El cerebro de Saddam
Cuando los profesores de la Sorbona se reรบnen para deliberar acerca de a quiรฉn otorgarรกn la distinciรณn del alumno mรกs malvado, probablemente repasan todos los nombres conocidos: Pol Pot, genio del genocidio camboyano; Abimael Guzmรกn, dirigente del movimiento guerrillero Sendero Luminoso del Perรบ, y Ali Shariat, padrino intelectual de la revoluciรณn iranรญ. Pero en realidad deberรญan tomar muy en cuenta a Michel Aflaq.
Aflaq, intelectual sirio y dirigente polรญtico, fundรณ los partidos Baath sirio e iraquรญ. Tambiรฉn Aflaq hizo llegar a Saddam Hussein, en 1963, a la Direcciรณn Regional del Partido Baath del Iraq, y lo instalรณ en la ruta a la dictadura. Y Aflaq fue quien estableciรณ la ideologรญa que sigue dominando hoy el pensamiento de Saddam. Despuรฉs de todo, Saddam Hussein no es un general que ocupara el gobierno por un golpe militar. Es un granuja, un despiadado lรญder tribal, un padrino tipo Don Corleone, un dictador loco por el poder. Y es, ante todo y mรกs que nada, un activista polรญtico, un hombre de partido.
Saddam se formรณ como cuadro de la muy ideolรณgica y dogmรกtica estructura del Partido Baath. Sus discursos, desde que llegรณ al gobierno en 1968 hasta hoy en dรญa, tienen un constante carรกcter ideolรณgico y pseudointelectual, y en el รบltimo decenio les ha aplicado incluso una capa de retรณrica islรกmica. Desde sus primeras hasta sus รบltimas declaraciones, siempre ha presentado a los รกrabes como la raza maestra, cuya historia y conquistas son gloriosas. Siempre tuvo una creencia mรญstica en la autopurificaciรณn a travรฉs de la violencia, la idea de que el alma se eleva por la guerra y el asesinato. Y, lo mรกs importante, siempre ha estado comprometido con una vida de lucha implacable, de guerras y enfrentamientos cada vez mรกs exhaustivos, de revoluciรณn perpetua, que socava toda verdad objetiva, toda estabilidad, toda posibilidad de reposo y de paz. Ha creรญdo en todo esto en nombre de cierta conquista final y trascendente para sรญ mismo y la naciรณn รกrabe.
Adquiriรณ estas creencias y hรกbitos mentales del Partido Baath y, a fin de cuentas, de su lรญder y fundador. "Michel Aflaq creรณ el partido y no yo —declarรณ Saddam en una entrevista en 1980—. ¿Cรณmo olvidar lo que Michel Aflaq ha hecho por mรญ? De no ser por รฉl, yo no estarรญa en este lugar." Saddam instalรณ a Aflaq en un alto puesto del partido cuando se hizo dictador. Saddam cita a Aflaq al insistir, como hace a menudo, en que el Partido Baath no es como otros. En cambio, afirma, es un credo, parecido por su fe y objetivos al islam inicial, que ofrece elevaciรณn espiritual en el proceso de ascenso de la naciรณn a travรฉs de grandes proezas de conquista, liberaciรณn, justicia, altruismo y flexibilidad.
Michel Aflaq naciรณ en Damasco en 1910, como cristiano ortodoxo. Obtuvo una beca para cursar filosofรญa en la Sorbona entre 1928 y 1930 (discrepan las biografรญas), y ahรญ estudiรณ a Marx, Nietzsche, Lenin, Mazzini y a una serie de nacionalistas alemanes y protonazis. Aflaq participรณ activamente en la polรญtica estudiantil รกrabe con su paisano Salah Bitar, musulmรกn sunita. Juntos se entusiasmaron por el ascenso de Hitler y el partido nazi, pero tambiรฉn admiraron la estructura organizativa creada por Lenin en el Partido Comunista ruso.
A principios del decenio de 1930, Aflaq y Bitar regresaron a Damasco, donde jugaron a ser intelectuales radicales. Fueron profesores, colaboraron en revistas y merodeaban por los cafรฉs predicando la revoluciรณn. Al regresar a Siria, Aflaq rechazรณ todo el pensamiento occidental y durante el resto de su vida negรณ que las ideas occidentales pudieran tener importancia alguna para la civilizaciรณn, mรกs elevada, de los รกrabes.
En 1940, Aflaq formรณ un cรญrculo de estudios en Damasco llamado Movimiento del Resurgimiento รrabe, que en 1947 se transformรณ en el Partido Baath, palabra que significa resurrecciรณn o resurgimiento. Aflaq y Bitar se postularon sin รฉxito tres veces cada uno para el Parlamento, pero comenzaron a tener seguidores, principalmente hombres con formaciรณn acadรฉmica, de clase media baja, en Siria y en menor grado en Iraq, Jordania y el Lรญbano. A mediados del decenio de 1950, el Partido Baath se habรญa convertido en una fuerza importante en Siria, gracias en parte a su fusiรณn con el Partido Socialista รrabe, y Aflaq se convirtiรณ en secretario general y principal ideรณlogo. Intenso, ascรฉtico y, segรบn algunas versiones, decadente, no estaba hecho para la polรญtica. En 1966 perdiรณ una lucha interna del partido por el poder y se fue al Lรญbano, y posteriormente al Brasil.
