El espejo colombiano

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Crimen organizado, narcotrรกfico y guerrillas tienen el potencial de socavar la credibilidad y eficacia de las instituciones estatales y polรญticas y de hacer mรกs incierto el futuro democrรกtico de Mรฉxico. Los elementos de esta trรญada pueden influirse recรญprocamente y en ocasiones muestran ominosas relaciones con el sistema polรญtico. Asรญ, por ejemplo, entre las lรญneas de investigaciรณn que la Procuradurรญa
mantiene abiertas en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, figura la de un complot fraguado por el Cรกrtel de Tijuana. Ademรกs, en el transcurso de investigaciones por narcotrรกfico, varios funcionarios pรบblicos y personajes de la polรญtica han sido vinculados judicialmente con actividades de protecciรณn, lavado de dinero o encubrimiento de secuestros cometidos por miembros de cuerpos policiales bajo su cuidado. Tambiรฉn se afirma que la guerrilla del epr acude al secuestro para financiarse. Finalmente, en los รบltimos meses el gobierno mexicano ha venido denunciando la existencia de un floreciente mercado de armas que alimenta a las bandas y pandillas criminales urbanas que siembran desconcierto e inseguridad en la poblaciรณn. A este conjunto de situaciones se llama la “colombianizaciรณn” de Mรฉxico.
ย ย ย ย ย El repaso de algunas experiencias colombianas puede ser de provecho a los mexicanos. En el caso de Colombia, lo peculiar no son sus elevados รญndices de criminalidad aparente (esto es, los delitos denunciados a las autoridades) ni el creciente poderรญo de las organizaciones criminales, sino la intensidad de la violencia asociada. En este sentido, los actuales niveles mexicanos de violencia, incluidas ciudades que presentan altas tasas de secuestros, secuestros exprรฉs o robos de automรณviles, como el รกrea conurbada de la Ciudad de Mรฉxico, Acapulco o Toluca, estรกn muy por debajo de los niveles colombianos. La pregunta es si tales รญndices muestran una tendencia ascendente y, si es asรญ, cรณmo neutralizarla y abatirla.
ย ย ย ย ย Si la globalizaciรณn de los mercados, entre los que debe incluirse el de drogas ilรญcitas, afecta en todo el mundo los รณrdenes estatales y las relaciones de los Estados con sus respectivas sociedades, ya sea en el plano nacional, ya en el local, Mรฉxico y Colombia juegan papeles diferentes en las relaciones internacionales. En los lรญmites y alcances de la polรญtica exterior mexicana, para recordar el tรญtulo y el tema de un libro bรกsico de Mario Ojeda, hay mรกrgenes de negociaciรณn diplomรกtica con Estados Unidos que no tiene ningรบn otro paรญs latinoamericano. Hoy en dรญa, como socio del TLC y miembro de la OECD, Mรฉxico se enfrenta a un nuevo cuadro de oportunidades, pero tambiรฉn a nuevas limitaciones. Los derechos humanos y el tratamiento de la situaciรณn creada en Chiapas por el EZLN, por ejemplo, deben ajustarse, mรกs que a normas internacionales que aรบn no se han definido bien en el plano jurรญdico, a sensibilidades de una opiniรณn mundial poco ilustrada, maleable y volรกtil.
ย ย ย ย ย Desde esta perspectiva, es interesante comparar las situaciones de los gobiernos de Mรฉxico y Colombia frente a eventuales procesos de paz con las guerrillas. El colombiano negocia “en medio de la guerra”, busca afanosamente mediadores internacionales en distintas instancias y ve con buenos ojos el diรกlogo con las guerrillas en el exterior. Para el gobierno mexicano este es un asunto absolutamente interno que debe arreglarse sin ningรบn tipo de participaciรณn externa. Sin embargo, en lo que se llama la guerra de Internet, que es la guerra de las imรกgenes, Mรฉxico estรก mucho mรกs expuesto que Colombia, y tiene mรกs que perder en los Estados Unidos, Canadรก y la Uniรณn Europea. Y, dicho sea de paso, la superpotencia americana es el principal consumidor mundial de drogas ilรญcitas, uno de los principales centros financieros de lavado de dinero y el primer proveedor de armas en los mercados ilegales de Mรฉxico.
