Esa noche tampoco durmiรณ. Habรญa ocasiones en que llegaba a casa demasiado fatigado, se tumbaba en la cama y en lo que depositaba el antebrazo en la frente yacรญa como derrotado a media batalla. Quรฉ cosa mรกgica es el letargo, que en cosa de segundos nos lleva de las obsesiones mรกs insensatas al mayor delirio voluptuoso. Eso le repetรญa doรฑa Edelmira, su madre, โde un tiempo acรก ya nomรกs me gusta dormirโ. Dormir que es olvidar, estar en otro sitio, desterrar las aflicciones. El muchacho no habรญa descansado bien esa noche recordando las palabras de su madre:
โSi el Seรฑor ha decidido que ya no estรฉ, pues ya no habrรฉ de estar.
Atilano Mรฉndez despertรณ bostezando. Una mala noche en el calor hรบmedo de San Juan Bautista no era ninguna novedadโฆ pero tres noches de mirar la techumbre encalada, ya era otra cosa. Ademรกs que la ciudad capital ya no llevaba ese nombre bรญblico. Ahora, por decreto del gobierno, se denominaba Villa Hermosa.
El recluta Mรฉndez fue bautizado Santiago, pero debiรณ cambiar de nombre al ser admitido en el Bloque de Jรณvenes Revolucionarios, el temible BJR. Asรญ los bautizados como Pablo, Marรญa, Juan y Asunciรณn, eran entonces los compaรฑeros Dantรณn, Libertad, Mรกdison y Equidadโฆ Como Equidad Lรณpez Magaรฑa, que era compaรฑera de Atilano en la โEscuadra Morelosโ del BJR: sesenta muchachos integrantes de las โcolumnas de acciรณnโ desfilando toda la tarde para amedrentar a los enemigos del gobernador radicalista. Todos con pantalรณn oscuro y camisa en grana, todos cantando el Himno Agrarista o la Balada del Profesor Racional, todos bordรณn al hombro y marchando con paso firme, golpeando las botas contra los adoquines aunque la mitad calzaban huarache.
El recluta Mรฉndez cargaba pistola en bandolera, y para evitar excesos el arma llevaba solamente dos cartuchos. A fin de cuentas era una de las trescientas columnas de los โcamisas rojasโ que se habรญan enseรฑoreado del territorio tabasqueรฑo.
Eso le dijo esa noche Atilano a su compaรฑera:
โEquidad, ยฟtรบ crees en los milagros?
โEn los milagros… Eso depende. ยฟComo cuรกles?
Atilano lanzรณ la voluta de humo, paseรณ el ascua del cigarrillo como dibujando la respuesta en el aire, dio un sorbo a su vaso de horchata antes de responder:
โNo estoy hablando de los milagros de la beaterรญa. No, de ningรบn modo. Yo hablo de los milagros otros: los de la ciencia, los del progreso. Esos milagros que todo lo alivianโฆ
โSupongo que sรญ โEquidad Lรณpez deseaba estudiar Agronomรญa, la gran ciencia del maรญz hasta reventar los horizontes, pero le faltaban mรฉritos para ganarse la beca tecnolรณgicaโ. Un milagro como para arreglar quรฉ.
โMi madre estรก enferma โdebiรณ advertir el muchachoโ. Tiene un pulmรณn atacado por el carcomaโฆ es lo que dice el mรฉdico. El derecho. Casi no respira de ese lado, arroja muchas flemas y no, no es tuberculosis. Ya la revisaron.
โยฟUn milagro para curarla? Deberรญa ver a un especialista. Un doctor de las vรญas respiratorias โEquidad habrรญa preferido que la conversaciรณn derivara por otros derroteros. ยฟQuรฉ no era ella hembra suficiente?โ A lo mejor meterla en cirugรญaโฆ
โAl especialista ya lo vimos. Un tal doctor Dubois, que llegรณ de Francia. Dice que sรญ, operรกndola le quita el pulmรณn malo y con el bueno tendrรก para vivir sobradamente. Sรณlo que esa operaciรณn se hace en los Estados Unidos, en un hospital de Nueva Orleans que รฉl conoce. Y eso cuestaโฆ โvolviรณ a chupar el cigarrilloโ. Ni vendiendo la finca alcanzarรญa.