Dos aรฑos despuรฉs Saddam y sus cuadros iraquรญes del Baath dieron con รฉxito un golpe de Estado y se hicieron con el control de su paรญs en nombre del baathismo. Invitaron a Aflaq a establecerse ahรญ, lo que hizo en efecto, para mรกs adelante llevar la Direcciรณn Nacional del Partido Baath iraquรญ. Aflaq pasรณ los รบltimos quince aรฑos de su vida como inspiraciรณn y porra de todo lo que se refiriera a Saddam. Muriรณ en 1989, y el gobierno iraquรญ sostuvo, dudosamente, que en su lecho de muerte se convirtiรณ al islam.
El lema del Partido Baath es "Unidad, libertad, socialismo". Unidad quiere decir unidad รกrabe, libertad quiere decir libertad de la opresiรณn imperialista, y el socialismo segรบn el sentido baathista carece casi de todo contenido econรณmico. A Aflaq, como a su partido, no le interesaba la economรญa. En cambio el socialismo parece aludir a un estilo de vida, una vida comprometida con la revoluciรณn.
La frase que mรกs se asocia con Aflaq y el Partido Baath es la de "nacionalista รกrabe". En estos dรญas es comรบn decir que el nacionalismo รกrabe fue un movimiento laico que ha sido desplazado por el fundamentalismo islรกmico. Pero, como seรฑala el exiliado iraquรญ Kanan Makiya en su brillante e indispensable retrato del Iraq de Saddam, La repรบblica del miedo, el nacionalismo รกrabe, segรบn lo concibiera Aflaq, no es un concepto laico. La naciรณn รกrabe para รฉl es una fuerza espiritual trascendente, algo como el concepto de Hegel del Espรญritu de la historia. La naciรณn รกrabe es el ideal en torno al cual asciende la historia humana. La naciรณn รกrabe es la culminaciรณn de todos los valores. Los รกrabes alcanzan la perfecciรณn espiritual al lograr la solidaridad con la naciรณn รกrabe y purgarse de las cancerosas influencias de Occidente. "El nacionalismo no es una idea —escribiรณ Aflaq—. Para que los รกrabes sean nacionalistas necesitan olvidar lo que han aprendido a fin de poder regresar a una relaciรณn directa con su naturaleza original pura."
Aunque era cristiano, Aflaq creรญa que el islam les daba a los รกrabes "la imagen mรกs brillante de su idioma y su literatura, y la parte mรกs grandiosa de su historia nacional".
Los textos de Aflaq eran vagos y lastimosos siempre que intentaba tratar situaciones concretas, pero aparentemente tenรญa facilidad para describir imรกgenes gloriosas del triunfo futuro, atractivas para los que sufrรญan una insistente humillaciรณn nacional. Como muchos intelectuales de mediados del siglo XX, Aflaq tambiรฉn reflexionรณ sobre el proceso revolucionario. Los miembros del Baath se consideraban luchadores, participantes en una revoluciรณn permanente dirigida a unirlos con la perfecciรณn interior que es el arabismo. Consideraba Aflaq que el Partido Baath, que encarnaba el espรญritu รกrabe trascendente, necesitaba ser implacable con los que no compartรญan sus ideas. Es mรกs: era a travรฉs de esta lucha, o guerra, como el Baath podรญa llegar a la perfecciรณn รกrabe.
Cuando Saddam Hussein ingresรณ en el Partido Baath en Iraq en el decenio de 1950, รฉste contaba apenas con unos trescientos miembros, pero estaba adquiriendo la estructura de partido leninista que Aflaq habรญa observado en Francia. Habรญa cรฉlulas locales, divisiones y ramas que culminaban en la elite, la Direcciรณn Regional y el Consejo de la Direcciรณn Regional. El partido รกrabe socialista Baath, o ABSP, formรณ redes internas de seguridad e inteligencia, y revistas teรณricas para elaborar el dogma del partido. Desde el inicio, las declaraciones del partido estuvieron marcadas por un estilo muy ideolรณgico, que dividรญa el mundo en el partido del bien puro (los propios baathistas) y el partido del mal puro (todos los demรกs). Como seรฑalรณ en el decenio de 1980 Tariq Aziz, dirigente durante mucho tiempo del partido: "El ABSP no es una organizaciรณn polรญtica comรบn y corriente, sino que estรก formado por cรฉlulas de valientes revolucionarios… expertos en organizaciรณn secreta. Organizan manifestaciones, huelgas y revoluciones armadas… Son los caballeros de la lucha."
Cuando llegรณ al poder, el partido se comportรณ, en algunos aspectos, como los partidos leninistas de todas partes. Creรณ una estructura paralela del partido por encima de la burocracia normal del gobierno, para imponer la lealtad y la sumisiรณn. Estableciรณ su propio ejรฉrcito, ademรกs del ejรฉrcito iraquรญ normal, su propio servicio de inteligencia, que al principio recibiรณ el nombre celestial de Aparato de los Anhelos. Se presionรณ a jรณvenes ambiciosos a unirse al partido para ascender, o aun para estudiar en el extranjero. Salirse del Partido Baath para afiliarse a otro grupo polรญtico sigue siendo en Iraq un crimen que se castiga con la muerte.