ย ย ย ย ย Hasta hace unos aรฑos, antes de ser relevados por los cรกrteles mexicanos, casi todos los seรฑores del mercado internacional de cocaรญna eran colombianos. Pero muy pocos colombianos son o han sido alguna vez narcotraficantes. Mรฉxico y Colombia tienen ventajas geogrรกficas en el mercado internacional de drogas ilรญcitas. Colombia fue escala necesaria de la cocaรญna boliviana y peruana destinada a los Estados Unidos. Pero la geografรญa no basta. En la formaciรณn y ascenso de los cรกrteles colombianos intervinieron viejas tradiciones de contrabando y cierta socializaciรณn con las normas y valores de los Estados Unidos que vino por el lado de las comunidades de colombianos emigrados. Sobre estas bases surgiรณ un empresariado solvente en el desarrollo de nexos con el submundo criminal, las policรญas, el ejรฉrcito, el mundo de los negocios legales y la clase polรญtica. Sin este entramado hubiera sido imposible para los colombianos desplazar a los bolivianos y peruanos, sustituir cultivos, construir y proteger “rutas” de transporte hasta las principales ciudades consumidoras de los Estados Unidos y allรญ crear redes de distribuciรณn despuรฉs de ganar la guerra a la criminalidad cubana.
ย ย ย ย ย En la medida en que la mercancรญa pasaba en trรกnsito por territorio mexicano, los colombianos contrataron protecciรณn de organizaciones locales. Hoy dรญa no se sabe a ciencia cierta quรฉ tipo de relaciรณn media entre las organizaciones colombianas y las mexicanas. En cualquier caso, las experiencias de los รบltimos treinta aรฑos del mercado internacional de drogas prohibidas demuestra que el รฉxito de la represiรณn en un lugar se traduce en el auge en otro lugar. Y muchos analistas concluyen que eso es lo que ha pasado desde el auge de la mariguana en los aรฑos sesenta y setenta y hasta ahora, siendo esos lugares Mรฉxico y Colombia. Si bien el entrevero de los narcotraficantes de los dos paรญses permite hablar de una multinacional del crimen, con su divisiรณn del trabajo, hay que subrayar que los narcotraficantes actรบan autรณnomamente en escenarios locales con sus propias reglas culturales y de poder. Sus transacciones reposan en la confianza, bien escaso e idiosincrรกsico que debe buscarse en las redes de parentesco, amistad, patria chica, asรญ estรฉn orientadas al mercado mundial. En este caso es evidente cรณmo la globalizaciรณn genera una peculiar dialรฉctica de lo mundial y lo local.
ย ย ย ย ย “Colombianizaciรณn” podrรญa ser tomado como un insulto por los colombianos, pero es un tรฉrmino pertinente si nos referimos a la brecha, cada dรญa mรกs amplia, entre la norma jurรญdica y las prรกcticas institucionales y sociales; entre la proclamaciรณn de fรณrmulas para cimentar un estado de derecho y una democracia ciudadana, que se ensayan tanto en Colombia como en Mรฉxico, y el poder pragmรกtico, el que existe realmente. Para el caso colombiano, comparado con el italiano, se ha sugerido que ese poder pragmรกtico aparece en un campo al cual confluyen cuatro vectores: mercado, poder, lo legal y lo ilegal. En ese campo se mueven en Colombia polรญticos clientelistas, narcotraficantes, guerrilleros, paramilitares. Es un campo que articula lo urbano y lo rural; el crimen y los negocios; el poder de extorsionar y la lucha por mantener clientelas de electores; el poder local de la guerrilla que, al menos retรณricamente, estรก orientada hacia el cambio revolucionario, y el poder de la contraguerrilla paramilitar (protegida por los comandantes locales de ejรฉrcito y policรญa) que extorsiona a grandes ganaderos y terratenientes, muchos reciรฉn llegados, que han lavado activos comprando tierras.