โยฟY es segura?, digo, la operaciรณn? โAtilano vio la mano de su compaรฑera posรกndose sobre su antebrazo.
โDos de cada tres salen bien; es lo que dice el doctor Dubois. Pero hay que apresurarse antes que comience lo que llamaโฆ ยฟcรณmo? Metasis, metasitisโฆ ยกmetรกstasis!
โยฟY eso quรฉ es?
โEl carcoma en todo el cuerpo.
Equidad alzรณ las cejas y sorbiรณ a fondo su horchata.
โYa va a ser la hora โconfirmรณโ. ยฟCitaste a los de la vanguardia?
Orozco, Talamantes y Pratts constituรญan los mejores elementos de la escuadra. Muchachos puntuales, adoctrinados en los principios del Partido Radicalista, buenos para pelear a puntapiรฉs porque una vez derribado el adversario โen un minuto de patadasโ lo dejaban aniquilado. Era lo mรกs temible de los Camisas Rojasโฆ โla lluvia pedestreโ, que por lo regular terminaba enviando a la vรญctima al hospital, o al cementerio.
Esa noche los muchachos llevaban pistolera terciada. Se las habรญan proporcionado en el local del BJR, presidido por un retrato enorme del Seรฑor Gobernador ataviado con camisa escarlata y abrazando a media docena de campesinos. Los reclutas iban a efectuar una ronda del Reglamento 16. La nueva disposiciรณn normaba el consumo de alcohol en el estado: el horario en que abrirรญan los bares y cantinas era muy estricto, de las dieciocho a las veinte horas; el impuesto del consumo era de veinte centavos por trago servido; no podรญa haber sillas ni bancos y ninguna mesa tendrรญa mรกs de sesenta centรญmetros de altura, ademรกs que estaba prohibido cantar โo tocar cualquier instrumento musicalโ dentro del recinto. Y como estaba igualmente prohibido embriagarse, la โprueba de identidadโ era la norma para castigar a los parroquianos.
Asรญ la vanguardia visitรณ la piquera El Toloque, todo en regla, la cervecerรญa Paraรญso, la Casa de las Sirenas, la cantina Medio Solโฆ pero en el Bar de la Guacamaya toparon, por fin, con el primer infractor.
Era un pobre campesino arrinconado en el piso de tierra y bisbiseando disparates. Empuรฑaba un tarro a medio vaciar y en la otra mano asรญa su sombrero de palma.
โยฟCรณmo se llama usted, compaรฑero? โindagรณ Equidad Lรณpez, a lo que el otro, sin voltear, respondiรณ:
โSoy la semilla del progresoโฆ
โยฟQuiรฉn es usted? โvolviรณ a inquirir el joven Pratts, porque el Reglamento 16 obligaba a cuestionar dos veces.
โSoy Tomรกs Garrido Canabal โel รฑango soltรณ el vaso y levantรณ la mano en gesto vencedorโ. ยฟNo se dan cuenta?
La irreverencia era sacrรญlega. Sin averiguar mรกs lo arrastraron hasta las sombras de la calle. ยฟA quiรฉn se le ocurrรญa mencionar asรญ el nombre del gobernador radicalista? Le aplicaron sin mรกs la โlluvia pedestreโ, y en la tunda ciega Atilano creyรณ haber quebrado algo, la nariz tal vez porque el guiรฑapo se llevaba las manos al rostro implorando perdรณn.
โYa, ya, yaโฆ Con eso fue suficiente โadvirtiรณ el lรญder de la escuadraโ. Ahora vamos al Bar Grijalva, que ahรญ acostumbran pasarse de la hora. ยฟEstamos?
