Hoy por hoy, la polรญtica mexicana es un teatro (mitad farรกndula, mitad reality show) trasmitido en vivo por los medios de comunicaciรณn y ubicado en el Eje “Los Pinos-Zรณcalo-Donceles-San Lรกzaro”, en cuyo escenario hablan el Presidente y su esposa, el Gabinete, el Jefe de Gobierno del DF, senadores, diputados, algunos gobernadores y el coro de la clase polรญtica, mientras el resto del paรญs bosteza, abuchea o guarda silencio en las butacas. Para cambiar este desorden de cosas, para tomar la palabra, para alentar una participaciรณn polรญtica madura, informada y eficaz, los espectadores debemos dejar el teatro y organizar un espacio propio cuyo propรณsito sea elevar la calidad del debate pรบblico.
Nos urge salir de la Babel de confusiรณn en la que vivimos. A casi cuatro aรฑos de aquel esperanzador dรญa de julio del 2000, cuando los mexicanos conquistamos nuestra transiciรณn a la democracia electoral, el paรญs atraviesa por un estado de profunda confusiรณn y desencanto. Sabemos que Mรฉxico estรก creciendo a tasas alarmantemente bajas, que ha perdido competitividad, mercados y fuentes de empleo, que varias instituciones del antiguo Estado benefactor estรกn en quiebra. De no haber cambios de fondo, el futuro nos depararรก una nueva crisis como la de 1982 o 1994, sin que podamos entonces llamarnos a sorpresa ni haya operaciones internacionales de rescate que puedan salvarnos. No falta quien culpe a la democracia de la parรกlisis y aรฑore un rรฉgimen autoritario y quizรก hasta corrupto, pero que garantice orden y progreso. Son todavรญa los menos. Diversas encuestas indican, por el contrario, que el mexicano no ha desesperado de la democracia. Su crรญtica se enfila sobre todo contra el Ejecutivo y el Legislativo, que han protagonizado tres aรฑos de mucho ruido y pocas nueces. A รบltimas fechas, y debido a las revelaciones de corrupciรณn dentro del gobierno del DF, la crรญtica severa ha alcanzado tambiรฉn al Jefe de Gobierno y a su partido. Esta exasperaciรณn con respecto a la clase polรญtica y los partidos es comprensible pero parcial. Aunque en mucho menor grado y por razones distintas, los otros dos poderes clรกsicos (el Judicial y el “cuarto poder”, la prensa) tampoco han estado a la altura de las circunstancias. Y no sรณlo ellos, tambiรฉn han fallado instituciones clave como la Iglesia o las grandes universidades, los grupos de poder empresarial y los intelectuales, y la propia sociedad civil, sobre todo los grupos que siguen enarbolando la ley del machete contra el imperio de la ley. En diversa medida, todos somos responsables. Conquistamos la democracia pero no hemos sabido cรณmo habitarla.
Quizรก la falla central del Presidente Vicente Fox, su falta de liderazgo, sea connatural en los lรญderes carismรกticos: los destructores del antiguo orden no son constructores de un orden nuevo. Ahรญ estรก el caso de Walesa y Gorbachov, y ahora (o hasta ahora, desgraciadamente) el de Fox. ยฟPor quรฉ, teniendo tan buena comunicaciรณn con el pueblo, no se concentrรณ desde un principio en ofrecerle una visiรณn coherente, en orientarlo sobre el contenido de su programa para que, una vez informado y convencido de la viabilidad de su proyecto, el pueblo presionara legรญtimamente al Congreso? Porque no tenรญa ideas rectoras que lo convenciesen a รฉl, para luego convencer a los demรกs. Fox nunca trasmitiรณ una idea puntual y sustanciada del “cambio” que nos propuso encabezar. A la distancia, sus palabras de campaรฑa parecen promocionales de venta. Reconociendo su buena fe y honradez, el mรฉrito histรณrico de su campaรฑa (que nadie podrรก regatearle) y los aspectos positivos de su gestiรณn (por ejemplo la Ley de Transparencia, el manejo “macro” de nuestra economรญa, mayor independencia en el รกmbito de las relaciones internacionales), el drama del presidente reside en que no entiende (ni ha querido entender que no entiende) la naturaleza misma de la polรญtica. El tortuoso arte de la negociaciรณn (convencer, pactar, ceder, equilibrar, sobre todo con un poder dividido por mandato popular en 2000, y refrendado asรญ en 2003), el sentido del tiempo y de los tiempos, la moderaciรณn y prudencia en el uso de la palabra presidencial, la capacidad de integrar un equipo compacto y eficaz, el respeto a la majestad de la propia investidura, el uso de la fuerza legรญtima en caso de un atropello a las leyes, el deslinde preciso entre la esfera religiosa y la secular, y โsobre todoโ entre la pรบblica y la privada; todo aquello, en fin, que constituye la esencia del quehacer polรญtico le es extraรฑamente ajeno. La revoluciรณn cรญvica que podรญa haber encabezado se ha convertido en un marasmo. Lo peor es que, en la veloz dinรกmica de la polรญtica, y como resultado del vacรญo de poder, no queda tiempo para aprendizajes. El 2006 estรก a la vuelta de la esquina.
