Sr. director:
A lo mejor es casualidad, pero en los últimos tiempos los pensadores más supuestamente transgresores, corrosivos e iconoclastas de Europa y Estados Unidos han vivido (y siguen viviendo) en, de, por y para la universidad. Los Derrida, Lacan, Deleuze, Foucault, Kristeva, etcétera, desconocen por completo lo que Gabriel Zaid define como el espacio dialogante de la sociedad civil. Se limitan a hacer proclamas revolucionarias desde su mesa-camilla cuidándose de no alejarse más de la cuenta del brasero. Que se comporten así no tiene nada de particular. A fin de cuentas, hay que ganarse la vida. Que haya gente que los tome en serio sorprende un poco más. Es de temer que tenga algo que ver con el hecho de que todos estos filósofos hablan desde los muros de una institución (cito otra vez palabras de Zaid) gigantesca, burocratizada y sindicalizada. Y estos tres adjetivos, contra lo que pueda suponerse, tienen un poder irresistible a la hora dotar de autoridad y convicción cualquier discurso. Incluso el de alguien como Julia Kristeva. ~