Los documentos del Partido Baath son peculiares, porque son a la vez risibles y pseudocientรญficos. Estรกn llenos de vigorosas exhortaciones al derramamiento de sangre, el heroรญsmo y el martirio, y a la vez son tortuosos y pomposos. Por ejemplo, en el decenio de 1970, el partido emprendiรณ una tรญpica calistenia orwelliana para demostrar que, en su caso, una minorรญa es en realidad una mayorรญa:
Todo partido, comprendido el ABSP, es una minorรญa con respecto a la poblaciรณn… pero cuando representa, por su voluntad y conducta cotidiana, la voluntad del pueblo, cuando sus actos corresponden a los objetivos del pueblo, en el presente y en los cรกlculos del futuro, entonces constituye una mayorรญa.
Este tipo de prosa, con sus categorรญas abstractas, tono misterioso y lรณgica retorcida, aparece en los documentos del partido de la Uniรณn Soviรฉtica de Stalin hasta la China de Mao. Con todo, Tariq Aziz tiene razรณn. El Partido Baath no es precisamente como los partidos comunistas. Se parece mucho al partido nazi porque se basa a fin de cuentas en una fe ardiente en la superioridad racial. La revoluciรณn, segรบn el entender de Saddam, no es sรณlo un hecho polรญtico, como la Revoluciรณn Rusa o la Francesa fueron un acontecimiento polรญtico: es un proceso infinito de lucha, ascenso y salvaciรณn.
Al leer los discursos y las declaraciones de Saddam es imposible no percibir los tonos y mensajes de Aflaq. Saddam se acalora al deliberar sobre el tema del Volk รกrabe. Por ejemplo, en un discurso del aรฑo pasado al pueblo iraquรญ, Saddam declarรณ, en un impulso caracterรญstico:
Ustedes son la fuente del poder y el manantial de la vida, la esencia de la Tierra, las cimitarras de la transiciรณn, la niรฑa del ojo, el guiรฑo del pรกrpado. Un pueblo como ustedes no puede sino existir con la ayuda de Dios. Asรญ que sean como son, y como hemos decidido ser. Que todos los cobardes, cerdos y traidores sean envilecidos.
Con esta formulaciรณn mรญstica, el celo panรกrabe de Saddam ha logrado sobrevivir a la muerte del panarabismo como proyecto polรญtico prรกctico. El marco histรณrico de referencia de Saddam es mucho mรกs amplio. Retrocede a glorias antiguas e imagina la futura supremacรญa para dentro de quinientos o mil aรฑos. Sus discursos estรกn llenos de referencias a Nabucodonosor y Saladino, y siempre parece que no los considera figuras lejanas, sino presencias vivas, reencarnadas en รฉl con el fin de hacer avanzar el espรญritu รกrabe.
La inferioridad de otros pueblos tambiรฉn se menciona a menudo. En una entrevista, Saddam dijo que los รกrabes nunca deberรญan ser comunistas porque no existe nada que pudieran aprovechar de una idea europea, aunque es perfectamente aceptable que los africanos u otras razas inferiores adoptaran como credo propio el comunismo:
¿Quรฉ puede perder un africano de Rhodesia al adoptar el marxismo, ya que carece de la profundidad histรณrica o del legado intelectual de la naciรณn รกrabe, legado que ofrece todas las teorรญas necesarias para una vida de cambio y progreso? La naciรณn รกrabe es la fuente de todos los profetas y la cuna de la civilizaciรณn.
Estados Unidos tampoco se libra de su desdรฉn. Sus discursos estรกn llenos de referencias a los sionistas y estadounidenses "que aman la enfermedad". Pero lo interesante es que parece reconocer en Estados Unidos a la otra naciรณn del planeta con un palpitante sentido de tener una misiรณn, la creencia viva de que su forma de gobierno es la รบltima y mejor esperanza de la Tierra. Estados Unidos, en consecuencia, es su rival รบltimo. En enero de 2002 declarรณ:
Los estadounidenses todavรญa no establecen una civilizaciรณn, en el sentido profundo y exhaustivo que le damos a este concepto. Lo que han establecido es una metrรณpolis de la fuerza… Algunas personas, inclusive quizรกs los รกrabes y muchos musulmanes y muchas personas ademรกs en el ancho mundo… consideraron el ascenso de Estados Unidos a la cumbre como la รบltima escena de la pelรญcula del mundo, despuรฉs de lo cual no habrรก mรกs cumbres y nadie tratarรก de subir ni ocuparla cรณmodamente. Lo consideraron el fin del mundo, segรบn sus deseos, o segรบn se los hubieran indicado algunos espรญritus atemorizados.
Ese pasaje infunde sentido al marco escatolรณgico del pensamiento de Saddam: algรบn dรญa habrรก una gran culminaciรณn histรณrica. Algรบn paรญs, algรบn pueblo, establecerรก su dominio permanente en el planeta. Realizarรก todos los valores, harรก culminar todas las esperanzas y ascenderรก a la gloria permanente. No se trata de un conjunto de ideas que Saddam hubiera creado รฉl solo. Es un legado de la ideologรญa fervorosa de base de su partido.
Aparte de su fe radiactiva en la santa misiรณn del pueblo รกrabe, el otro gran concepto aflaquiano que se repite en los discursos de Saddam es el concepto de ascensiรณn a travรฉs de la revoluciรณn y la lucha perpetuas. La palabra "revoluciรณn" tiene un significado especial para Saddam, y vale la pena citar algunos de los discursos y entrevistas en los que la utiliza en forma novedosa:
– Por eso una revoluciรณn no tiene principio ni fin; no es como una guerra, y sus soldados no deben beneficiarse de sus despojos. Es algo continuo, es un mensaje para la vida, y el ser humano es el รบnico portador de ese mensaje.
