Lectores en Wikilandia

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Los buenos escritores, traductores, críticos, maestros, editores, correctores, tipógrafos, libreros y bibliotecarios suelen empezar como buenos lectores. Su afición los lleva a los oficios del libro, donde se ponen al servicio de la comunidad lectora según sus gustos y oportunidades. No hay un centro que coordine la división del trabajo comunitario, sino una especie de anarquía creadora, movida por iniciativas diversas y dispersas.

Hay clubes de lectores (sobre todo en los países de habla inglesa) así como asociaciones gremiales de escritores, traductores, editores, libreros, bibliotecarios y talleres de artes gráficas. Cosa admirable, hay una Society of Indexers (www.indexers.org.uk) que promueve su especialidad (utilísima y subestimada en los países de habla española, en esto subdesarrollados): preparar los índices de nombres y de temas que facilitan la consulta de un libro. Hay órganos del Estado dedicados a la promoción del libro, la lectura y los oficios relacionados. Pero no hay (afortunadamente) planificación central, sino múltiples miradores del mundo del libro en revistas literarias o especializadas, en libros sobre libros y en bibliografías, catálogos, diccionarios y directorios.

La tradición de fijar las obras de la palabra (para conservarlas y subir de nivel la vida humana) es antiquísima. Está en los sabios del mundo oral que guardan la memoria de la tribu. Se extiende a la conservación de canciones, oraciones, cuentos, leyendas, textos sagrados y clásicos desde que aparece la primera tecnología útil para el caso: la escritura. Avanza con los trabajos de copiado, de crítica textual y de traducción en el mercado de libros de Atenas, la Biblioteca de Alejandría, el Vivarium de Casiodoro, las cortes islámicas y los monasterios medievales. Florece en las academias del Renacimiento con el desarrollo de otra tecnología: la imprenta. Despierta las ambiciones universales de la Encyclopédie, el British Museum y otras bibliotecas y museos enciclopédicos que han ido incorporando las nuevas tecnologías de conservación: la fotografía, la grabación sonora, la microfilmación, el fotocopiado, los videos. Alegóricamente, culmina en “La Biblioteca de Babel” que Borges publicó en 1941. Apenas empezaba la tecnología electrónica, que reanimó el proyecto en marcha.

La red de interconexión digital se inventó en mil novecientos sesenta y tantos, para el mutuo respaldo de los centros de cómputo del Pentágono. El origen del proyecto, la construcción de computadoras gigantescas y los mitos sobre la cibernética hacían temer una gran centralización, frente al espíritu libertario surgido en esos años contra la guerra, el gigantismo y la vida robotizada. Pero la nueva tecnología se volvió cada vez más barata, y acabó facilitando lo que no se esperaba: el networking, las redes de personas o grupos con presencia mutua, contactos y colaboraciones frecuentes o esporádicas, la organización horizontal (en vez de vertical).

En 1968, Stewart Brand publicó una especie de enciclopedia de la contracultura: The Whole Earth catalog: Access to tools, cuyo espíritu universal, innovador, iconoclasta y constructivo al mismo tiempo recuerda la Encyclopédie. Steve Jobs, el fundador de Apple, ha dicho que en esa “Biblia” de los jóvenes de su generación estaba implícito el concepto de la World Wide Web.

Es significativo que el primer proyecto electrónico de biblioteca universal (iniciado por Michael Hart en 1971) haya sido y siga siendo un servicio público independiente, sostenido por centenares de voluntarios que cooperan desde sus propias computadoras en su casa. También que fuera bautizado como Project Gutenberg y alojado en una institución benedictina (el Illinois Benedictine College), una de las órdenes que se distinguió en la Edad Media por sus bibliotecas y el copiado de libros. El Proyecto Gutenberg (www.gutenberg.org) sigue en marcha, ofrece gratuitamente unos 30,000 libros del dominio público en diversos idiomas y es el antecedente de proyectos muy distintos: Amazon (www.amazon.com, desde 1994), Wikipedia (www.wikipedia.org, 2001) y Google Books (www.google.com/books, 2004).

