParĆs, texto deshilachado, inspirado, que podrĆa llamarse surrealista avant la lettre. En esos dĆas, Aragon nos habĆa invitado a cenar en su casa del centro histĆ³rico de ParĆs y, al tocar el timbre de la puerta de calle, el poeta embajador habĆa dado un difĆcil salto de flebĆtico, y habĆa exclamado con palabras textuales: āĀ”Estamos fritos. Vamos a tener que ser inteligentes toda la noche!ā Yo dirĆa que Aragon pertenecĆa a la especie intelectual, y que el Neruda de 1972 habrĆa preferido comerse un ajiaco o un curry de cordero en lugar de hablar de estructuralismo o de marxismo a la manera de los idealistas alemanes del siglo XIX. A Ć©l y a su amigo Aragon les gustaba mucho decir que habĆan sido surrealistas toda la vida, y el traductor de Neruda, Jean Marcenac, me miraba con expresiĆ³n de alarma, y me aseguraba que ninguno de los dos poetas hablaba en serio.
AƱos mĆ”s tarde, en forma casual, me tocĆ³ estar con Elisa Bindhoff āla viuda chilena de AndrĆ© Breton, padre del surrealismoā en su departamento de la colina de Montmartre. Elisa me explicĆ³ que, todas las tardes a la misma hora, AndrĆ© se sentaba en su sillĆ³n preferido y contemplaba las mĆ”scaras de arte primitivo y las pinturas de Max Ernst y de Victor Brauner colgadas en la pared de enfrente. AsĆ viajaba, me dijo Elisa, desde la penumbra de su dormitorio de enferma, con la mayor seriedad, y comprendĆ que Neruda era un viajero inmĆ³vil, como lo habĆa definido el crĆtico uruguayo Emir RodrĆguez Monegal, y a partir de ahĆ, de esa nociĆ³n de un viaje circular, de eterno regreso, comencĆ© a comprender otras cosas, cosas que los profesores reunidos en congresos de la lengua suelen no vislumbrar siquiera. LleguĆ© tarde a una de las reuniones del docto congreso y subĆ al empinado escenario armado de mi bastĆ³n, y recibĆ una cerrada ovaciĆ³n, como si hubiera realizado una hazaƱa deportiva poco frecuente entre acadĆ©micos, y en esa forma evitĆ©, para acogerme a la exclamaciĆ³n nerudiana, la obligaciĆ³n de ser inteligente durante un congreso entero. Y me acordĆ© de que Neruda, poeta del agua segĆŗn Octavio Paz, habĆa escrito uno de sus grandes cantos materiales, āEntrada en la maderaā, con unos misteriosos versos preliminares: āCon mi razĆ³n apenas, con mis dedos / con lentas aguas lentas inundadas.ā
ĀæSurrealismo en estado germinal? ĀæAnuncio de la antipoesĆa? La respuesta es de ustedes, y de las nubes, y de los imprevisibles congresos futuros… ~
(Santiago de Chile, 1931 - Madrid, 2023) fue escritor y diplomƔtico.