– La Revoluciรณn escoge a sus enemigos, y decimos que escoge a sus enemigos porque algunos enemigos son elegidos por ella entre las personas que se oponen a su programa y quieren perjudicarlo.
– La Revoluciรณn tiene bien abiertos los ojos. En todas sus etapas la Revoluciรณn serรก capaz de desempeรฑar su funciรณn con valor y precisiรณn, sin duda ni pรกnico, una vez que entra en acciรณn para aplastar los focos de contrarrevoluciรณn.
A veces, al leer lo que dice Saddam sobre la revoluciรณn, parecerรญa estarse leyendo a Darth Vader hablar del lado oscuro de La Fuerza. La revoluciรณn estรก en todas partes. La revoluciรณn lo ve todo y es interminable. La revoluciรณn es Dios y la salvaciรณn. Y, en alguna forma, Saddam mismo estรก fundido en la revoluciรณn.
Una caracterรญstica de la revoluciรณn mencionada por Aflaq y absorbida por Saddam es que anula y reemplaza todos los valores objetivos. Como la revoluciรณn es permanente e implacable, las normas de juicio deben ser flexibles para adaptarse a las exigencias de la revoluciรณn. Incluso los hechos deben ceder a las necesidades de la revoluciรณn.
Es extraรฑo, pero en medio de sus declaraciones, Saddam a veces lanza una disquisiciรณn pseudointelectual sobre epistemologรญa, sobre cรณmo sabemos lo que sabemos. No podemos atenernos a un "verdadero" conjunto de criterios para elaborar nuestros juicios, declara, porque las necesidades en transformaciรณn de la revoluciรณn reemplazan a la verdad.
En 1977 Saddam pronunciรณ un discurso ante un grupo de profesores de historia en el que los instruyรณ para anteponer el anรกlisis del Partido Baath a los hechos:
Los investigadores e historiadores que se declaran objetivos bien pueden estar representando distintos puntos de vista y posibilidades para explicar un hecho… dejando que el lector extraiga sus propias conclusiones… El partidario de Baath nunca debe tratar la historia y otras cuestiones intelectuales y sociales de esta manera… La redacciรณn de la historia debe adoptar la misma especificidad que el Baath; en otras palabras, escribir la historia รกrabe deberรญa ser desde nuestro punto de vista, hacer รฉnfasis en el anรกlisis y no en la narraciรณn histรณrica realista.
En julio de 2002 Saddam pronunciรณ un discurso en el que hizo hincapiรฉ en que todos los principios, incluso los principios del Baath, son relativos. La "verdad" estรก determinada por las necesidades inmediatas de la revoluciรณn. Los verdaderos partidarios del Baath se niegan a dejarse dirigir por los principios de su fundaciรณn, dijo Saddam, o incluso por los principios que defendieran seis aรฑos antes. Mรกs bien, deben orientarles las necesidades del futuro. "Elevarse, elevarse y elevarse" es lo que guรญa la revoluciรณn. "Nuestro criterio decisivo —concluyรณ—, cuando hay diversas opciones y perspectivas ante nosotros, no es la imagen modesta, sino el estado mรกs elevado y puro. Esto distingue al rรฉgimen del Baath de los demรกs regรญmenes."
De modo que al tratar con Saddam no tratamos con un granuja o un pendenciero comรบn y corriente, sino con uno que es un misionero cuya elevada ideologรญa no se ha modificado en cuatro decenios, aunque en los รบltimos aรฑos haya adquirido un cortinaje islรกmico. La ideologรญa del Baath quiere una lucha implacable, un conflicto cada vez mรกs extendido, hasta alcanzar determinada culminaciรณn histรณrica ideal. La ideologรญa del Baath vuelve arbitrario todo acuerdo, como hace arbitraria toda norma y arbitraria toda verdad. Lo que le sirve a la revoluciรณn es la verdad en ese momento. La revoluciรณn y Saddam abandonan implacables toda verdad o principio de acuerdo que no se adapte a la necesidad de alcanzar el glorioso estado de perfecciรณn espiritual. Romper acuerdos no le quita el sueรฑo a Saddam. Lo hace con orgullo. Es congruente con la santa doctrina de su partido.
La ideologรญa del Baath necesita del conflicto y el derramamiento de sangre continuos. A Saddam le gusta llamarse "El Combatiente", y su gobierno se ha caracterizado por el conflicto incesante. Ha conducido a su paรญs a travรฉs de una guerra sangrienta de ocho aรฑos de duraciรณn contra Irรกn, con un nรบmero de muertos equivalente al de la Primera Guerra Mundial; una campaรฑa genocida implacable contra los kurdos; la invasiรณn del vecino paรญs del Kuwait; una guerra contra Estados Unidos y el resto del mundo; guerras civiles en el norte y el sur de su paรญs; y ahora otra posible guerra contra Estados Unidos y sus aliados, a causa de las armas de destrucciรณn de masas. No ha habido pausa. La ideologรญa del Baath impone que no la haya. La ideologรญa del Baath no permite acongojarse por el asesinato en masa de los grupos de razas inferiores. Una vez que un dictador adopta la idea de Aflaq sobre la superioridad de la raza รกrabe, prรกcticamente es inevitable que encuentre su campo de batalla para el genocidio: se encontrarรก sus kurdos. Es mรกs: esta teorรญa de la historia lo perdonarรก si emprende un asesinato de masas contra razas inferiores como los estadounidenses.