โยกEstamos! โgritaron a coro los otros reclutas.
Atilano Mรฉndez tenรญa fama de mรกrtir. Su padre habรญa sido โencostaladoโ por un grupo fanรกtico del Partido Azul, pero eso habรญa ocurrido en Jonuta, varios aรฑos atrรกs. Un dรญa su padre no volviรณ a casa. Alguien dijo que lo habรญan visto forcejeando con los guardias de la plantaciรณn en el Rancho Roatรกn, pero el sindicato de plataneros nunca logrรณ probar nada. Dos semanas despuรฉs apareciรณ flotando dentro de un costal en la playa de Frontera, donde desembocan majestuosos los caudales del Grijalva y el Usumacinta. El forense asegurรณ que llevaba un disparo en la nuca, โmarcaโ de los azules. Como hijo del mรกrtir radicalista, Atilano era candidato a dirigir el BJR.
El siguiente domingo, que era primero de mes, fue โDomingo Rojoโ. Hubo desfile del Partido Agrarista, de los contingentes del Bloque, de los profesores de la nueva Escuela Racionalista Sin Muros y de las cooperativas de zapateros โNadie Descalzoโ. Atilano tuvo el privilegio de escoltar al gabinete del gobernador Garrido Canabal, quien encabezรณ el mitin en el parque โFrancisco Ferrer Guardiaโ (antes โSan Juanโ), donde el mandatario hizo tres anuncios que calificรณ de enorme trascendencia. El primero, que el mes prรณximo serรญa dinamitada la catedral de Villa Hermosa, โuna vez que sus pรกrrocos pervertidos la han abandonado en beneficio de las beatas rancias de esterilidadโ, y que allรญ serรญa construido un parque deportivo โpara los atletas de piel morena y corazรณn generosoโ. El segundo anuncio era que el domingo inaugurarรญan la Primera Feria Agraria y Ganadera del Sureste, en la que serรญan presentadas las primeras veinte โvacas hindรบs de jorobaโ de reciente importaciรณn, que tenรญan fama de buenas paridoras, โje je, y que pondrรกn el ejemplo a las muchachas que no se animan al amor porque, ยกno nos hagamos tontos!, ยกnecesitamos poblar el paรญs! ยกMรฉxico es para cien millones de revolucionarios!โโฆ El tercer anuncio robรณ el aliento de la multitud. El gobernador asegurรณ que un radiograma acababa de informar la designaciรณn del nuevo candidato a la presidencia del PNR, โque desde ya apoya nuestro Partido Radical del Sureste, por lo que le hemos extendido una invitaciรณn para que visite y observe los progresos de este gran laboratorio social de la Revoluciรณn Mexicanaโ. Todos aclamaron la noticia, y fue cuando Equidad aprovechรณ para jalonearle la manga a Atilano y susurrar:
โQue quiere platicar contigo. Ya le dijeโฆ lo de tu mamรก โy le hizo un guiรฑo al llevar los ojos hacia el gobernador, que en ese momento alzaba los brazos para agradecer la ovaciรณn.
Despuรฉs hubo un nรบmero cultural en el que un pequeรฑรญn, que anunciaron como el mรกs avanzado estudiante del Ejido Rojo de Nacajuca, iniciรณ la declamaciรณn del โCorrido del Agraristaโ compuesto para la ocasiรณn por el vate Lorenzo Barcelata. Asรญ que el niรฑo, de camisa roja y pantaloncillos, extendรญa los brazos como si quisiera alcanzar las estrellas:
Voy a empezar a cantarles
Los versos del agrarista;
Les dirรฉ muchas verdades,
Seรฑores capitalistasโฆ
Es el cantar de los pobres
Que en el campo trabajamos,
Los que con tantos sudores
Nuestras tierras cultivamosโฆ
Siempre trabaja y trabaja,
Siempre debiendo al tendero
Y al levantar las cosechas
Saliรณ perdiendo el medieroโฆโ
โYa estรก arreglado, lo de su mamacita โAtilano volteรณ con susto.
