Leonora Carrington

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a Ira

Negro. Naranja. Misterio. Siena. Naranja mรกs oscuro. Mujer. Pero no dulce. Negro. Pรกlidos. Veladuras. Poder. Matraces. Verdes titilantes, fuegos de San Telmo. Negros. Unos profundos, repegados de oscuridad; otros aterciopelados, cabelleras de sacerdotes aztecas, azules de lujuria. Visiones vacรญas. Morada en รกcidos naranjas. Lo poderoso no es titรกnico, no surge del surtidor masculino. No ahora. Lo poderoso que aquรญ estoy viendo nace entre yeguas; ¡salve! Es mujer. Vรณrtice. Al nacer comienza a trenzar hilos de tiza. Aguas milagrosas en tierra irlandesa: magueyes heridos cuya abierta belleza breve es la llave que cierra las puertas secretas a nuestros corazones. La otra materia de Bretaรฑa. Detenimiento.

Los aurigas se dedican a adivinar la distancia al trompe-l’ล“il. Apuestan entre sรญ. Gastan las nubes claridades. (Explicar la pintura, aun siendo difรญcil, no es imposible, pero lo mรกs seguro es que Quirรณn te pierda en explicaciones, que te engaรฑe Hera, la muerta de celos, que Hermes te robe dรกndote sus caballos impresos, los cabellos y la hiedra de los atletas enfundados, Dionisos.) ¿Quieres respuestas? Afina. Explicar lo inexplicable. ¿Y esas mรกscaras? ¿A quรฉ hora comenzamos a ver las luciรฉrnagas? ¿Quรฉ era lo que estaban diciendo, antes de la guerra, en un pueblito al sur de Francia?

Solo el arte podรญa conseguir que los sentidos regresasen, que no nos fuรฉramos vencidos al reino velado. Eso dijo. Y ella: que fueran y volvieran las intuiciones como trazos calcogrรกficos de un tlacuache. Proserpina (ella amรณ en la รฉpoca en que los demรกs enloquecรญan) te atiende, sondeando con un amor que duele, la herida del helecho, del zorro lampareado en un camino rural. Mudas. Gritante. Es por amor. A esto opones tus arcanos.

Y luego llegaron. En barcas prehistรณricas esculpidas por el abandono, por el dolor, por las pilas de muertos. A travรฉs del mar de cacao, las playas. Mil cumbres se divisan cuรกndo. Plantas formales. Bosques de รณrganos. El gran รกrbol del surrealismo, mal padre. El surrealismo se desenredรณ desde nudos y raรญces esotรฉricas, pero no todas sus ramas se enervaron como ramas del canario รกrbol del draco. Las hubo quemadas. Y plagadas. Otras ramas fueron ramas รฑoรฑas. Otras cercenadas. El surrealismo es un mal padre. Que lo digan Remedios, Renรฉ, Kati, Alice, que lo diga Luis. Jardรญn botรกnico intelectual. Nombres de plantas que en inglรฉs suenan magnรญficos, en espaรฑol desangelados. Al revรฉs. Todo suena en nawa enamorado. El conejo blanco. La trompetilla acรบstica. El bronce y la vela. Los hombres-cocodrilo los miraron constelados. Es lo que es. Lo que fue es. Es lo que nunca ha sido lo que es. ~

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Frost (Mรฉxico, 1965) es editor, escritor y guionista. Entre sus libros recientes estรกn La soldadesca ebria del emperador (Jus, 2010) y El reloj de Moctezuma (Aldus, 2010).


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