Mambrú se fue a la guerra

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No equivalió a descubrir una revancha feminista en la letra de La Patita de Cri Cri, ni signos de maltrato infantil en Tengo una muñeca, o muestras de discriminación por cuestión de género en la clásica Don Pirulí: “Así las planchadoras, así nos gustan más.”
     Lo que un grupo de treinta niños entonó, en uno de los entrenamientos del campamento Fuerza de Tarea, impartido por la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal en la Delegación Tláhuac, hacía alusión a un sujeto que mata al padre y a la hermana (“en un barranco la tiré), recluye a la madre en un asilo y obliga a la novia a abortar el hijo (“el chamaco le saqué”).
     “Yo no tuve padre ni nunca lo tendré, el único que tuve, yo mismo lo maté”, reza la breve letrilla, conformada por estribillos, vueltas y paralelismos, aunque no necesariamente con el tono satírico de la legendaria “Don Dinero” de Quevedo (“Madre, yo al oro me humillo, / él es mi amante y mi amado”), sino que refiere una secuencia de acciones afirmativas, de las cuales, la más “considerada”, es la “donación” de la madre a un asilo. Enhorabuena para la señora…
     Un par de días después de difundida la noticia, se generó polémica en cuanto a “los responsables” de haber enseñado a los niños la canción. La Secretaría de Seguridad Pública negó la participación del grupo Fuerza de Tarea y echó veladamente la culpa a los propios niños al explicar que muchos de ellos provenían de zonas marginadas y representaban realidades diferentes. En algún momento, Alejandro Encinas, jefe de gobierno del Distrito Federal, señaló como probable responsable al Pentatlón Deportivo Militarizado Universitario, organización civil encargada de fomentar disciplina y valores patrióticos, cuyo director rechazó, prácticamente en el instante, cualquier participación en el asunto.
     Por su parte, los niños aseguraron, aunque sin revelar nombres específicos, que un policía les había enseñado la tonadita y había repartido hojas con la letra de la misma, a fin de que todos cantaran mientras marchaban “en paso corto”.
     En lo que se resuelve el acertijo, parece haber cuestiones igual o más serias. Paradójicamente, la canción, además de resultar “fácil de aprender”, fue del agrado de varios de los niños. En entrevista concedida al diario La Crónica de Hoy, un pequeño de doce años reiteró que lo que más había difrutado del curso, además de la disciplina y el trato de los instructores, había sido, precisamente, la intitulada canción de “Yo no tuve padre y nunca lo tendré…”
     Y sí. Tiene el estilo de las melodías que se entonan en entrenamientos policiales y cruzadas militares: ritmo marcado, tonadas pegajosas y letras simples, tal vez pueriles, pero que, cuando son violentas, se trata de agresión perfectamente canalizada al enemigo, a la fuerza opositora. “Por tierra y por mar libramos las batallas de nuestra nación / Peleamos por el derecho y la libertad, y por mantener limpio nuestro honor”, reza parte del himno de los US marines y que, de hecho, tiene su origen en la invasión a México (“From the halls of Montezuma…”). No obstante, esta exaltación de sentimientos nobles para causas innobles puede ser una apreciación desorbitada. El año pasado un comentarista de la cadena de noticias Fox se refirió al posible regreso a Estados Unidos de una división emplazada en Bagdad como: “Los muchachos están a punto de cantar Homeward bound (de Simon y Garfunkel)”, lo que quedó contradicho cuando el corresponsal preguntó a un marine qué canción era la que mejor reflejaba sus pensamientos y éste respondió: Kill ’em all (“Mátalos a todos”), de Metallica.
     Pero la tonada, canción o letrilla que ahora nos concierne es un recuento de ataques frontales y terminales en contra de miembros de la propia familia, de manera desapasionada y sin remordimientos, como lo haría un psicópata: fríamente, “lo mismo que explicar la solución de un sistema de ecuaciones” (José Sanmartín, La mente de los violentos). Estas manifestaciones de desvalorización poscrimen, están presentes en terroristas, secuestradores y multihomicidas; no obstante son los móviles del parricida los más difíciles de comprender y que estremecen de manera peculiar a la opinión pública.
     Ya Maurice Joly advertía que la creencia en el progreso indefinido de la humanidad y la corrección de los pueblos eran sólo prejuicios, formas de pensar corrientes y tradicionales, y “nociones generales sobre la naturaleza humana”. Lo cierto es que humanistas, progresistas y activistas no hacen sino tallarse los ojos ante hechos, ante proclamas de esa naturaleza.
     ¿Cuánta distancia hay entre la letra de una canción y la incitación a cometer un crimen? Los pensamientos agresivos desencadenan reacciones agresivas, mientras que la exposición a la violencia en canciones, programas televisivos, películas y videojuegos produce un efecto acumulativo, concluyó una serie de experimentos hechos por la Universidad de Iowa. Independientemente de su personalidad, los niños y adolescentes expuestos a canciones violentas mostraron niveles más altos de hostilidad, atribuyeron significados agresivos a palabras ambiguas e identificaron de modo más ágil términos relacionados con la agresión.
     A fin de investigar la participación de la ssp en la difusión de la tonada, padres de familia interpusieron una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, instancia que, de suyo, reconoce como un “hecho sólidamente establecido que cualquier individuo, desde que nace, tiene un riesgo mucho más elevado de sufrir diversos tipos de violencia y abusos, incluyendo la muerte, dentro de su hogar que en las calles”, y refiere postulados históricos según los cuales “con excepción del Ejército, es en la familia donde mayor riesgo corren los individuos”. –

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