ย ย ย ย ย Este cuadro colombiano sugiere un Estado dรฉbil. El contexto interno de esta debilidad remite a la acelerada urbanizaciรณn y modernizaciรณn de la sociedad en el รบltimo medio siglo. El contexto externo es la globalizaciรณn de los mercados, en particular los de armas, drogas y dineros ilรญcitos. Correlato de la globalizaciรณn es la descentralizaciรณn, presentada por el Banco Mundial y otros organismos multilaterales de crรฉdito como panacea y vรญa a la democracia participativa. En el espejo colombiano podemos decir que la globalizaciรณn ha fortalecido mรกs que todo a las redes locales y nacionales del narcotrรกfico, y que la descentralizaciรณn ha fortalecido el poder pragmรกtico en una buena proporciรณn de los 1,070 municipios colombianos.
ย ย ย ย ย La debilidad estatal se agrava por la demografรญa y las colonizaciones. El joven sin oportunidades (educaciรณn pertinente de buena calidad, empleo legal) es una figura consustancial a la colonizaciรณn y a los tinglados de ilegalidad, sean รฉstos los del crimen urbano o las actividades armadas del sicariato urbano, la guerrilla y los grupos paramilitares en los รกmbitos rurales.
ย ย ย ย ย En estas situaciones, mรกs que trazarse una divisoria entre mercado y poder y entre lo legal y lo ilegal hay que entender cรณmo y en dรณnde convergen. Hay sobrados indicios para afirmar que, en los ocho grandes frentes de la colonizaciรณn colombiana de la segunda mitad del siglo XX, la intermediaciรณn polรญtica legal (manifiesta en las redes municipales controladas por polรญticos clientelistas que operan desde las capitales departamentales, generalmente titulares de un escaรฑo en el Congreso) teje tramas de peculado y corrupciรณn que, en un momento determinado, atraen hilos del narcotrรกfico (presto a financiar campaรฑas polรญticas) o acuden al pago de protecciรณn de la guerrilla o de la contraguerrilla. Los entramados clientelares van siendo mรกs tupidos entre mรกs abundantes sean los recursos presupuestales transferidos en aplicaciรณn de las nuevas directrices mundiales de descentralizaciรณn y autogobierno local.
ย ย ย ย ย A la tradiciรณn de paรญs de frontera y de clientela debemos adjuntar la tradiciรณn antifiscalista que, desde la insurrecciรณn de los Comuneros de 1781, unifica grupos y clases contra el Estado y de ese modo desplaza del centro la lucha de clases en el sentido de la teorรญa marxista. Manifestaciones duraderas de este antifiscalismo son el contrabando y la evasiรณn de impuestos, muy visibles en la segunda mitad del siglo XVIII. En momentos de crisis de seguridad ciudadana como la actual, los contribuyentes de los niveles mรกs altos de ingreso consideran de mera rutina calcular una tasa razonable de evasiรณn y pagar protecciรณn privada. Desconfรญan mรกs del “Leviatรกn” estatal que del mafioso, del paramilitar o aun del guerrillero.
ย ย ย ย ย A este cuadro de tradiciones antiestatales, fragmentaciรณn y clientelismo, hay que aรฑadir la pugnacidad y desorientaciรณn valorativa de las รฉlites. La sensaciรณn que hoy parece reinar en amplios sectores de la poblaciรณn colombiana es que se han agravado los sรญntomas de desgobierno e injusticia y que el Estado es tan impotente como antes de la Constituciรณn de 1991, que se expidiรณ precisamente para aliviar estos males.
