Jugo de elefante

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“Elephant Juice (sexo entre amigos)” fue el título que Damián Ortega dio al evento que se celebró el pasado 14 de diciembre del 2003. El título mismo, es decir, el divorcio entre el significado en inglés y en español, es ya un enunciado de la exposición misma, que cayó más bien por el lado del “sexo entre amigos”. La intención de Ortega fue la de reunir en un mismo lugar, y por un día, a la mayoría de los artistas de la galería Kurimanzutto, que han experimentado una creciente internacionalización y no habían estado juntos en México durante el año. Muchas de las obras de esos artistas mexicanos no se conocían en México, pues Kurimanzutto no tiene un espacio de exposición fijo. También participaron artistas extranjeros amigos, como la italiana Luisa Lambri, la polaca Monika Sosnowska o el padre del arte conceptual Lawrence Weiner.
     Más que una curaduría, Ortega propuso un espacio para intervenir, como lo hacía hace años con la revista de corta duración Casper, en la que literalmente regalaba páginas en blanco para que otros artistas las llenaran. El sitio de intervención fue el restaurante Los Arcos, de Xochimilco, que está alojado en una extraordinaria estructura del arquitecto Félix Candela. Al centro del restaurante, Ortega, en colaboración con el arquitecto Mauricio Rocha, levantó una estructura laberíntica hecha con andamios y lonas, que recordaban un poco la precariedad de los puestos ambulantes de los alrededores de Xochimilco. Los artistas tomaron distintas partes del laberinto para colocar su obra o hacer un performance.
     Una de las piezas más deslumbrantes fue la de la Sosnowska, que intervino el espacio con otro laberinto al cual se entraba por una puerta. En cada vuelta se accedía a un cuarto idéntico al anterior, pero el espacio se iba achicando (o también se tenía la sensación de que el espectador se agrandaba), hasta que era imposible seguir caminando. Eduardo Abaroa colocó a la entrada del laberinto una de sus largas estructuras moleculares hechas con Q-tips. El Doctor Lakra, un artista que se dedica al tatuaje y hasta hace poco había desempeñado un papel más bien marginal en la galería, presentó una serie de cuadros, mujeres de cromo intervenidas con tatuajes, así como una bailarina en vivo, cubierta también por sus diseños corporales.
     De acuerdo con Ortega, la idea de hacer una exposición de un solo día es concentrar la energía y no sostener algo que al final va perdiendo interés. Su próximo trabajo en la ciudad de México, a finales de marzo, tendrá lugar en un estacionamiento y durará exactamente un par de horas. ~

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