Cuando un mundo vencido
se impone como una vasta tristeza
de gaitas que sollozan
la bruma alrededor se cierne
y baja
para asir nuestra sombra
Cargados velos de humedad se tienden
y una mujer que canta
nos recuerda que un dios o una diosa
no tiene forma humana
que la surgente danza
es dicha en movimiento
Y una lid de metales
señala que el sonido
se multiplica según vayan consintiéndolo
nuestras expectativas de delicia
Así —ya en Delfos—
¿cómo no reírse de su Apolo?
No hay parangón posible
El dios genuino insiste en ocultarse
a la par que en mostrarse
La música sinuosa
o lacia apunta crótalos
y un trazo de serpiente
viva en las frescas sienes
Hoy es el primero
entre todos los días
que se repite sólo cuando danzas. –
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