Guirnalda de Melisa 16 aproximaciones a la Antología griega

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Prólogo
     Asclepíades: Al padre de los dioses

Contra el planeta entero arroja tu furia:
     tormenta, rayos, lluvia, nieve, granizo,
     calor, tinieblas.
     Estremece la tierra cuanto quieras.
     Exponme a todos los peligros.
     Cederé si me matas.
     Pero si me conservas la existencia
     no dejaré de amar a las mujeres.
     Hacia ellas me impulsa el mismo dios,
      Eros,
     que te domina incluso a ti,
      Padre Zeus.

 
     1. Rufino: La vida breve
     Dura poco la edad de los placeres.
     El resto de tu vida lo ocupa la vejez
     y en seguida viene la muerte.

 
     2. Estratón: Resentimiento
     Las muchachas altivas y de cuerpo perfecto,
     que nos miran con gran desprecio,
     son fruto de la higuera en la más alta peña:
     se las comen los buitres y los cuervos.

 
     3. Arquíloco: Allá arriba
     Melisa, higuera de las peñas,
     tu hermosura alimenta los cuervos.
     A todos quieres, tú, la más deseable,
     la que ofrece deleite y da sufrimiento.

 
     4. Meleagro: Dones
     Eros le dio a Melisa la hermosura,
     Afrodita la magia de su lecho,
     su encanto lo heredó de las Tres Gracias.
     5. Posidipo: Contumacia
     Mucho antes de que saque los pies del fuego
     ya me incita otra hoguera.
     Nunca dejo de amar.
     El deseo me trae más lágrimas
     y el dolor del amor renuevo.

 
     6. Asclepíades: No te importe después
     Ayer tuve a Melisa entre mis brazos.
     Una cadena atada a su cintura
     llevaba escrito en letras de oro:
     Ámame.
     No te importe después
     que otros me tengan.

 
     7. Argentario: Como la abeja
     Melisa es
     como la abeja —amiga de las flores:
     cuando te ama destila miel.
     Cuando habla de lo que hace con tus rivales
     te clava el aguijón
     —como la abeja.

 
     8. Macedonio el Cónsul: Melisa
     Tu nombre evoca toda la dulzura
     —pero eres más amarga que la muerte.

 
     9. Posidipo: Nadie
      ”Catulo, es vergonzoso —escribe Manlio—
      que sigas en Verona cuando aquí en Roma
      calienta cualquier joven a la moda
      su cuerpo en aquel lecho que abandonaste.”
      No es ninguna vergüenza, Manlio,
      sino más bien una desgracia.
     — Catulo, LXVIII

No trates de ablandarme con tus lágrimas,
     Melisa. Bien lo sé:
     si estás conmigo
     suspiras que me amas como a nadie.

Pero cuando otro te posee le juras:
     —Te quiero como a nadie en este mundo.

 
     10. Filodemo el Epicúreo: Abismo
     Cada vez que me acuesto con Melisa
     siento que toco el fondo del abismo
     y echo a perder mi vida.

Ya no estoy en edad,
     hago el ridículo,
     todo es terrible y todos me condenan.

Pero de nada sirve esta conciencia:
     Cuando clava la flecha del deseo
     Eros destruye en ti todos los miedos.

 
     11. Rufino: Objeción
     De ti amo todo
     —menos tu mal gusto
     que te lleva a aceptar a quienes detesto.

 
     12. Nicarco: Sensatez
     A esta edad lo sensato
     no es buscarse una amante
     sino un sepulcro.

 
     13. Filomeno el Epicúreo: No hay salida
      Pena y vergüenza da el amor de un viejo.
      Los años que reclaman
      los generales al soldado fuerte
      se los pide a su amigo una muchacha.
     — Ovidio, Amores, IX

Todos me exigen:
     —Rompe con Melisa.
     Ya no sigas cubriéndote de oprobio.

Es vergonzoso:
     Me quedé sin fuerza
     para escapar
     porque la cruel muchacha,
     siempre que me repite:
     —No te convengo—
     se vuelve aún más hermosa y más deseable.

 
     14. Asclepíades: La flecha de fuego
     Larga noche de invierno:
     El sol se ha puesto
     y en vano espero ante tu puerta.

Melisa, no es amor
     sino la flecha
     de fuego que clavó en su furia Eros.

 
     15. Pablo Silenciario: Habla Melisa
     —Cuando hago el amor con Pedro
     me imagino que estoy con Carlos.
     Cuando me toma Carlos pienso en Alberto
     y si me tiene Alberto vuelve el deseo
     de acostarme otra vez con Pedro.

Reniego siempre del que está en mis brazos.
     Por tanto ellos
     me aman con más ardor que a ninguna otra.

Mujer, si tú me juzgas una gran puta,
     un mal ejemplo, un monstruo
     (aunque muy hermosa),
     desde luego lo acepto y estoy de acuerdo.

Pero entonces, amiga, por favor quédate
     con la horrible miseria de que te ame
     tan sólo un hombre en vez de tres o cuatro. –

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