La ideologรญa del Baath exige una revoluciรณn en los asuntos mundiales. Es necesario humillar a Estados Unidos y su democracia, y rebajarlo a fin de que el dominio de la naciรณn รกrabe pueda lograr su triunfo final y apropiado, y realizar de esta manera el plan de Dios para la Tierra.
Ningรบn lรญder, ni siquiera uno tan ideolรณgico como Saddam, se orienta sin tropiezos por sus ideas. Las ideas no lo son todo. Todos los dirigentes esperan su momento, buscan oportunidades, se cuidan. Pero en la deliberaciรณn actual sobre quรฉ hacer con Iraq y Saddam, se ha tratado a las ideas como si no fueran nada. La deliberaciรณn se ha dado en torno a las armas de destrucciรณn de masas, el unilateralismo de frente al multilateralismo, y la capacidad nuclear. Se ha prestado muy poca atenciรณn a lo que quiere Saddam y a lo que cree Saddam, que es como analizar a Hitler sin referencia a la ideologรญa del partido nazi, o a Lenin sin referencia al comunismo.
La CIA y el Departamento de Estado tal vez piensen de otra forma, pero no somos expertos en la teorรญa de los juegos. No todos los seres humanos son actores racionales que calculan atentamente sus intereses. Algunas personas —muchas personas, en realidad— persiguen objetivos, ideales y creencias. Saddam Hussein ha aceptado tan tremendos riesgos a lo largo de su trayectoria porque ha estado persiguiendo una perspectiva. Seguรญa los dictados de la ideologรญa del Baath, que quiere la guerra, el derramamiento de sangre, la revoluciรณn y el conflicto, en forma constante, contra uno y contra todos, hasta el fin de los tiempos. –
Traducciรณn de Rosamarรญa Nรบรฑez
Cuando todo se vale
1.
Nadie habรญa malgastado a tal velocidad un crรฉdito desde el รบltimo gran prรฉstamo bancario otorgado a Argentina. En un aรฑo, la administraciรณn de George W. Bush ha desperdiciado el capital mundial que llegรณ a Estados Unidos despuรฉs de los asesinatos del 11 de septiembre. Y ¿con quรฉ propรณsito? Por motivos buenos y malos, a la gente le gusta odiar y amar a Estados Unidos y que este paรญs la asombre. Asรญ que no era del todo previsible —mientras un acre hedor seguรญa flotando en la parte sur de Manhattan este pasado septiembre— que millones de personas de todos los continentes se pusieran de pie y declararan su identificaciรณn con Estados Unidos y con los estadounidenses como integrantes de la humanidad. En las vigilias a la luz de las velas y en los titulares de los diarios, y sin olvidar todas las cuestiones en las que discrepan de la polรญtica exterior de Bush, declararon su solidaridad.
Para encontrar y declarar esta solidaridad era necesario dejar de lado los agravios, y todos tienen algรบn resentimiento contra el centro imperial. Sin embargo, millones de personas dejaron de lado sus agravios espontรกneamente y, me parece, con sinceridad. Fue como si el horror de lo sucedido no sรณlo les hiciera participar en la pรฉrdida, sino recordar quiรฉnes eran, y trazar una clara lรญnea existencial: de un lado, lo mejor de la idea estadounidense; del otro, el abismo de la violencia apocalรญptica.
Claro que los antiestadounidenses de lรญnea suave dieron un paso al frente insinuando que el tiempo que se dedicaba a llorar a las vรญctimas del ataque se le estaba robando a la memoria de las vรญctimas histรณricas del poder estadounidense. Estos antiestadounidenses de lรญnea suave nunca habรญan lucido tan feos, tan mezquinos ni tan insensibles.
Resultรณ todavรญa mรกs impresionante el desbordamiento de solidaridad porque el gobierno de Bush ya habรญa ganado un considerable rechazo internacional cuando los aviones se estrellaron contra el World Trade Center y el Pentรกgono. Las cruzadas individualistas de Bush —su rechazo al Protocolo de Kyoto y al tratado internacional de armas biolรณgicas, su desacuerdo respecto a la Corte Penal Internacional y el haber debilitado el tratado sobre misiles antibalรญsticos— habรญan infundido al gobierno una fanfarrona arrogancia tan insistente en su unilateralismo, tan irrespetuosa del imperativo moral establecido en la Declaraciรณn de Independencia como "respeto decente a las opiniones de la humanidad", que, para cuando los asesinatos en masa de Al Qaeda nos introdujeron explosivamente en una nueva era, parecรญa que Bush estuviera en el gobierno desde hacรญa veintiรบn aรฑos y no sรณlo veintiรบn meses.