Era el gobernador radicalista que distrayรฉndose de aquella arenga infantil le insistรญa concentrando sus ojos de jaguar:
โNos platicรณ su problema la camarada Equidad.
Pero ya lo atendemos. Vaya con el especialista que acabamos de recibir en el Hospital Juรกrez. Vaya con su mamacita maรฑana mismo a primera hora, digo, si ella puede caminar. Tienen รณrdenes de atenderlos y ofrecerles la mejor ciencia mรฉdica.
No salรญa de su sorpresa. El gobernador mismo era quien le entregaba esa tarjeta con el sello oficial y la frase: โHospital Juรกrez, Consultorio Pulmonar, Atiรฉndase y Resuelvaโ, todo con mayรบsculas alternas y su rรบbrica en tinta roja.
Y luego, antes de retornar al festejo cultural, un apretรณn de manos y su bรญceps prendido por esa mano felina:
โYo conocรญ a tu padre, Santiago โel gobernador le ofreciรณ una รบltima sonrisaโ. Era el mejor dirigente de los bananeros, pero pagรณ cara la soledad. Aquรญ, y tรบ lo sabes, nadie puede ni debe andar a solasโฆ En este paรญs nacimos para la multitud.
Nunca olvidarรญa el momento. Guardรณ la tarjeta en la camisa que esa misma maรฑana le habรญa planchado su madre. Un salvoconducto a la vida. Su madre salvada, retornando a la finca familiar en Huimanguillo.
A primera hora, obedientes, llegaron al Hospital Juรกrez que antes habรญa sido Colegio del Sagrado Corazรณn. Mostrar aquella tarjeta fue como una llave mรกgica abriendo todas las puertas: la de la entrada principal, la del piso de especialidades, la del consultorio de padecimientos pulmonares.
โQuรฉ lata, hijo. Quรฉ lata que te doy โse quejaba doรฑa Edelmira apoyรกndose en su carrizoโ. Y con la pena que me da este escupidero de flemas โinsistรญa al cambiar de paรฑuelo.
Tras revisar la tarjeta, la enfermera les franqueรณ la puerta. Que pasaran por favor. Atilano ofreciรณ un brazo a su madre, y apenas entrar la sangre se le fue al piso.
Era el mismรญsimo doctor Alberto Dubois, el especialista del Sanatorio Pasteur, pero con un brazalete rojo en la bata.
โNo sabรญa que se trataba de ustedes โse disculpรณ con su entonaciรณn francesa.
โAy, doctorcitoโฆ quรฉ gusto verlo โla alegrรญa asomรณ en los ojos de la ancianaโ. De haber sabido le traigo unas empanadas de miel y cacao.
โPero siรฉntese, doรฑa Edelmira. ยฟLes ofrezco un vaso de agua?
Atilano comprendiรณ entonces que los milagros no existรญan. La ciencia tenรญa sus lรญmites y la vida tambiรฉn.
โHa sido una confusiรณnโฆ Del seรฑor gobernador y de nosotros. No sabรญamos que habรญa sido promovido para acรก.
El galeno esbozรณ una sonrisa. Alzรณ su estetoscopio y quiso limpiar las huellas digitales marcadas sobre el contorno cromado. Era inรบtil: el instrumento estaba diรกfano, y decidiรณ entonces que รฉse serรญa el tono de la entrevista:
โNo fuimos promovidos. Lo que ocurre es que la noticia no fue difundida: el Sanatorio Pasteur ya no existe. Es decir, lo convertirรกn en una casa de mujeresโฆ perdรณn; en la Residencia Radicalista de Madres Solteras. Ahora formamos parte del Sindicato Rojo de Mรฉdicos del Sureste โDubois alzรณ el puรฑo en gesto infantilโ, para seguir trabajando.