La Ilustración y el ascenso de la burguesía hicieron crecer el mercado del libro en el siglo XVIII. En particular, prosperaron las grandes producciones editoriales cuya posesión era como tener un piano: enciclopedias de muchos volúmenes y colecciones de obras completas. Estas ediciones requieren gastos de preparación durante años (no meses), se prestan poco a la venta en librerías y, por lo mismo, tienen un problema financiero. Para solventarlo, se inventaron la suscripción previa y el surtido por entregas (de no haber suficientes suscriptores, la obra no se publicaba).

En el siglo XX, prosperó otro modelo comercial, desarrollado para el mercado masivo: la venta de puerta en puerta (o de contacto en contacto) con ejércitos de vendedores y crédito en abonos al comprador; lo cual requiere capitales todavía mayores y mucha administración. Se entiende que las grandes enciclopedias disponibles en cada idioma sean unas cuantas o ninguna. También se entiende el retraso en actualizarlas.

Denis Diderot tardó quince años en publicar los 28 volúmenes de la primera edición de la Encyclopédie (1751-1766). La primera edición de la Encyclopaedia Britannica (nacida para contrarrestar la influencia de los enciclopedistas franceses) se publicó en 100 fascículos más o menos semanales entre 1768 y 1771. Su famosa undécima edición de 1911 (la mejor, según Borges) pasó al dominio público y ahora puede consultarse gratis en http://encyclopedia.jrank.org, aunque no por iniciativa de la empresa, que titubeó ante las ediciones electrónicas, temiendo que dañaran, en vez de reforzar, su negocio principal.

La Britannica entró a la red tardíamente (sigue vendiendo la edición impresa, pero también suscripciones a la electrónica actualizada), frente a la amenaza de Microsoft, que le hizo una oferta de compra y, ante el rechazo, se lanzó a publicar Encarta, sin imprimirla: como un servicio en línea pagado por suscripción, que finalmente fracasó. No tuvo la demanda que esperaba y suspendió la publicación en 2009, después de quince años de pérdidas.

La sorpresa del siglo XXI ha sido la Wikipedia, un proyecto cooperativo de voluntarios que trabajan gratis y hasta ponen dinero. Nadie se hubiera imaginado que era posible competir con la Britannica y Microsoft sin grandes capitales, ni ejércitos de vendedores, cobradores y administradores, ni un plan previo de los temas que serían incluidos para asignarlos a un gran elenco de especialistas. Menos aún que era posible ampliar y actualizar su contenido a una velocidad nunca vista.

La Wikipedia se anuncia como la enciclopedia gratuita que todos pueden editar. La escriben espontáneos que todos los días proponen nuevos artículos o cambios a los publicados. Esto se presta a toda clase de intervenciones ignorantes, desmedidas, interesadas o de mala fe, pero los resultados han sido inesperadamente aceptables. La calidad del contenido está por debajo, pero no tanto, de la Britannica, que también tiene lo suyo. En la edición de 1974, por ejemplo: el artículo sobre Heidegger es tonto; la entrada sobre Axel’s castle dice que es ¡una novela!; no es fácil encontrar la Accademia del Cimento porque viene con una sola c; abre dos entradas distintas (ambas mal escritas) para Lucas Pacioli y Lucas Paciola, que son la misma persona (Luca Pacioli); pero no abre entradas para Georg Lichtenberg, Czeslaw Milosz, Octavio Paz, Wilhelm Reich, Marcel Schwob, Vidyapati, Xavier Zubiri y muchos otros.

La Wikipedia no publica anuncios. El secreto para que sea gratuita está en el entusiasmo de una multitud de colaboradores que trabajan gratis desde su casa; en un grupo de líderes, también voluntarios, que se reparten la supervisión y toman decisiones sobre el material recibido; y en que el personal pagado a tiempo completo se reduce a unas cuantas decenas de personas en oficinas modestas, con cientos de computadoras. Todo lo cual cuesta unos seis millones de dólares al año, recabados en una charola de la misma página, donde se puede depositar. En 2008, unas 150,000 personas aportaron 40 dólares en promedio a la colecta anual.