De un solo golpe, Osama Bin Laden hizo quedar mal el oponerse a Estados Unidos. Hoy, la disposiciรณn de Washington a hacer estallar la guerra contra Iraq atiza de nuevo la moda antiestadounidense, y se ha desvanecido gran parte de la buena voluntad. La imprudencia total de Bush es patente a la mirada de los europeos, latinoamericanos y otras personas informadas. Las quejas de los crรญticos porfiados ya no son reflexivas e insignificantes, sino que resultan de doce meses de arrogancia de Washington. En las torpes frases que balbucea el Comandante en Jefe, las referencias a los aliados son superficiales. El concepto preferido es "coaliciรณn", una relaciรณn temporal, y no "alianza", que supone un lazo mรกs duradero. La arrogancia monumental no sรณlo es el sello de la polรญtica exterior de este gobierno, sino que es su polรญtica exterior. El gobierno publicรณ un manifiesto sobre la seguridad nacional en el que no sรณlo compromete a Estados Unidos a intervenir en el mundo, sino que hace explรญcita y permanente una tendencia imperial de larga trayectoria. El documento, titulado "Estrategia de seguridad nacional para los Estados Unidos de Amรฉrica" —conocida como la doctrina Bush—, es una justificaciรณn romรกntica del recurso fรกcil a la guerra siempre y donde quiera que lo decida un presidente de Estados Unidos.
Al presidente no le da vergรผenza comportarse como un bribรณn. En la mentalidad del pequeรฑo cรญrculo neoconservador que se ha hecho con el poder de la maquinaria de la polรญtica exterior y militar del paรญs, la duda es el rechinido de la lastimosa falta de espinazo, y la disidencia el grito de lo peligrosamente antipatriรณtico. Los efectos de esta miopรญa se advierten en diversas circunstancias. En Afganistรกn, el compromiso estadounidense de promover la democracia y crear una paz duradera es insignificante. En el Oriente Medio, el grupo Bush estรก pegado a Ariel Sharon, cuya idea de la diplomacia es un ariete. Respecto a Iraq, la administraciรณn ha demostrado tener mala suerte y una actitud de truhanes. Durante meses, en su maniobra contra Saddam Hussein, Washington apenas si ha tenido algรบn aliado, cosa extraordinaria considerando que poco antes contaba con un apoyo prรกcticamente unรกnime en los ataques al rรฉgimen talibรกn de Afganistรกn. Si en la Casa Blanca hubiera un poco de lรณgica —lo que es dudoso—, podrรญa tratarse de una versiรณn reciclada de la polรญtica "loca" adoptada por el gobierno de Nixon. El presidente Nixon creรญa que podรญa intimidar a Hanoi si lograba parecer capaz de cualquier cosa. Esta locura podrรญa gustarle a Bush, cuya historia personal —desde decenios de borracheras y rescates de negocios oscuros hasta el pandillerismo polรญtico y unas elecciones robadas— parece haberle mostrado que puede hacer lo que se le dรฉ la gana. Por otra parte, quizรก esa lรณgica no haya existido nunca.
Nada menos que una autoridad de la talla del ex secretario de Estado Lawrence Eagleburger, republicano conservador, declarรณ recientemente que los integrantes del grupo de polรญtica exterior que rodea a Bush —el vicepresidente Dick Cheney, el secretario de la Defensa Donald Rumsfeld, el subsecretario de la Defensa Paul Wolfowitz, la asesora de seguridad nacional Condolezza Rice— "se habรญan vuelto locos". En sus tonantes declaraciones sobre el destino manifiesto y la gloria anticipada, Bush casi es elocuente: es lo รบnico que parece poder espetar sin tropiezos. A fin de cuentas, convencieron a Bush (parece que fue el secretario de Estado Colin Powell), aunque de mala gana, de llevar la cuestiรณn de Iraq al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, cuyas resoluciones sin cumplir sirven, despuรฉs de todo, de base jurรญdica y de legitimaciรณn de toda acciรณn militar. La resoluciรณn producida, con sorprendente unanimidad, impone que se inspeccione en busca de las armas de destrucciรณn masiva en Iraq y que รฉstas se destruyan. Por el momento, el triunfo de Bush parece prรกcticamente total.
2
Si los deseos fueran justificaciones, la justificaciรณn mรกs fuerte de una guerra de Estados Unidos serรญa la mรกs ambiciosa: el deseo, o plegaria, de que, al deponer a Saddam Hussein y ocupar Iraq, Estados Unidos pudiera instalar el primer rรฉgimen democrรกtico del mundo รกrabe, rรฉgimen que, a su vez, debilitarรญa el consenso autocrรกtico en esa parte del mundo, harรญa retroceder el movimiento islรกmico y fomentarรญa las tendencias antiislรกmicas en todas partes. Semejante resultado ha de desearse con devociรณn… si bastara con el deseo. Pero el mundo en que ese deseo bastarรญa no es el mundo en que vivimos. Una guerra de Estados Unidos en Iraq es muy poco probable que lo haga cumplirse. Es mucho mรกs probable que dรฉ lugar a una carnicerรญa y le infunda fuerza al terrorismo. Los riesgos son demasiado grandes para justificar la guerra. En las guerras se pierde el control, y รฉstas son, despuรฉs de todo, infernales: por eso hay que recurrir a ellas sรณlo en el รบltimo de los casos. En el barrio de Iraq sencillamente hay muchas formas en que podrรญa perderse el control de esta guerra en particular. La situaciรณn en la que con mayor probabilidad se utilizarรญan armas de destrucciรณn masiva es precisamente la que estรก preparando George W. Bush: atacar el rรฉgimen de Saddam Hussein. La situaciรณn con mรกs probabilidades de producir ataques terroristas —incluso contra estadounidenses en su propio paรญs— es precisamente esa misma. La situaciรณn que con mayor probabilidad le conquistarรญa mรกs militantes a Al Qaeda es justamente la misma. Contra las futuras amenazas de Saddam Hussein hay opciones sustanciales, no simplemente retรณricas. Hay un gran consenso en pro de limitar su poder bรฉlico. Las opciones correctas con respecto a la guerra son imponer sanciones inteligentes (no como las desatinadas de ahora), mรกs las inspecciones obligatorias, y conservar la zona de prohibiciรณn del paso aรฉreo.