El Poder Legislativo y los partidos representados en รฉl han incurrido, en mi opiniรณn, en una falta de responsabilidad. El Congreso no ha querido asumir el papel transformador que el momento histรณrico reclamaba. Ha estado en todo su derecho de objetar las reformas econรณmicas que, de manera acaso tardรญa y apresurada, propuso hace unos meses el Presidente, o de proponer otras; lo que no tenรญa es el derecho de inmovilizar al paรญs, de rechazar por sistema, de no proponer nada o casi nada, y de degradar el ambiente polรญtico con un espectรกculo de desorden, improvisaciรณn y superficialidad. Los ciudadanos esperaban una deliberaciรณn de altura en torno a esas reformas o a otras, acaso mรกs importantes, como las relativas a la estructura polรญtica. No hubo tal. “El Presidente propone y el Congreso dispone”, dijo Fox aquel remoto 10 de diciembre. A tres aรฑos y medio de distancia, el saldo es negativo: el Congreso dispuso no disponer. ยฟPor quรฉ? Por fallas estructurales que los propios legisladores podrรญan enmendar. Por una parte, los “representados” no tienen forma de presionar legalmente a sus “representantes”, a quienes para colmo, en la mayorรญa de los casos, no conocen. รstos tampoco pueden reelegirse y construir una carrera legislativa, y por eso optan por atender el dictado vertical de su partido o fracciรณn con miras a la sucesiรณn presidencial del 2006. Esa obsesiรณn ha sido la causa fundamental del bloqueo legislativo.
Mรกs que una crisis social, vivimos una crisis de partidos. El pri, que podrรญa aprovechar la oportunidad irrepetible que le ofrecen los problemas de sus rivales, estรก a un paso de la escisiรณn. El PAN no ha sabido quรฉ hacer con el poder, salvo dejarlo ir. El PRD, que podrรญa representar una izquierda moderna, padece la enfermedad endรฉmica de la vieja izquierda, la autofagia, y la propia de su origen priista, la corrupciรณn. El “Partido Verde” es un club privado donde el “Niรฑo Verde” gasta el dinero pรบblico en francanchelas en Europa. Ante esta situaciรณn, se impone discutir a fondo los cambios en el sistema polรญtico (la fundaciรณn de nuevos partidos, la conveniencia de adoptar formas parlamentarias, las candidaturas ciudadanas, la estricta fiscalizaciรณn de los recursos). Pero, aun cuando los partidos, por arte de magia, se depuraran de rencillas y corrupciรณn, hay un factor adicional que, siendo legรญtimo, complica la representaciรณn legislativa: la convergencia ideolรณgica entre la fracciรณn mayoritaria del PRI y el PRD. Desde la premisa del viejo nacionalismo revolucionario, el “poder deliberante” no tiene nada que deliberar: todo estรก dicho en la Constituciรณn de 1917 (mil veces enmendada despuรฉs, pero sacrosanta siempre). Parece difรญcil cerrarse a la evidencia de que los paradigmas que normaron la vida de Mรฉxico durante el siglo XX son cada vez mรกs inoperantes en el presente, y lo serรกn por entero en el futuro muy cercano. Pero el desastre posible en varias zonas de nuestra economรญa no desvela a los tribunos, que sin refutar con datos y razones los argumentos reformistas (en el sector elรฉctrico, por ejemplo), se sienten instalados en “el lado bueno de la historia”. Ya verรกn quรฉ hacer cuando lleguen o regresen a Los Pinos.