El muchacho saliรณ del privado y los dejรณ en consulta. Minutos despuรฉs se entrevistรณ a solas con el especialista, quien confirmรณ el diagnรณstico:
โHay posibilidad de que mejore, pero extirpando el pulmรณn enfermo. Es una cirugรญa que no se hace, prรกcticamente, en el paรญs. Ya le digo, yo insitirรญa en Nueva Orleans, el Hospital Sainte-Marie. Allรก estรกn los expertos โsu mano sugerรญa el norteโ. Es cosa de esos mil dรณlares que le expliquรฉ; aquรญ no le veo caso. Esperar, cambiar de jarabe y en cuatro o cinco meses que se complique todo, vendrรก el desenlace.
โUn milagro โdijo Atilano al observar el vuelo de un quetzal, su plumaje tornasolado a travรฉs de la ventana.
โSรญ, tal vez โconfirmรณ el doctor Dubois-โ. Un milagro de mil dรณlares.
Llegรณ por fin la esperada Feria Agrรญcola y Ganadera. Como era costumbre, el sรกbado serรญa celebrado un โfusilamiento de santosโ โesta vez en la catedral, antes que el cuerpo de zapadores procediera a demolerlaโ, sรณlo que aquello se complicรณ ante el arribo de las โzandunguerasโ. Habรญa corrido el rumor: que el barquito habรญa traรญdo medio centenar de danzoneras veracruzanas que participarรญan en la inauguraciรณn de la feria, de modo que a la hora de la hora todos se ausentaron del โacto desfanatizadorโ en el atrio del templo.
Era una costumbre tรฉtrica del Bloque Revolucionario: sacar las efigies, los cuadros y las cruces de las iglesias, y proceder a su โfusilamientoโ al pie del campanario. Despuรฉs todo era destruido a machete y fuego en una pira nocturna. Pero como el rumor de las zandungueras fue confirmado, nadie acudiรณ al rito iconoclasta. Solamente llegaron los disciplinados Orozco y Pratts.
Desde temprano Atilano Mรฉndez se presentรณ con la carreta cargada de costales y sogas para facilitar el trabajo. Los reclutas estaban solos y permanecรญan detrรกs de la catedral. Al dรญa siguiente darรญa inicio la labor de los dinamiteros y aquello serรญa reducido a una montaรฑa de polvo y cascajo como ya habรญa ocurrido en Tenosique, Huimanguillo, Comalcalcoโฆ
โยฟY si lo dejamos para maรฑana? โpreguntรณ el joven Orozco, quien a pesar de ser estrรกbico poseรญa una punterรญa insรณlita.
โComo nadie vino, nadie se darรก cuenta โlo apoyรณ el compaรฑero Prattsโ. Nadie sabrรก si fusilamos o no a San Esteban. Mejor lo dejamos para maรฑana โPratts morรญa por mirar de cerca aquellos muslos de carnaval.
โSin pรบblico, esto no tiene caso โlo apoyรณ Orozco.
โNo hay emulaciรณn โinsistiรณ Pratts, porque habรญa escuchado la frase en los mรญtines del BJR.
Atilano los dejรณ hablar. Bajรณ de la carreta en silencio, le hizo un arrumaco a la mula, procediรณ a parar los santos en la parte posterior del templo. Terminar de una buena vez con eso y retornar a casa con su madre.
โยกAyรบdenme, carajo! โse quejรณ por finโ. Unos estรกn mรกs pesados que la tiznada.
Eran nueve los santos de la catedral: San Juan Bautista, desde luego; San Fructuoso, que fue quemado vivo por los paganos; Santa Ana, madre de la Virgen Marรญa; San Fernando, vencedor de los moros en Castilla; San Lorenzo, que fue cocinado en la parrilla; Santa Eulalia, mรกrtir de Barcelona; Santo Domingo de Guzmรกn, fundador de la orden; San Pablo Apรณstol y San Pascual, devoto de la eucaristรญa. Asรญ que comenzarรญan, como era su costumbre, por las damas. Atilano descargรณ dos carabinas de la carreta y entregรณ a cada cual un puรฑado de parque.
