El saldo de Chiapas

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En contra de los temores de muchos, las elecciones en Chiapas transcurrieron en calma y al parecer sólo hay que lamentar la emboscada en la que perecieron dos militantes del Partido del Trabajo en Simojovel.
     Tal y como se preveía, el candidato de la coalición opositora, Pablo Salazar Mendiguchía, ganó por un amplio margen. A pesar del descarado reparto de despensas en los días previos a las elecciones, de la furibunda campaña de desprestigio de la prensa y la televisión locales en contra del candidato de la Alianza por Chiapas y de las amenazas que padecieron sus simpatizantes en muchas comunidades indígenas, el PRI sólo logró conservar —ligeramente menguados— los votos que había obtenido en ese estado el 2 de julio en las elecciones federales.
     Por su parte, las bases zapatistas se abstuvieron una vez más de participar en los comicios, a pesar de la importancia que éstos tenían para la paz en Chiapas.
     La victoria de Pablo Salazar es así, antes que nada, la victoria de todos aquellos chiapanecos que desean vivir en un régimen democrático y de respeto a las libertades fundamentales y a los derechos humanos, en el que la violencia y las amenazas dejen de ser utilizadas como armas políticas.
     Desgraciadamente, el PRI demostró una vez más que antepone sus intereses particulares a la paz en Chiapas. En un acto de total irresponsabilidad, cuando todas las encuestas de salida anunciaban su derrota por amplia diferencia de votos, el candidato a gobernador del PRI, Sami David, anunció en la televisión local que los primeros resultados le favorecían (¿provendrían éstos del municipio de Chamula?). Más grave aún, la dirigente nacional de PRI, Dulce María Sauri, puso en duda la validez de estas encuestas y declaró que sólo se atendrían a los resultados definitivos que se darían a conocer varios días después de los comicios. En el contexto de polarización y de conflicto que caracterizaron la campaña electoral, estas declaraciones podrían haber provocado sangrientos

enfrentamientos en todo el estado.
     Afortunadamente, los ciudadanos chiapanecos respondieron con

cordura y paciencia. La Alianza por Chiapas mostró su madurez política. Pablo Salazar se abstuvo de toda declaración, y evitó anunciarse ganador a pesar de que las encuestas no dejaban lugar a dudas sobre el resultado de las elecciones. Tras las felicitaciones del presidente electo, Vicente Fox, al candidato de la Alianza por Chiapas, la Comisión Estatal Electoral se animó, por fin, a dar los resultados de los conteos rápidos que había encargado. Acto seguido, el gobernador interino, Roberto Albores Guillén, reconoció el triunfo de Pablo Salazar. Sólo entonces pudimos salir a festejar el triunfo de la democracia en Chiapas. A esta hora (lunes por la tarde), Sami David y su partido siguen sin reconocer la victoria del candidato de la Alianza por Chiapas. Este hecho, aunado a los sangrientos acontecimientos de Chimalhuacán, nos hace dudar de que el PRI sea capaz de convertirse en un partido de oposición democrático que contribuya a mantener la estabilidad política del país. –

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(ciudad de México, 1954), historiador, es autor, entre otras obras, de Encrucijadas chiapanecas. Economía, religión e identidades (Tusquets/El Colegio de México, 2002).


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