Si se recuerda la subordinaciรณn histรณrica del Poder Judicial al Ejecutivo que comenzรณ en la era porfiriana y siguiรณ casi intacta a lo largo del siglo XX, hay que convenir en que nuestros jueces y magistrados han dado, desde hace tiempo, muestras tangibles de independencia: sus laudos son respetados, y algunos han sido adversos al Presidente. El Poder Judicial, en una palabra, estรก adquiriendo de manera silenciosa y segura la legitimidad que hacรญa tanta falta. Pero ante el clamor nacional por una justicia expedita, en el diario viacrucis de inseguridad que se ha vuelto la vida en Mรฉxico, el Poder Judicial deberรญa haber adoptado una actitud pรบblica mucho mรกs resuelta. El Poder Judicial ha pecado, digamos, de falta de iniciativa. En un contexto en el que el Ejecutivo no ejecuta y el Legislativo no legisla, la figura pรบblica de los jueces y magistrados podrรญa ocupar el vacรญo y crecer notablemente en el aprecio pรบblico. Habrรญa que fortalecer de una vez por todas su base econรณmica, generalizar la inamovilidad, reservar los nombramientos a comitรฉs de pares, barras de abogados, universidades y organizaciones cรญvicas (no a los otros poderes de la Uniรณn); separar la Procuradurรญa Federal de la Repรบblica de la รณrbita del Ejecutivo y regresarla (como en la Constituciรณn de 1857) a la del Judicial. Sรณlo la administraciรณn de la justicia โno su procuraciรณn ni su imparticiรณnโ quedarรญan a cargo del Ejecutivo. Habrรญa que introducir los juicios abiertos (en la era del internet, usamos procedimientos de papeleo casi virreinales). En fin, ideas de reforma radical en este รกmbito no faltan, lo que falta es someterlas a una amplia discusiรณn. La construcciรณn de un Estado de derecho es la mayor asignatura pendiente de la democracia mexicana. Mรฉxico ha sido (desde Juรกrez hasta los buenos presidentes y ministros de la Revoluciรณn) un paรญs de abogados, y de buenos abogados. Hasta la economรญa la manejaban mejor que los economistas. Tal vez es hora de que transmitan con mayor fuerza al pรบblico sus ideas para el fortalecimiento del Estado de derecho.
“La prensa mexicana โdecรญa Daniel Cosรญo Villegas, hace medio sigloโ es una prensa libre que no sabe usar su libertad.” Esa falta de madurez sigue siendo su talรณn de Aquiles. Es cierto que el trabajo de los periodistas (muchos de ellos excepcionales) ha contribuido a la consolidaciรณn de la democracia en varias formas: revelando las corruptelas de antiguas o presentes administraciones, iluminando la zona tenebrosa de la polรญtica, y poniendo en jaque al poder con la crรญtica que tanta falta hizo en el antiguo sistema polรญtico donde sรณlo privaba la verdad oficial. Pero al margen de esos avances, nuestra prensa no da el estirรณn y quizรก por eso no crece en lectores. No es signo de madurez, por ejemplo, colmar las pรกginas de los diarios con “notas” sobre lo que dijo, declarรณ, acotรณ, advirtiรณ, apuntรณ, propuso, aseverรณ, expresรณโฆ un “protagonista” de la vida polรญtica. Reducir la realidad al vocerรญo de las opiniones es empobrecer la realidad. Tampoco sirve a la verdad objetiva confundir el periodismo con el adoctrinamiento, distorsionar los hechos de acuerdo con los prejuicios de una postura ideolรณgica, o convertir una publicaciรณn en tribunal de la Inquisiciรณn. La prensa es el lugar natural para la generaciรณn y el debate de las ideas, pero no estรก cumpliendo con ese papel, entre otras cosas porque no investiga. La prensa mexicana, me temo, es menos una productora de conocimiento y conversaciรณn racional, que un megรกfono del ruido pรบblico. Con excepciones reconocidas, otro tanto cabe decir de algunas estaciones de la radio: buena aunque reactiva informaciรณn, escasa o nula investigaciรณn, regular anรกlisis de fondo, poca polรฉmica de ideas.
