ilustraciรณn: Fernanda Gavito

La experiencia mexicana de Sybille Bedford

El delirante periplo de Bedford por el paรญs dio como resultado uno de los libros de viajes menos convencionales que se han escrito: A visit to don Otavio.
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A finales de marzo de 1946 Sybille Bedford saliรณ de Nueva York para dirigirse a la ciudad de Mรฉxico. Siendo una de los muchos emigrantes alemanes que habรญan encontrado asilo en los Estados Unidos, Bedford habรญa pasado los aรฑos de la Segunda Guerra Mundial sobre todo en Manhattan, donde se habรญa mantenido gracias a la traducciรณn y a las clases de inglรฉs que daba a sus compatriotas en el exilio. Inquieta y nostรกlgica, pero incapaz por el momento de volver a Europa, decidiรณ visitar Mรฉxico. “Tenรญa muchos deseos de viajar –escribiรณ–, de escuchar otra lengua, de comer platillos nuevos, de estar en un paรญs con una historia pasada larga y desagradable y una historia reciente lo mรกs corta posible.” Una vez que decidiรณ su destino, Sybille y su acompaรฑante –a quien solo se refiere como E.– abordaron el tren en Grand Central y salieron rumbo al sur.

A visit to don Otavio debe ser uno de los libros de viaje menos convencionales que se han escrito. Parte memorias y parte invenciรณn, Bedford retrata con brillantez, gracias a su mirada y oรญdo de novelista, el entorno y a los personajes que encuentra en su camino. De carรกcter tenaz e intensamente curioso, es capaz de detallar con pasiรณn cada uno de sus pasos. Y es crucial que se mantenga a sรญ misma en el centro del cuadro como una figura adorablemente falible, en constante frustraciรณn, a menudo llena de alegrรญa, a veces enfurecida, รกvida por explorar todos los niveles de la experiencia, desde lo miserable hasta lo sublime. Bedford transmite con vivacidad el modo en que se involucra con el ambiente; esta capacidad de asombro es notoria desde su llegada a la ciudad de Mรฉxico. Al salir de un deprimente hotel, se encuentra de pronto inmersa en el aparente caos:

[flotando] por la calles en una dicha incierta, arrastrada por el torrente del ajetreo, del griterรญo, de los vendedores […] una es empujada hacia el arroyo por un aguador, esquiva un Buick Saloon y un cuenco de brasas ardientes, vuelve a subir de un salto, espantando a una gallina atada, se asusta ante una deformidad expuesta y se topa con un caballero indio que lleva un apretado traje negro.

Desde el principio, Bedford queda encantada por Mรฉxico. Cuando una pareja a la que conoce le pregunta por sus planes, les dice que quiere tomarse su tiempo, quedarse cerca de un aรฑo, establecerse primero unos meses en algรบn lugar, “orientarme, aprender bien espaรฑol y luego comenzar a viajar”. Pero semejante programa no le cae bien a su compaรฑera de viaje: “creo que podrรญa soportarlo solo por seis semanas”, dice E.

Esta divergencia de actitud entre las dos mujeres contribuye a una divertida subtrama. E. –a la que nunca se identifica en el libro– es Esther Murphy, la hermana de Gerald Murphy, el gran amigo de Francis Scott Fitzgerald. Alta, poco agraciada y dotada de una inteligencia formidable, Esther era, en palabras de Bedford, una “antiviajera de nacimiento”. Se habรญan conocido el aรฑo anterior, en Nueva York, y se habรญan vuelto de inmediato muy amigas. Fue Esther quien instruyรณ por primera vez a la autora en el colorido pasado de Mรฉxico, desde los aztecas y los conquistadores hasta los modernos tiempos de Calles y Cรกrdenas; tambiรฉn la iniciรณ en las memorias de madame Calderรณn de la Barca, en las que Bedford basรณ gran parte de la vรญvida narrativa histรณrica de A visit to don Otavio. Sin embargo, aunque su cultura era impresionante, Esther no tenรญa espรญritu de turista y prefiere pasar el dรญa, con cigarrillo y copa en mano, hablando, hablando y hablando. “A Esther no le gusta moverse –se queja Sybille–, y frecuenta los palacios del pasado colonial y las pirรกmides aztecas tanto como el doctor Johnson debiรณ recorrer las Hรฉbridas.” Sin embargo, es muy interesante que a pesar de la reticencia de Esther (“no tengo el menor deseo de ver las maravillas de la naturaleza”, declara cuando se organiza una expediciรณn a un volcรกn espectacular), es Bedford la que siempre triunfa, la que se sale con la suya.

