Leí detenidamente el artículo de Michael Walzer, “Cinco preguntas sobre el terrorismo”, que publicaron en su revista (septiembre del 2002). No pude más que sentirme sorprendido y molesto por la forma tan superficial en que el autor abordó el tema. Walzer aparentemente concluye que el terrorismo de Estado es perpetrado mayoritariamente por Estados autoritarios y totalitarios que lo emplean contra miembros de su propia población. Aunque, efectivamente, se dan estos casos, tal como el intento de exterminio de los kurdos por parte de Saddam Hussein, me parece que frecuentemente el terrorismo de Estado también ha sido una herramienta utilizada por regímenes democráticos en contra de la población de otros países. ¿No han recurrido, en innumerables ocasiones, Estados Unidos, Israel, Francia o Gran Bretaña a actos violentos para infundir terror en la población civil de otras naciones? El terrorismo no es una herramienta exclusiva de los débiles. El problema es que se ha pervertido el uso de la palabra hasta el punto de convertirse en una herramienta de propaganda y no en una de análisis. Me ha decepcionado enormemente ver que, después de los trágicos eventos del 11 de septiembre, la mayor parte de los analistas e intelectuales de Occidente han caído en el error de confundir las causas con los efectos. Repito, el terrorismo es una arma de lucha reprobable bajo cualquier criterio moral, pero no por ello se puede concluir que no existen acciones de agravio que lo fomenten. Estados Unidos ha cometido actos de terrorismo y ha apoyado incondicionalmente a otros gobiernos que comenten los mismos crímenes. Esto no es una justificación, es un hecho históricamente demostrable.
Desde mi punto de vista, el error que cometen tanto los terroristas islámicos como los analistas occidentales es que equiparan las acciones de un Estado con los ciudadanos del mismo. La Casa Blanca y el Pentágono, Al Qaeda y la Jihad Islámica no son ningunas víctimas de la violencia ejercida en su contra. Es una hipocresía criticar la violencia de terceros cuando uno mismo la perpetra. Las verdaderas víctimas siempre son los civiles, aquellos que sufren por las acciones opresivas de sus líderes. Las víctimas del terrorismo y de la “guerra contra el terrorismo” son exactamente los mismos: los civiles muertos en las Torres Gemelas, en Afganistán, en Israel y en Palestina.
Precisamente porque es reprobable tanto el terrorismo como el asesinato de civiles en nombre de una “guerra contra el terrorismo”, debería ser nuestra obligación moral como seres humanos criticarlo en cualquiera de las formas que tome. Ahora que la guerra contra Iraq se ve cada vez más cercana, deberíamos recordar que la violencia y la opresión siempre tienden a producir contrarrespuestas igualmente sangrientas. ~
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