La idea y el patrocinio iniciales fueron de Jimmy Wales, un empresario de internet que vive de sus propios negocios y sigue siendo el promotor del proyecto, desde la Wikimedia Foundation. Ha promovido la Wikipedia en más de 200 lenguas, así como proyectos afines: Wiktionary, Wikiquote, Wikibooks, Wikisource, Wikinews, Wikiversity (pueden verse en www.wikipedia.org y www.wikimedia.org). La Wikipedia dice tener tres millones de artículos en inglés, casi un millón en alemán y francés, medio millón en español, portugués, italiano, japonés, polaco, ruso, etcétera. Ninguna otra enciclopedia tiene tal cobertura. La Encyclopédie tenía 72,000 artículos y Encarta 62,000. La Britannica dice tener 122,000. La Wikipedia recibe nueve millones de visitas diarias.

Ante ese éxito, Bertelsmann contrató los derechos para resumir los 50,000 artículos más consultados y publicar una enciclopedia impresa en un solo volumen, que paga regalías a la edición electrónica. Lo cual, de paso, muestra que los libros impresos no desaparecerán tan fácilmente. Quien tenga a mano la muy recomendable y barata Columbia Encyclopedia (sexta edición, 2000) con 50,000 artículos en un solo volumen de 3,200 páginas sabe que, para muchas consultas, es más práctico abrirla que buscar en la red. Eso explica el mercado para la edición de Bertelsmann.

Hay quienes dicen, con razón, que el fenómeno Wikipedia obliga a replantearse muchas cosas en el mundo del saber y la investigación. También se ha dicho, con menor razón, que ha creado un nuevo paradigma de la producción intelectual; perdiendo de vista que la comunidad lectora siempre ha sido Wiki. Lo nuevo es la tecnología. Lo nuevo es el éxito llamativo de una cooperación intelectual que ha sido milenaria.

En todo caso, si se quiere hablar de un cambio de paradigma, habría que situarlo en el Renacimiento, cuando la gente de libros opta por la tertulia frente a la cátedra, la imprenta frente a la universidad, el saber libre frente al saber jerárquico. El cambio coincide con la aparición de una tecnología (la de Gutenberg), y se reanima con la aparición de otra. Ambas refuerzan las estructuras horizontales (la conversación, el networking) frente a las verticales (la universidad, el Estado, la televisión).

El ejemplo puede inspirar muchos otros proyectos cooperativos de lectores en acción. Por ejemplo:

Una fe de erratas en la red. Aunque la única aspiración respetable son los libros sin erratas, lo civilizado es reconocer la imperfección y pedir ayuda a los lectores para advertirlas en beneficio de otros lectores y de las próximas ediciones. El procedimiento (lamentablemente abandonado) consistía en encargar una última lectura del libro impreso antes de encuadernarlo, para incorporar una tabla de erratas advertidas. Hoy es posible crear bases de datos en línea que registren las erratas señaladas por todos los lectores que quieran participar. La programación Wiki es ideal para esto. La organización más sencilla consistiría en que cada editor abra una fe de erratas para cada edición de sus libros. Muchos lectores marcan las erratas de los libros de su biblioteca, pero no tienen manera de avisar a los demás.

Más ambicioso sería abrir un registro para los errores de facto (números, cantidades, fechas, nombres, lugares, parentesco, títulos, atribución) que tienden a perpetuarse como virus que saltan de unos libros a otros. Y para los errores crasos de traducción, sin entrar a cuestiones de estilo, que se prestan a discusiones interminables.

También otro para asuntos autorales, limitado a cuestiones de facto: omisión o error en el nombre del autor, traductor, compilador y otros titulares de derechos; permisos; plagios indiscutibles con textos paralelos.

Y muchos otros más, por ejemplo: una alerta de libros dignos de traducirse que encajarían perfectamente en tal colección de tal editorial, o de libros previamente editados en español cuya novedad pasó y pudieran ser de interés para nuevas generaciones de lectores. ~

 

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(Monterrey, 1934) es poeta y ensayista.


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