ย ย ย ย ย Mรกs aรบn, se ha enconado la lucha entre las รฉlites por imponer modelos alternativos de modernizaciรณn, supuestamente el “neoliberal” y el “socialdemรณcrata”, atribuidos a dos facciones del mayoritario Partido Liberal. Pero serรญa vano tratar de caracterizar a dichas facciones. En cualquier caso, la pugnacidad se puso de manifiesto en los alineamientos polรญticos en torno al proceso judicial por los dineros del narcotrรกfico que financiaron la segunda vuelta de la campaรฑa presidencial de Ernesto Samper en 1994 y por el cual hoy purga condenas de cรกrcel una docena de ex congresistas y ex ministros de Estado de la facciรณn del ex presidente Samper.
ย ย ย ย ย Ejemplo de la debilidad del Estado es el conflicto abierto entre la jerarquรญa de la Iglesia (en un paรญs en el que, a diferencia de Mรฉxico, รฉsta ha sido un protagonista polรญtico de primera lรญnea desde 1886) y los comandos castrenses alrededor de quรฉ tipo de balance debe establecerse en el campo del “orden pรบblico”. Dicho de otro modo, quรฉ prioridad jurรญdica y moral debe establecerse entre la defensa de la vida y los derechos bรกsicos de las personas y la defensa de la seguridad del Estado. En esta brecha es sintomรกtico el retraimiento de la clase gobernante, una de cuyas funciones teรณricas es orientar a los gobernados.
ย ย ย ย ย Pero ninguna de estas situaciones, por adversa que sea, puede explicar los niveles de violencia y crueldad que reinan en Colombia.
La violencia estรก acreditada en el mundo moderno como la partera de la libertad y la democracia: la revoluciรณn inglesa del siglo xvii, las guerras de Independencia de los Estados Unidos y de Hispanoamรฉrica, la Revoluciรณn Francesa, la Guerra Civil de los Estados Unidos y de ahรญ en adelante, incluida la Revoluciรณn Mexicana. ร‰sta serรญa la violencia creadora, enfilada contra el mal gobierno y la injusticia, capaz de concitar lealtades y adhesiones hacia un orden polรญtico nuevo y superior.

Alan Knight sugiriรณ un contrapunto entre la Revoluciรณn Mexicana y La Violencia en Colombia (una guerra civil no declarada, entre 1945 y 1964, de la cual se retiraron las รฉlites sociales y polรญticas, y que degenerรณ en una lucha fratricida de campesinos liberales y conservadores, anรกrquica y sin orientaciรณn), que aparece como epรญtome de la violencia destructiva. Esta tragedia nacional, fuente de frustraciones colectivas, aรบn acecha a los colombianos.

La Violencia coincidiรณ con uno de los periodos mรกs febriles de la modernizaciรณn econรณmica y social del paรญs. Quizรกs por eso deja una huella ambigua. No permite advertir, por ejemplo, su papel en deformar instituciones clave del proceso modernizador, como la policรญa y el poder judicial.
ย ย ย ย ย Ademรกs, el ejรฉrcito se involucrรณ en el conflicto civil cuando estaba adoptando las doctrinas de la Guerra Frรญa, que terminaron infundiendo en la oficialidad la mentalidad del “enemigo interno”, que, a la postre, resultรณ nefasta para la institucionalizaciรณn democrรกtica y para la eficiencia castrense. Esto fue evidente en la legislaciรณn y la prรกctica de organizaciones paramilitares en las coyunturas guerrilleras posteriores a 1965, que muchas veces escaparรญan del control legal.
La policรญa ganรณ entre la poblaciรณn civil una reputaciรณn de brutalidad e ineficacia que desde entonces no ha conseguido disipar completamente. El poder judicial, marcado por la venalidad, quedรณ en posiciรณn aรบn mรกs subalterna del ejecutivo. Apenas en 1945 se creรณ el Ministerio de Justicia, despuรฉs de medio siglo de sujeciรณn administrativa de los jueces al Ministerio de Gobierno. Pero los oleajes de violencia sectaria de liberales y conservadores impidieron que cristalizara una judicatura independiente y esclarecida. Asรญ, cuando la sociedad requerรญa un orden estatal vigoroso, estas dos instituciones fundamentales quedaron en un limbo de legitimidad. Los efectos aรบn se expresan en los altos รญndices de criminalidad, de un lado, y, del otro, de impunidad y corrupciรณn policial que hoy reinan en Colombia.
