Aunque relacionada siempre con el surrealismo, la poesía de Emilio Adolfo Westphalen es reacia al encasillamiento. Es, sí, heredera de una admirable vanguardia peruana (que va de César Vallejo a Martín Adán a César Moro), pero al desembocar en él, la poesía parece olvidar su ascendencia y recomenzar sola, excéntrica, marginal: desaparece la referencia e incluso la sintaxis, todo parece entregarse al azar. Su tema, su obsesión, fue el amor, manifiesto en su voz lírica pero también en su deliberado silencio. Sus libros más importantes son Las ínsulas extrañas (1933), Abolición de la muerte (1935) y Otra imagen deleznable (1980). En México, la UAM le publicó Ha vuelto la diosa ambarina (1988). Hoy podría decir: "He abandonado mi cuerpo/ como un guante para dejar la mano libre/ si hay que estrechar la gozosa pulpa de una estrella". –