Las inspecciones dictadas por las Naciones Unidas se apegan al derecho, son proporcionales al peligro, y por lo tanto son justas. La resoluciรณn unรกnime del Consejo de Seguridad, en el sentido de ordenar las inspecciones, no es sรณlo testimonio del poder de Bush, sino de la justificaciรณn de la causa. Se justifica, en proporciรณn al peligro, la utilizaciรณn de la fuerza para asegurar que los inspectores tengan acceso a todos los lugares que quieran revisar. Igual que utilizar la fuerza, en caso y sรณlo en caso de que sea proporcional. Utilizar la fuerza para "cambiar el rรฉgimen" no es proporcional, y el Consejo de Seguridad no lo justifica. Como lo indica el torpe concepto de "eje del mal", la polรญtica de Bush en Iraq tiene como propรณsito ilustrar una doctrina: una doctrina "preventiva" tan arrasadora, unilateral y moralmente arrogante, tan (por decirlo con una palabra) imperial, que va a sembrar el caos en todo el mundo y a poner en peligro a los estadounidenses. Definir expansivamente la prevenciรณn, como lo hace la "estrategia nacional de seguridad" de Bush, es arrogarse el derecho a la guerra siempre y dondequiera que lo desee el presidente: es una fรณrmula segura del desastre. Es cierto que los imperios pueden hacer algunas cosas buenas, y algunos imperios y algunas polรญticas imperiales son mejores que otros. Pero la doctrina de Bush es arrogante. Entre los aliados reales y posibles de Estados Unidos, probablemente se transforme el recelo en enojo. Trazar una raya en la arena, las montaรฑas, los bosques, dondequiera, es cortejar el desastre, no necesariamente pronto, pero algo despuรฉs.
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La Casa Blanca de Bush escogiรณ este momento de enfrentamiento con Iraq para poner en letras de molde su gran estrategia, y convertir en doctrina, por asรญ decirlo, su impulso de actuar por su cuenta con los instrumentos bรฉlicos (la doctrina estรก publicada en el sitio web http//www.whitehouse.gov/nsc/nss.html). Aprovechando el peligro indiscutible que representa Al Qaeda, la doctrina generaliza. Es ilimitada en el tiempo y el espacio. No sรณlo compromete a Estados Unidos a dominar el mundo durante un tiempo que se extiende hasta las nieblas remotas del futuro, sino que defiende lo que denomina uso preventivo de la fuerza, segรบn declara, porque "Los Estados Unidos intervendrรกn contra… los peligros que se presenten antes de que hayan acabado de formarse". "Para impedir o evitar… agresiones de nuestros adversarios, los Estados Unidos, de ser necesario, intervendrรกn preventivamente."
¿Cuรกl es la novedad? Estados Unidos muchas veces ha mandado ejรฉrcitos a apoderarse de paรญses extranjeros durante semanas, aรฑos o decenios a la vez, pero la doctrina Bush es la primera que eleva las guerras ofensivas a la categorรญa de polรญtica oficial, y la llama "de prevenciรณn" (con respecto a los peligros inminentes). Este cambio semรกntico es crucial. Cuando impedir una remota posibilidad se denomina prevenciรณn, se vale lo que sea. No se necesita demostrar un peligro inmediato contra Estados Unidos para detectarlo. Puede pasarse por encima de la precauciรณn de la CIA, pueden confeccionarse conexiones con Al Qaeda, exagerarse los peligros, y Estados Unidos tendrรก una doctrina que suplante al derecho internacional. Por ejemplo: Iraq. El manifiesto de Bush denota jactancia, romanticismo y falta de lรณgica por medidas iguales. Premisa: Estados Unidos es fundamentalmente un paรญs probo. "De conformidad con nuestro legado y nuestros principios, no utilizamos la fuerza para obtener una ventaja unilateral." Esto serรก una novedad para gran parte del mundo, pero no importa. La nueva doctrina imperial se justifica porque en el mundo no existe sino "un รบnico modelo sostenible de รฉxito para los paรญses: la libertad, la democracia y la libre empresa", modelo que, oh sorpresa, encarna Estados Unidos. (Respecto al รฉxito en materia de libertad o democracia o libre empresa, ¿y China? En cuanto a la libre empresa y la democracia con cierta clase de รฉxito, ¿quรฉ tal Argentina, Colombia y Nigeria?) Bush no trafica matices. Conclusiรณn: Cualquier cosa que haga Estados Unidos estรก bien: espiar a los terroristas, la guerra de prevenciรณn, el libre mercado, todo. Porque, pese a toda la jerga jurรญdica sobre las diferencias nacionales, el interรฉs central de la doctrina es palpable: si todo el mundo habla con los valores de Estados Unidos (aunque a veces con acentos locales), ¿por quรฉ no han de bailar todos al son que les toquemos?
