Durante toda su madurez, y acentuadamente en sus últimos años, Jorge Luis Borges se negó a aceptar el reciclamiento de buena parte de sus primeros trabajos, con los resultados que todos conocemos: abundantes reediciones, reimpresiones, "recuperaciones" y compilaciones de su etapa primera, todas posteriores a su muerte, en una verdadera campaña de rescate de lo que suele llamarse su "obra secreta" u "oculta". Es así como hoy tenemos a nuestra disposición sus tres primeros volúmenes de orden ensayístico, es decir, Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, más tres compilaciones de obras no publicadas anteriormente en libros: Textos cautivos (1986), que reúne sus colaboraciones con la revista El Hogar; Borges en Sur (1999), que incluye varias decenas de textos publicados en la revista de Victoria Ocampo; y Borges en Revista Multicolor: obras, reseñas y traducciones inéditas, publicado en 1995 y reeditado este año como Obras, reseñas y traducciones inéditas.
Esta campaña de rescate ha servido para mover las aguas. Ya la reedición, en 1994, de Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos provocó algunas reacciones francamente airadas entre algunos borgesianos. En opinión de éstos, la aparición (o reaparición) de ese material carecía de legitimidad desde el momento en que resultaba opuesta a la voluntad expresa del autor. Borges, hay que recordarlo, no sólo excluyó muchos de sus trabajos de las diversas ediciones de sus obras completas, sino que corrigió a conciencia muchas de sus piezas antes de entregarlas a sus editores. La discusión derivó, predeciblemente, hacia el problema irresoluble de qué intereses deben prevalecer: si los del autor o los del lector, enfrentados de manera un tanto paradójica.
A juzgar por la rotundidad de sus decisiones editoriales, Borges prefirió defender los derechos del autor. Por lo demás, su intervención en esta polémica fue indirecta, tangencial, aunque sugestiva. Con un ingenio indudable, habló de una "superstición del lector", fundada en la creencia de que la impresión de una obra implica que ésta ha alcanzado su forma definitiva, cuando en realidad la reescritura, la corrección, en fin, la labor creativa ejercida sobre dicha obra, pueden continuar indefinidamente. Es cierto, aunque debió pensar que también existen las supersticiones del autor, que sin duda le conciernen. Podemos pensar en dos. Una, que sólo puede nacer de la ingenuidad, es la de creer que en la era de
los tirajes masivos, las grandes empresas editoriales y las bibliotecas inagotables es posible evitar por decreto la publicación de un libro que, mal que bien, fue distribuido comercialmente hace unas cuantas décadas. La segunda conduce a entender que el hecho de que un texto pueda ser reescrito tantas veces como se desee, incesantemente, implica la cancelación de toda oportunidad para el lector de leer sus versiones previas.
Con Borges en Revista Multicolor este debate ha quedado relegado a un plano secundario, pues lo que está en discusión es, nada más, la autoría de muchos de los textos incluidos. El libro tiene su origen en los esfuerzos de Irma Zangara, quien, tras lo que se presume fue una larga y complicada búsqueda, decidió incluir en el volumen todas los textos publicados por Borges en Revista Multicolor que no hubieran formado parte de otros volúmenes (concretamente, Historia universal de la infamia e Historia de la eternidad). Tales textos, según los criterios seguidos por Zangara, caben en las siguientes categorías: los firmados por Borges, los firmados bajo seudónimo y aquellos que, simplemente, no aparecen firmados. Desde luego, son las últimas dos categorías las que provocaron el inicio de la batalla. Abundan quienes dudan que todo el material recogido en el libro sea obra de Borges, y no parece faltarles razón.
Es fácil percibir que Zangara conoce bien los temas y autores borgesianos, y que los tuvo presentes a la hora de hacer su selección: Chesterton, Shaw, Schwob, los dragones, la filosofía clásica, las paradojas, el tiempo y la ciencia son, en efecto, el alma de Borges en Revista Multicolor. Lo que no parece haber tenido presente es la naturaleza del trabajo en las revistas. Como es sabido, cuando el director del diario Crítica le propuso a Ulyses Petit de Murat que se hiciera cargo de dirigir una revista literaria para el periódico, éste propuso a su amigo Borges como codirector. Conforme a su propio testimonio, Borges invirtió muchas horas no sólo en definir los temas y autores a incluir en la publicación, sino también en corregir concienzudamente el estilo y las traducciones de los textos entregados por los colaboradores, lo que ofrece una explicación razonable, y no difícil de alcanzar, a la sensación de que la mano del autor está por ahí. Tener presente estas consideraciones, y quizás un poco más de meticulosidad, le hubieran evitado a la compiladora caer en el error, señalado por Annick Louis, de atribuir a Borges la escritura de "Hermanos enemigos", firmado por Andrés Corthis, seudónimo que en realidad pertenece a la escritora francesa André Husson.
Hay algo de crueldad en que a Borges, tan cuidadoso con su nombre, con un orgullo comprensible y poco común en él, tan meticuloso con la difusión de su obra, se le haga responder ahora incluso por líneas que no escribió. Por lo pronto, y a pesar de los malos pasos de Irma Zangara, o del entrañable pudor de Borges, la batalla la ganamos sus lectores. No hay por qué ceder a los sentimientos de culpa. –