La Violencia fue, ademรกs, una fuente primordial de desacato generalizado a la ley por parte de las รฉlites empresariales y plutocrรกticas, de la mentalidad de mercados negros y paralelos en divisas, evasiรณn fiscal, contrabando, trรกfico de licencias de importaciรณn, sobrefacturaciรณn. Esta psicologรญa fue propiciada en parte por la bonanza cafetera de 1945 a 1954, caracterizada por fuertes fluctuaciones de precios de tipo especulativo. Al desacato se sumรณ, de 1949 a 1953, la falta de apoyo polรญtico de mรกs de la mitad de la poblaciรณn a regรญmenes tachados de ilegรญtimos por los dirigentes liberales, aunque algunos de รฉstos coincidieron con el gobierno conservador en que para restablecer la vieja civilidad debรญan desmovilizarse temporalmente los electorados.
ย ย ย ย ย Del mismo modo que enderezar una planta que nace torcida, rediseรฑar y reconstruir una instituciรณn mal erigida toma mucho tiempo; es una operaciรณn costosa y controvertida y el resultado siempre serรก incierto. Policรญa y poder judicial, dos instituciones รกgiles y confiables actuando dentro del estado de derecho, abatirรญan el entramado pragmรกtico. En Italia tomรณ muchos aรฑos, pero al fin se logrรณ un resultado contundente. ยฟQuรฉ pasarรก en Colombia? Un buen caso de reflexiรณn para los mexicanos.
ย ย ย ย ย En Colombia se vislumbrรณ la salida expidiendo una nueva Constituciรณn en 1991. Ahora, quizรกs, empezamos a formular la cuestiรณn en tรฉrminos razonables. ร‰lites y sectores populares coinciden en que la crisis colombiana se comprende mejor enfocando la brecha entre la Constituciรณn de 1991 (que aboliรณ la de 1886) y el sistema que realmente existe. En el artรญculo 22 se define la paz como un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento para gobernantes y gobernados. El establecimiento de este principio se vuelve problemรกtico no sรณlo por la dificultad de darle un desarrollo legislativo, hasta ahora precario, sino por el escandaloso divorcio entre un Constituyente bien intencionado y la multiplicaciรณn de agentes y formas de violencia bajo la Constituciรณn que expidiรณ.
ย ย ย ย ย Suele decirse que no puede haber paz si no hay justicia. Para no especular con temas como la justicia social, tomemos una de las facetas de la justicia: la que procura o administra el poder judicial del Estado, auxiliado por la policรญa, uno de los asuntos privilegiados en la nueva Constituciรณn.
ย ย ย ย ย Lo primero que resalta es que no todos los ciudadanos colombianos son iguales ante la justicia que administra el poder judicial. La justicia comรบn estรก cercada por una espesa maraรฑa de formalismos y rituales que impiden que sea rรกpida y expedita y con iguales oportunidades de acceso. Aparte de esto, actores que derivan su poder de las armas, como los militares, los narcotraficantes o los guerrilleros, han mostrado capacidad de bloquear la acciรณn de los jueces y la policรญa. La amenaza, el ataque aleve, la extorsiรณn, son mecanismos bien documentados.
ย ย ย ย ย A la sombra de La Violencia en Colombia se desarrollรณ la justicia de excepciรณn o de estado de sitio. Es decir, que el aparato judicial y la legislaciรณn penal han sido mecanismos empleados por el poder presidencial para fortalecer y legitimar las medidas de excepciรณn, ya sea contra el narcotrรกfico, los movimientos de protesta social o la guerrilla. Entre 1950 y 1987, por ejemplo, la justicia penal militar juzgรณ en consejos de guerra a civiles acusados de delitos contra la seguridad del Estado. Tan lenta e ineficiente como la justicia ordinaria, habรญa ampliado su campo de acciรณn al punto que en la dรฉcada de 1970 cerca de un tercio de los delitos consagrados en el Cรณdigo Penal podรญa caer bajo la jurisdicciรณn de jueces militares.