Durante las primeras semanas en la ciudad de Mรฉxico, uno de los grandes placeres de Bedford es la exploraciรณn de la cocina local. Desde su infancia en Alemania, bajo la influencia de su padre gourmet, se habรญa ido interesando intensamente por la comida y el vino. Y ahora, despuรฉs de aรฑos de sosa y aburrida dieta estadounidense, no podรญa esperar para probar la cocina mexicana. “Obviamente, el primer paso es la comida”, decide, una vez que se han establecido en el hotel. Sentada en un restaurante local, evalรบa con gran concentraciรณn cada bocado en la larga sucesiรณn de platillos. Primero dos tipos de sopa, luego omelettes, despuรฉs vinieron “dos pescados espinosos cubiertos con salsa de tomate […] dos bistecs delgados como las suelas de zapatos infantiles […] dos platos con huesos de aves, delgados muslos y alas puntiagudas, embarrados con una sustancia marrรณn. Dos platos rebosantes de purรฉ de frijoles negros […] comemos de todo con ganas. Todo sabe bien, casi todo es bueno”. El vino, en cambio, no es de tan buen paladar. “Lo huelo antes de probarlo, asรญ que cuando llega la conmociรณn no es tan devastadora como podrรญa ser […] Tinta barata mezclada con jugo de ciruela y alcohol industrial, tan agresivo con la lengua como un rallador de zanahorias.”

Despuรฉs de unas semanas en la capital, las dos mujeres parten a una serie de viajes exploratorios alrededor del paรญs, a travรฉs de trenes destartalados que llegan siempre tarde, taxis conducidos a velocidad espeluznante, autobuses repletos hasta el techo con guajolotes y cerdos. En el autobรบs de Morelia al lago de Pรกtzcuaro, Bedford se encuentra a sรญ misma embutida junto a una puerca bien crecida que “yace en el pasillo palpitando. Mi vecino lleva un guajolote vivo en su regazo […] de vez en cuando, quizรก para aliviar su propia incomodidad, el ave se pone de pie. Apoyada en garras de seis uรฑas, una de ellas sobre mi rodilla, deja caer todo su peso encima de nosotros y se sacude. El polvo y los piojos emergen”. Hay numerosos retrasos y frustraciones, incluso una amenaza de peligro. Una tarde, a poco mรกs de cuarenta kilรณmetros de Guadalajara, se enfrentan a unos bandidos. De vuelta al autobรบs, despuรฉs de parar a comer, los pasajeros se encuentran “a un equipo un tanto operรญstico intentando desatar con torpeza las cuerdas que sujetan el equipaje: tres o cuatro hombres con sombreros finos y paliacates que les cubren el rostro, montados sobre mulas”. Pero no sucede nada terrible: con cortesรญa se acuerda que los bandidos tomen posesiรณn de unos cuantos artรญculos selectos, despuรฉs de lo cual parten sin mediar palabra.

Bedford observa todo con gran atenciรณn; describe grรกficamente su entorno y se relaciona vigorosamente con los personajes que encuentra por el camino: monjas, hoteleros, comerciantes, asรญ como residentes expatriados de Europa y de Estados Unidos, a muchos de los cuales mira con frรญo desagrado. Al continuar con su alborotado viaje, Sybille y Esther experimentan distintos grados de comodidad cuya variaciรณn es frenรฉtica. En Guadalajara, cuando llegan a un magnรญfico palacio del siglo XVI convertido en hotel, descubren que no se ha instalado aรบn la escalera para su habitaciรณn del primer piso y que tampoco hay agua (“Parece que no hay agua corriente en nuestro baรฑo.” “Asรญ es, seรฑora, aรบn no la instalan. Una cosa a la vez, ¿quizรกs el aรฑo que entra?”). En otros lugares, por el contrario, se encuentran viviendo en el lujo y un entorno sereno, como la hacienda a orillas del Lago de Chapala, propiedad del excรฉntrico aristรณcrata don Otavio.

