El 14 de julio del 2000, en la presentación de su propuesta cultural, Fox le dijo al reducido grupo de escritores que útilmente había votado por él: "Yo me formé leyendo las señales de las nubes y los avisos de la buena tierra del Bajío: yo aspiro a ser, en compañía de ustedes, un estadista que permita la búsqueda de nuestras indispensables verdades, la fiesta de nuestra belleza y la plena restauración de la cultura, que es lo único que permitirá florecer a nuestra Suave Patria." Más allá de que "la fiesta de la belleza" sea el nombre del certamen Señorita México, el que haya equiparado a las nubes con la letra impresa auguraba un tormentón en el que habría libros de riego y de temporal, sequías, inundaciones. En menos de veinte meses, los escritores, las editoriales, las librerías y los lectores lo hemos notado: la iniciativa fiscal del IVA a los libros, la realidad del ISR a los ingresos de los creadores y no a sus ganancias y, el mismo día que Sara Bermúdez, la "sorpresa" del presidente en Conaculta, anunciaba que iríamos "hacia un país de lectores" (¿qué?, ¿nos van a llevar a Francia?), se le quitaba la exención del IVA a las editoriales, lo que subirá, al menos en quince por ciento, el precio de los libros.
Pero, como siempre, no deseo amargarles el rato. Queriendo creer que el gobierno no sólo quiere desaparecer a lectores, escritores y editores, sino que tiene, en la otra mano, una propuesta fundada en algo, me adentro en la poética de José Luis Borgues. "Hacia un país de lectores", la gran "sorpresa", comienza con estas palabras que me alientan a continuar con su lectura: "La lectura, en especial la de libros…" (¿y en general?, ¿no incluirá las cartas?). Y continúa audazmente: "Un lector se forma leyendo; la columna vertebral de cualquier programa de formación de lectores tiene que ser la lectura misma" (¿y si fuera la ortopedia de la misma columna vertebral?). El nervio, para continuar, consiste en centralizar en una biblioteca, la de México "José Vasconcelos", todas las terminales bibliotecarias y tomos (que alguien avise que ya existe la Biblioteca Nacional), y treinta millones de dólares del monedero de Bill y Melinda Gates para el cómputo en 1,200 bibliotecas (¿computadoras de 25,000 pesos cada una? Ah, es que leen por ti, te escriben tus memorias y te pasan la aspiradora en toda la casa) y otros diez millones de dólares de Microsoft (¿facturando con empresas distintas, Bill?) para "las mismas bibliotecas" (un software que también es jacuzzi, sin duda). Además, Martita de Fox encabezará una campaña para que, en el 2006, haya 7,000 bibliotecas públicas construidas, que será el crecimiento del siete por ciento tan prometido. Eso, por lo que hace a infraestructura. El apoyo a las editoriales será a siete de ellas (México Desconocido, Verdehalago, El Milagro, Sin Nombre, Aldus, en el rango de "pensé que ya habían desaparecido", y a Planeta y Santillana) y al cereal Kellogg's (si "Choco Crispis" es un autor hindú, "Fruti Loopis" debe de ser un poeta griego), ¿quién pagará "el libro infantil que tendrá un efecto de sinergia de presencia masiva" (es decir que viene con fibra integral que convierte a quien se lo come en telépata). Muy pertinente en un programa de estímulo de la lectura es el rubro de la formación de lectores, digo, si ya tengo edificios, tirajes de libros y computadoras, ¿qué me estará faltando? Se formarán unos lectores muy paradójicos, se nos dice, a través de mil "Salas de Lectura" de Chiapas a Phoenix (más edificios, chin, no le damos) y tres estrategias que ya han probado su eficacia: "Se editarán carteles que llevarán material de lectura" (o sea, no el puro dibujito), "se producirán cápsulas para radio y TV dedicadas a la lectura de un texto capaz de atraer la atención del público" (supongo, de nuevo: fomentar la lectura del texto donde se fomenta la lectura), y cápsulas motivacionales, cuya definición es: "Se trata de cápsulas que motiven a la población a acercarse a los libros." Hay, según entiendo, la idea de invitar a "personalidades deportivas" (buenas tardes, tengo una personalidad golfística, imítenme) para motivar sinergia hacia la lectura: "Soy el Piojo Gutiérrez, boxeador, nunca leí un libro y tengo tres títulos. Lean, amiguitos para que no sean como yo."
Hasta donde puedo apreciar, las cosas no irán mal en el sexenio: habrá mucha motivación y sinergia, salas, otra megabiblioteca, varios cuartos de cómputo, carteles con letras, y oportunidades de sobra para acercarse a eso que dice el Piojo. Por lo pronto, a mí, por este análisis sesudo, me descontarán el quince por ciento, el mismo que pagaría si deseara, en mis fantasías más enloquecidas, comprar un libro (¿para qué, si en el 2006 puedo ir a mi "sala de lectura"?). Todo ello, sin duda, nos llevará hacia el país de los lectores, un lugar detrás del espejo en el que nadie puede llegar ni a la mitad de la lectura de "El dinosaurio" de Monterroso y donde los Doce cuentos peregrinos no son ni tres y, en realidad, es una novela porno. Es un lugar en el que los funcionarios redactan sus propios programas de gobierno. ~