ย ย ย ย ย La justicia de excepciรณn fragmenta y desarticula la acciรณn de diversos organismos del Estado. Por ejemplo, en 1995, ante el aumento alarmante de la inseguridad ciudadana y presionados por los medios de opiniรณn (entre los que saca la delantera el periodismo sensacionalista), los polรญticos se ven precisados a endurecer las penas y a criminalizar diversos tipos “anormales” de conducta social. El resultado inmediato fue el aumento de la poblaciรณn carcelaria, el hacinamiento de presos (la gran mayorรญa, pobres que no pueden pagar abogados) y la politizaciรณn de los motines en medio de una extraordinaria violencia, como se ha visto en las pantallas de televisiรณn en 1997 y 1998. En estos dรญas se habla de despenalizar conductas y en muchos casos de cambiar la cรกrcel por la casa para que salga un 25% de los presos. Pero quedamos a la espera de una nueva oleada de indignaciรณn pรบblica para que vuelva a comenzar el ciclo.
ย ย ย ย ย A esto debe aรฑadirse la laxitud mostrada frente a los transgresores poderosos. Por ejemplo, al tiempo que se habรญa endurecido el sistema penal contra delitos de terrorismo (que incluรญan las pedreas estudiantiles) y una vez consagrada la prohibiciรณn constitucional de extraditar nacionales, el gobierno de Gaviria negociรณ en 1991 el “sometimiento de Pablo Escobar a la justicia”. Confiando en una nueva legislaciรณn de reducciรณn de penas, Escobar impuso las condiciones de su cautiverio, a pesar de estar acusado de ser el autor intelectual de una oleada de crรญmenes que incluye el asesinato de varios candidatos presidenciales, un ministro de justicia y un procurador general de la naciรณn; el secuestro de familiares de la gente de poder; la demoliciรณn dinamitera de dos grandes periรณdicos liberales y de la sede nacional de la policรญa secreta, y la voladura de un aviรณn de pasajeros en pleno vuelo. Escobar fijรณ el terreno donde debรญa construirse la cรกrcel, aprobรณ los planos, hizo el reglamento interno de la prisiรณn y รฉl mismo se encargรณ de dirigirla. Puesto que se “sometiรณ” junto con su plana mayor, con รฉsta convirtiรณ a la cรกrcel (que la opiniรณn pรบblica bautizรณ como La Catedral) en la guarida desde la cual continuรณ dirigiendo, ahora con protecciรณn estatal, sus operaciones de trรกfico de drogas y de extorsiรณn a otros narcotraficantes. Fugado, prosiguiรณ una lucha feroz contra sus enemigos internos; tratรณ de neutralizar al gobierno secuestrando rehenes de las familias polรญticas y prosiguiรณ la guerra contra sus competidores de Cali, quienes pudieron continuar tranquilamente en su negocio mafioso a cambio de dar informaciรณn y ayuda para eliminar al demonizado Escobar.
ย ย ย ย ย Otro caso de bloqueo a la justicia es el de los militares, que gozan de un fuero limรญtrofe con la impunidad. Puede citarse, entre otros, el caso de los oficiales y suboficiales acusados por los jueces, junto con otros civiles, de participar en distintas masacres de campesinos sospechosos de apoyar a las guerrillas, ocurridas desde 1988. En estos casos, mientras algunos cรณmplices civiles fueron juzgados y recibieron penas acordes (no es para nada el caso de Carlos Castaรฑo, el principal jefe paramilitar del paรญs), los militares consiguen ser juzgados por militares. En algunos casos los jueces son antiguos subalternos. Protegidos por esta muralla del fuero, el juicio queda en el limbo, los acusados prosiguen su carrera, y reciben ascensos pese a estar sub judice.
