La cƩlebre fƔbrica Automex (1964) de Toluca fue la primera obra maestra de Ricardo Legorreta (1931-2011).

El sueƱo atemporal

AƑADIR A FAVORITOS
ClosePlease loginn

Ricardo Legorreta (1931-2011) estuvo a punto de morir cuando tenĆ­a treinta aƱos y acabĆ³ viviendo hasta los ochenta. Cuando en su juventud sobreviviĆ³ a una enfermedad que termina con la vida del 99 por ciento de quienes la padecen, escribiĆ³: “Cuando me estaba muriendo me sentĆ­a atormentado por el pensamiento de no haber logrado nada. No se puede saber el verdadero significado de la vida hasta que se muere.” Tuvo cincuenta aƱos mĆ”s para desarrollar una arquitectura que en aquel momento comprendiĆ³ que debĆ­a estar al servicio de los grandes ideales humanos. Entonces se quejaba de que muy pocas obras se fundaban sobre principios longevos. DecĆ­a que se hacĆ­a “poca verdadera arquitectura”. Entre el rescate de raĆ­ces y una vocaciĆ³n universal, Legorreta dedicĆ³ su vida a exportar la imagen construida de un MĆ©xico contemporĆ”neo.

La fĆ”brica de Automex enToluca (1964), realizada a los 31 aƱos de edad, fue su primer manifiesto para devolver el carĆ”cter expresivo que el Estilo Internacional habĆ­a olvidado y, asimismo, revaluar lo mexicano. Para Ć©l, Automex fue una rebeliĆ³n en contra de las corrientes importadas; querĆ­a transformar un complejo industrial en una hacienda moderna. El proyecto significĆ³ el inicio de un discurso incansable basado en el rescate de lo vernĆ”culo y en una arquitectura escenogrĆ”fica desarrollada por medio de secuencias entre volĆŗmenespesados y patios generosos. AhĆ­ invitĆ³ a colaborar a Mathias Goeritz –presente en las formas cĆ³nicas esculturales–, originando el estrecho vĆ­nculo con las artes plĆ”sticas que Legorreta siempre disfrutĆ³ promover. En la inauguraciĆ³n, a travĆ©s de Goeritz conociĆ³ a Luis BarragĆ”n, quien le reclamĆ³ no haber entendido la importancia del paisaje. Para la construcciĆ³n del Hotel Camino Real de Polanco en 1968 invitĆ³ a ambos como colaboradores y desde entonces precisĆ³ un vocabulario tras el cual BarragĆ”n habĆ­a transformado en rito palabras como luz, color, misterio y agua.

En el Camino Real, Legorreta modificĆ³ el deseo del cliente de hacer un edificio alto para reinventar tanto el concepto de claustro como el sentido de lo urbano. ConstruyĆ³ un oasis conformado por bloques horizontales tejidos entre jardines, patios, fuentes y terrazas. En esa obra definiĆ³ al arquitecto como director de orquesta, volviĆ©ndose defensor de las colaboraciones. Ese mismo aƱo completĆ³ el edificio Celanese en Avenida RevoluciĆ³n, caracterizado por su estructura suspendida. Si el hotel expresaba el carĆ”cter emocional defendido por Goeritz y BarragĆ”n, en la torre de oficinas se hallaba la sensibilidad tĆ©cnica aprendida con JosĆ© VillagrĆ”n. Gracias a este “padre de la arquitectura moderna en MĆ©xico”, con quien habĆ­a trabajado durante doce aƱos hasta convertirse en socio, cultivĆ³ el oficio. De la racionalidad de VillagrĆ”n al romanticismo barraganiano, Legorreta tomĆ³ al muro como sĆ­mbolo y al color como bandera. Tanto que, en lugar de decir: “HarĆ© un muro rojo”, expresaba: “HarĆ© un rojo que serĆ” muro.”

Graduado de la UNAM en 1952, iniciĆ³ su carrera dividido entre la honestidad material y constructiva inculcada como aprendiz y las cualidades sensoriales que aportaba la calle. Progresivamente, sus obras fueron ocultando la estructura en favor de las superficies. RefutĆ³ la estĆ©tica de  lo necesario del Funcionalismo a cambio de lo que VillagrĆ”n llamĆ³ despilfarro espacial. La arquitectura de escala sobrada de Legorreta fue parte de una narrativa hecha por medio de efectos. En sus dibujos cambiaba incluso el grosor de los lĆ”pices para enfatizar la pesadez de los muros. La fuerza de la mano era insuficiente para marcar el acento de volĆŗmenes y la abundancia de masa contra el vacĆ­o. BuscĆ³ vencer lo inhĆ³spito de las formas monumentales con la amabilidad del color y lo sorpresivo de la luz. Le gustaba entender los edificios como juegos de secuencias entre lo abierto y lo cerrado; hacer recorridos que ofrecieran “el placer de perderse”.