El meollo de la estrategia de seguridad nacional es unilateral, pero concede que hay que consultar con los aliados, y "mantener buenas relaciones con las grandes potencias". Es militarista, aunque toma en cuenta la democracia y el desarrollo. Pero no hay que equivocarse: no es que se tome mรกs en cuenta la ayuda internacional, ni, viniendo de un gobierno petrolero, que se reconozca en modo alguno que el calentamiento del planeta produce grandes daรฑos irreversibles, y que, por consiguiente, la energรญa sostenible es una cuestiรณn de seguridad, no sรณlo para Estados Unidos, sino para los paรญses empobrecidos cuyo bienestar la doctrina sostiene que le importa. En el paรญs de Bush, el libre comercio no tiene desventajas, ni siquiera el hecho de que las empresas talen los bosques y arrojen a los campesinos de sus tierras. El documento, eso sรญ, habla a favor de reducir los impuestos.
Serรญa fรกcil descartar el manifiesto de Bush alegando que la mayor parte es una monstruosidad machacona de clichรฉs, un montรณn de palabrerรญa de Washington debida a que el Congreso alguna vez ordenรณ que se presentaran informes periรณdicos sobre la estrategia de seguridad nacional. El documento no tiene como fin su lectura tanto como que se empuรฑe. Se deja leer tan mal como un malbarajado conjunto de notas, tanto asรญ que hasta parece que el presidente se encargara personalmente de darle los รบltimos toques. Pero que la mala redacciรณn no nos distraiga. Se trata de internacionalismo estilo imperial, como en Roma, cuando gobernaba Roma. Su alcance quita el aliento. Habรญa grandes partes del mundo a las que Roma no podรญa llegar, pero la doctrina de Bush no reconoce lรญmites para el poder o la legitimidad de Estados Unidos. El gobierno de Estados Unidos no pedirรก permiso. Sabrรก cuรกndo estรฉn surgiendo peligros, cuรกndo estรฉn parcialmente formados, y no tendrรก que explicar cรณmo lo sabe ni convencer sobre lo que sabe. La doctrina afirma todo lo que le conviene al imperio, y no retrocede ante peligro alguno para รฉl. No pondera los costos de un despliegue bรฉlico ilimitado contra los terroristas y sus aliados. Olvida que todos los imperios caen, cuestan demasiado, suscitan demasiadas enemistades, inspiran imperios contrarios. Los nuevos imperialistas creen que son distintos. Igual que todos los imperios.
Si Bush dudaba de su polรญtica de extensiรณn del rรฉgimen antes del 11 de septiembre, ahora seguramente ya no duda. El 11 de septiembre excitรณ su celo misionero. El moralismo de un presidente que tiene una misiรณn se ha unido a la estrechez de miras de un presidente cuyo pozo de conocimiento del mundo estรก lleno de petrรณleo. Lucharรก contra el enemigo, aunque el enemigo estรฉ muy lejos, o los aliados tengan miedo o no estรฉn convencidos, aunque los costos polรญticos y econรณmicos de la guerra sean inmensos. (Como los principales costos econรณmicos recaerรกn en las clases pobres y medias, e impedirรกn toda reforma interna progresista, no le preocupan.) Los estadounidenses ya conocen el miedo, asรญ que eso es lo que va a movilizar: el miedo. Los estadounidenses quieren el multilateralismo, asรญ que pergeรฑa coaliciones con ese fin, incluso acude a las Naciones Unidas, cuando ya estรก decidido a emprender la guerra. Lo malo de la doctrina Bush es todavรญa peor de lo que he indicado, porque es tan arrasador que desacredita los que podrรญan haber sido, por otra parte, imperativos mรกs modestos. Por supuesto que puede justificarse (como insiste la Carta de las Naciones Unidas) la autodefensa del paรญs como รบltimo recurso. El terrorismo es real, un peligro claro y presente. Hay organizaciones como Al Qaeda cuyos propรณsitos pueden llamarse sin error genocidas, y ahora ya estรก claro que en los prรณximos aรฑos serรก necesario habรฉrselas con ellos y sus propรณsitos. Los crรญticos del alarde de Estados Unidos tienen que tratar con seriedad esta situaciรณn. Es muy importante subrayar que, segรบn dice el documento, "hay que tomar en serio las obligaciones internacionales. No han de tomarse simbรณlicamente para obtener apoyo para un ideal sin promover su cumplimiento".
Pero la doctrina Bush arruina sus proposiciones mรกs vรกlidas porque estรก empapada en una actitud de "tรณmalo o dรฉjalo". Legitima el deseo de Bush de vencer los obstรกculos en el mรกximo secreto por decisiรณn de un pequeรฑo grupo. Comunica el sentimiento de un gobierno que presiona a los servicios secretos a suscribir su punto de vista de cรณmo deben ser las cosas, pese a lo que piensen. Se trata del manifiesto de un fanfarrรณn con un feroz propรณsito que manosea torpemente en busca de razones para explicar por quรฉ hace lo que se le da la gana, y seguirรก haciรฉndolo mientras estรฉ en el poder. Con todo, la estrategia de Bush estรก vigente. Confirma las sospechas y ceba la paranoia. Colabora con los terroristas al proponer que no hay sino dos modelos de vida para la sociedad en el mundo, y que los que rechazan uno tienen que afiliarse al otro. Al admitir esta clase de excesiva simplificaciรณn, la superpotencia invita al resto del mundo a ventilar un superresentimiento. Los estadounidenses, asรญ como nuestros amigos en el extranjero, tendrรกn que enfrentar las consecuencias durante generaciones. Por eso es peligrosa la doctrina Bush: es un regalo para los antiestadounidenses de todas partes. –
Traducciรณn de Rosamarรญa Nรบรฑez