ย ย ย ย ย En vista de la capacidad de infiltraciรณn de los narcotraficantes y de su poder extorsivo, respaldado en un formidable aparato militar, se crearon justicias especiales o “la justicia sin rostro”, en la que los jueces y los testigos eran secretos. Aunque en muchos aspectos este tipo de justicia fue eficaz impidiendo la efectividad de las amenazas de los narcotraficantes a los jueces, terminรณ, en mรกs de un 90% de los casos, o dedicada a acusar y detener por conductas engranadas a luchas cรญvicas y populares o bajo el control militar del orden pรบblico, a veces en abierta complicidad con las violaciones de los derechos humanos. Esta justicia, cuyo balance es ambivalente, desaparece este aรฑo. Si desde 1987 se declarรณ inconstitucional que los civiles sean juzgados en consejos de guerra, instituciones como los jueces sin rostro han continuado sirviendo para violar las garantรญas procesales de los enemigos del Estado, sean narcotraficantes o guerrilleros.
ย ย ย ย ย Otra de las instancias judiciales creadas por la nueva Constituciรณn fue la poderosa Fiscalรญa General de la Naciรณn. La oficina, con plena autonomรญa administrativa y presupuestal, quedรณ expuesta en sus debilidades en 1995, cuando el fiscal, al mando de sus unidades investigadoras, acusรณ al presidente Samper de complicidad en el ingreso y manejo de dinero proveniente del Cรกrtel de Cali en la campaรฑa electoral de 1994. En manos de un polรญtico profesional y no de un jurista, se vio cรณmo la Fiscalรญa fijรณ y desarrollรณ sus estrategias de investigaciรณn sin rendir cuentas a nadie. El fiscal fue incapaz de construir un caso sรณlido contra el presidente, dedicรณ obsesivamente casi todos los recursos a su disposiciรณn a “tumbar” a Samper, se alineรณ ostensiblemente con los enemigos polรญticos de รฉste y, para rematar la faena, renunciรณ al cargo, postulรกndose de precandidato liberal a la presidencia. La judicatura trampolรญn y la facilidad de judicializar la polรญtica al precio de desatar una crisis nacional terminaron desprestigiando, aรบn mรกs, la justicia del Estado.
ย ย ย ย ย Crimen organizado, narcotrรกfico y guerrillas surgen, se desarrollan y combaten en contextos estatales y culturas polรญticas e institucionales especรญficas, de modo que bien pueden ser engaรฑosas las comparaciones estadรญsticas entre Mรฉxico y Colombia. ยฟQuรฉ se ve en el espejo colombiano? Similitudes; la creciente debilidad estatal. No en vano los narcotraficantes explotan la veta de oportunidades que ofrece el Estado dรฉbil. La debilidad se expresa y agrava por la percepciรณn ciudadana de una brecha entre el ideal del estado de derecho y el campo pragmรกtico por el que se desplazan los actores, legales e ilegales, orientados al poder o al comercio. Tambiรฉn se expresa ladebilidad en el enfrentamiento pugnaz de la clase polรญtica, que, en Colombia, es puro canibalismo.
ย ย ย ย ย El espejo tambiรฉn acentรบa diferencias. Mientras que el Mรฉxico moderno surge de una matriz de violencia creativa, la Revoluciรณn, Colombia viene de la frustraciรณn colectiva de La Violencia. En el primer caso, el Estado aprendiรณ a neutralizar a sus adversarios mediante la negociaciรณn y la inclusiรณn; en el caso colombiano, la respuesta se ha confiado mรกs a las armas de la guerra, de las que forma parte la justicia el Estado. Asรญ prosigue la espiral de muerte y terror en la desdichada naciรณn colombiana.-

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Historiador. Profesor-investigador de El Colegio de Mรฉxico.


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