Evocar las inigualables experiencias espaciales creadas de forma anĆ³nima en Ć©pocas pasadas le valiĆ³ la calificaciĆ³n por parte del crĆ­tico estadounidense Richard Ingersoll como “uno de los primeros arquitectos autĆ©nticamente posmodernos de nuestro tiempo”, dado su interĆ©s por lo popular, lo contextual y lo histĆ³rico, “al borde incluso de lo kitsch”. De manera paralela a sus coetĆ”neos –como Teodoro GonzĆ”lez de LeĆ³n, Abraham Zabludovsky, AgustĆ­n HernĆ”ndez o Pedro RamĆ­rez VĆ”zquez–, el exceso de masa, las geometrĆ­as primarias y la proliferaciĆ³n de escaleras se sustentaban con metĆ”foras sobre la tradiciĆ³n. En consonancia con su compromiso cultural, la arquitectura de Legorreta fue una oportunidad por exhibir la riqueza del lugar. De pesados trabajos en piedra a laboriosos pavimentos, de fuentes insĆ³litas a aplanados imposibles, su diseƱo fue aquel del artesano, a quien tanto supo valorar. RedignificĆ³ igualmente maderas comunes, textiles y montaƱas.

Del hotel Hacienda en Cabo San Lucas (1972), donde las habitaciones se vuelven dunas de arena, al mĆ”gico Camino Real de Ixtapa (1981), convertido en parte de la montaƱa, o a su casa en Valle de Bravo, camuflada como topografĆ­a, hasta aquellas obras que buscaron ser por sĆ­ solas un paisaje, destacando como figuras aisladas del contexto –como la Biblioteca de San Antonio en Texas (1995) o el pabellĆ³n de MĆ©xico en la Feria Mundial de Hannover (2000)–, su arquitectura transitĆ³ de lo introspectivo y abstracto a lo literal. Su obra, entendida como ambiente, fue construyĆ©ndose a partir de referencias. La Alhambra de Granada, las ruinas de Egipto o Monte AlbĆ”n en Oaxaca fueron tan imprescindibles como la influencia de los artistas Chucho Reyes Ferreira y Pedro Coronel, asĆ­ como su obra tampoco podrĆ­a explicarse sin el legado de arquitectos como Aldo Rossi y Louis Kahn.

Legorreta diseĆ±Ć³ desde ciudades hasta sillas. Bajo la firma LA DiseƱos hizo tanto mobiliario como objetos, y para el proyecto urbano de Jurica, en QuerĆ©taro, incluso planeĆ³ la estructura laboral de la comunidad, proponiendo una economĆ­a basada enel trueque. Buena parte de su obra la realizĆ³ en el extranjero, iniciando con la casa de Ricardo MontalbĆ”n en Hollywood (1985) y el proyecto de Westlake en Dallas (1991) la explosiĆ³n de su etapa mĆ”s fecunda. Con su hijo VĆ­ctor Legorreta trabajĆ³ las Ćŗltimas dos dĆ©cadas, continuando desde el aƱo 2000 bajo el nombre de Legorreta+Legorreta, la trayectoria que habĆ­a iniciado en sociedad con NoĆ© Castro, Carlos Vargas y Ramiro Alatorre en los aƱos sesenta.

Con reconocimientos como la Medalla de Oro de la UniĆ³n Internacional de Arquitectos asĆ­ como el Premio Imperial de JapĆ³n, otorgado poco antes de su fallecimiento el penĆŗltimo dĆ­a del aƱo 2011, la arquitectura de Legorreta seguirĆ” siendo noticia. Sobre todo con proyectos como la torre de cincuenta niveles para BBVA-Bancomer en el Paseo de la Reforma, prevista para inaugurarse el prĆ³ximo aƱo e ideada junto con el britĆ”nico Richard Rogers (autor del Centro Cultural Georges Pompidou en ParĆ­s). Nada mejor para reunir su vocaciĆ³n sintĆ©tica que la mezcla resultante del trabajo con uno de los arquitectos inventores del High-Tech que ahora vestirĆ” de rosa el sueƱo mexicano de Legorreta. Como escribiĆ³ la novelista Ɓngeles Mastretta: “Cuando uno camina por los espacios que Legorreta ha creado, nunca camina solo.” Dormir en un recinto suyo  “no solo es dormir, es soƱar”. ~

+ posts


    × Ā 

    Selecciona el paĆ­s o regiĆ³n donde quieres recibir tu revista:

    Ā  Ā  Ā