โDoce pasos atrรกs, no sean tramposos โlos reconvinoโ. Si acabamos pronto nos darรก tiempo de ver a las zandungueras en el ensayo.
Primero fusilaron a Santa Eulalia y Santa Ana, buscando desfigurarles el rostro. Atilano daba las รณrdenes de la descarga y รฉl, personalmente, preferรญa su revรณlver del calibre .32, por liviano y eficiente. Despuรฉs siguiรณ San Pascual y luego, en el turno de San Fernando, comenzaron los problemas.
โAyรบdame, Pratts โse quejรณ el bizco al cargar la estatuaโ. El cabrรณn tragรณ como cuino.
โLes dije que unas estaban mรกs pesadas โconfirmรณ Atilano mientras recargaba su arma en la carreta.
โA รฉste le reventamos la barriga โbromeรณ Pratts luego de colocar la figura junto a la sacristรญaโ, y que le salga la frijolera.
Los reclutas disfrutaban despuรฉs de todo esa rutina sacrรญlega. Casi casi como un tiro al blanco de feria. Correr el cerrojo, afianzar la culata contra el hombro, columbrar el objetivo mรกs allรก del punto de mira.
โYaโฆ compaรฑero Mรฉndez. Dรฉ la orden โOrozco se enjugรณ el rostro con la mangaโ. Se me estรก entumiendo el brazo.
Atilano, sin embargo, tuvo una revelaciรณn. Allรก, sobre la cรบpula de la catedral, dos quetzales volaban de regreso hacia los pantanos de la Chontalpa. Sus largas caudas eran como un adiรณs a la tarde.
โMuy bien โaceptรณโ. Reclutas preparenโฆ apuntenโฆ
โy con la tercera voz, sin embargo, รฉl no disparรณ.
San Fernando reventรณ extraรฑamente. Los impactos produjeron un ruido hueco, metรกlico. Algo que se desparramaba.
โHijo de la reputaโฆ โmurmurรณ nerviosamente Orozcoโ. ยกEl santo estรก reviviendo! โporque la efigie parecรญa moverse, escurrir, perder el equilibrio.
โAlgo tiene el espantajo โconfirmรณ Pratts al aproximarse con sigilo.
En efecto, la descarga habรญa perforado un arca secreta y ahora, dos siglos despuรฉs, cien doblones con el escudo de los Austrias escapaban por el boquete.
โยกLa rechingada con el santo! ยกVenรญa cargado! โrugiรณ Orozco al palpar aquella primera moneda de oro.
โSomos ricos, ricosโฆ โmurmurรณ Pratts al contemplar el tesoro que terminaba de escurrir, y sin soltar la carabina advirtiรณโ: Digo, si conseguimos ser discretos.
Atilano Mรฉndez dio un paso atrรกs. Desenfundรณ en silencio y soltรณ un pistoletazo en la nuca de Pratts, luego, en lo que el otro reparaba, en la cara de Orozco. Guardรณ el arma en la pistolera y se dirigiรณ a la carreta, donde la mula resoplaba nerviosamente.
De cuando en cuando los meandros del Grijalva permitรญan el afloramiento de sorpresivos โencostaladosโ. La guerra de facciones tenรญa la edad misma de esa Repรบblica a trompicones. โNos atacaron los azulesโ, eso dirรญa, โun grupito que luego huyรณ por el rรญoโ. Atanasio volteรณ hacia el poniente y ya no logrรณ mirar el vuelo majestuoso de los quetzales. Comenzรณ a preparar el saco menos estropeado. En el horizonte se anunciaba una tormenta โlas nubes plomizas remontando desde el litoralโ y cuando el primer relรกmpago retumbรณ, el muchacho se permitiรณ creer, por un segundo, en los milagros. ~