Don Otavio, ingenuo, encantador y muy culto, resulta ser el mรกs generoso de los anfitriones. A pesar de que la fortuna de su familia se perdiรณ mucho tiempo atrรกs, รฉl continรบa siendo dueรฑo de una hacienda amplia y hermosa con dos casas y diecisiete sirvientes. Don Otavio invita a las viajeras a tener una larga estadรญa; su experiencia, igualmente idรญlica y fantรกstica, provee la trama para el libro. Alojadas en una hacienda confortable, tienen una vista sobre “una pรฉrgola baรฑada de sol que domina un jardรญn rojo y blanco por las flores de las camelias, los jazmines, las adelfas y los frutos de las granadas, recortadas contra la forma exuberante de unas hojas densas, oscuras y enceradas, y, por debajo del jardรญn, yace el lago”. En cuanto se establecen, caminan cuesta arriba para visitar la casa principal, la villa El Dorado, y saludar a su anfitriรณn. “Un hombre mรกs o menos joven se encuentra en la terraza […] Estรก vestido con pantalones de franela blancos y una encantadora camisa decorada con caballitos de mar. Un conjunto de medallas religiosas de oro tintinean detrรกs del cuello abierto de su camisa. Sus manos y su tez son blancas como la leche de burra […] Resulta ser uno de los hombres mรกs bondadosos que jamรกs he conocido.” La conversaciรณn de don Otavio, sus amigos y conocidos (la deslumbrante doรฑa Anna, su horrorosa pareja britรกnica), los festines ofrecidos, las expediciones planeadas, no se parecen a nada: barrocas, extraรฑas y todas celebradas claramente por Bedford.

A visit to don Otavio es un logro soberbio, una historia de viaje que envuelve con intensidad y que se lee como una novela (“Por supuesto que es una novela –admitirรญa la autora aรฑos despuรฉs–, no tomรฉ una sola nota mientras estuve en Mรฉxico”). Tambiรฉn fue el primer libro publicado por Sybille Bedford; apareciรณ en 1953, cuando ella tenรญa 42 aรฑos. Sybille supo desde temprana edad, en Alemania y luego en Francia, que querรญa escribir. Lingรผista bien dotada, habรญa abrazado el inglรฉs, en lugar del francรฉs o el alemรกn, como “la cuerda”, segรบn nos dice, que habrรญa de salvarla de “flotar a la deriva, con el agua del multilingรผismo hasta el cuello”. Entre los veinte y los cuarenta aรฑos, Bedford habรญa completado tres novelas, ninguna de las cuales se habรญa publicado, y no fue sino en los inicios de la dรฉcada de los cincuenta, durante su estancia en Roma, que finalmente comenzรณ a trabajar en A visit to don Otavio. Bajo su tรญtulo original The sudden view, el libro apareciรณ primero en el Reino Unido, un aรฑo despuรฉs en Estados Unidos y no ha dejado de publicarse desde entonces. La obra tuvo buena acogida crรญtica en ambos lados del Atlรกntico. “Este libro es una poderosa respuesta al paisaje y a la gente –escribiรณ V. S. Pritchett en el New Statesman. Domina el arte de situar fรญsicamente al lector en el paรญs, con todos los sentidos en alerta. Al igual que la autora, uno sale de la experiencia mexicana golpeado, en shock, pero eufรณrico.”

Animada por esos elogios, Bedford comenzรณ a trabajar de inmediato en un proyecto nuevo. Su segundo libro, la novela A legacy, resultarรญa un gran รฉxito y habrรญa de colocarla de manera permanente como un miembro destacado de la profesiรณn a la que durante toda su vida aspirรณ a pertenecer. ~

 

 

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Traducciรณn del inglรฉs de Roberto Frรญas.

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Es una periodista britรกnica. Ha publicado las biografรญas de Nancy Mitford, Evelyn Waugh, Rosamond Lehmann y Somerset Maugham. Actualmente trabaja en la de Sybille Bedford.


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