En cuanto a la televisiรณn โpese a la mejorรญa de contenido informativo, su vivacidad y credibilidad, y su apertura sustantiva (que el pรบblico atiende y agradece)โ, no ha sabido tampoco estar a la altura de los tiempos. Atada a su costumbre de ofrecer violencia y, ahora, vistazos a la intimidad de personajes “famosos”, que sรณlo lo son porque consienten en exhibirse, la televisiรณn (salvo casos valiosos y apreciables, entre otros el programa “Zona Abierta” de Televisa, los “Primer plano” en el Once, o las entrevistas de Sergio Sarmiento en TV Azteca) ha relegado uno de sus deberes fundamentales, sobre todo en un paรญs atrasado y pobre como Mรฉxico: el deber de educar y formar opiniรณn. La televisiรณn podrรญa ser un foro esplรฉndido para que los actores de la vida pรบblica y los ciudadanos en general (estudiantes, acadรฉmicos, empresarios, militares, religiosos, obreros, campesinos) debatan (no sรณlo conversen) sobre los temas urgentes de nuestra agenda pรบblica. El problema es de fondo. Lo vislumbrรณ Karl Popper, acaso el filรณsofo liberal mรกs sรณlido e influyente del siglo XX. Poco antes de su muerte, escribiรณ unas lรญneas sobre el tema (recogidas en La televisiรณn es mala maestra, FCE). Por la naturaleza de su “producto”โafirmaba Popperโ, la televisiรณn requiere de una reglamentaciรณn. Serรญa deseable โagregabaโ que los medios electrรณnicos adoptasen pรบblicamente un cรณdigo autoimpuesto de รฉtica, y crearan un instituto que emitiese licencias revocables en caso de violaciรณn. En Mรฉxico, este cรณdigo tendrรญa que contener no sรณlo aspectos preventivos, sino prescripciones precisas sobre la responsabilidad de la televisiรณn en la educaciรณn democrรกtica. Y los anunciantes del paรญs tendrรญan que apoyarlo.
No serรก fรกcil que lo hagan. A los grandes (y casi grandes) empresarios los caracteriza (con honrosas excepciones) su falta de compromiso. Sus agrupaciones, nostรกlgicas de la negociaciรณn cupular con el Presidente, parecen elefantes de otra era, meros logotipos con una influencia nula en la opiniรณn pรบblica. Los mรกs informados, que conocen la gravedad de la situaciรณn econรณmica y anticipan las posibles consecuencias, hacen declaraciones en la prensa o en seminarios hechos para predicar a los conversos, pero rara vez discurren mรฉtodos alternativos de comunicaciรณn para influir de manera directa en el ciudadano comรบn, y en los poderes de la Uniรณn. La mayorรญa de los empresarios transita satisfecha por las pรกginas de sociales, como una nueva y patรฉtica aristocracia, indiferente al paรญs dramรกtico en el que vive.
Mรกs allรก de los cuatro poderes โtanto en el nivel nacional como en el estatalโ estรกn las fuerzas organizadas de la sociedad. ยฟHan sabido construir el nuevo orden democrรกtico? Pienso que no. Ya me referรญ a los empresarios. A la Iglesia, cuya enorme influencia y legitimidad podrรญan convertirla en palanca de un progreso productivo, le falta lo de siempre, le falta modernidad. Vive escuchรกndose a sรญ misma, envuelta en discusiones frรญvolas sobre temas bizantinos, obedeciendo con frecuencia a los mรกs retrรณgrados reflejos antiliberales o haciendo a veces el juego a los trasnochados esquemas del postmarxismo. Preocupada como estรก en su misiรณn โa estas alturas, casi imposibleโ de controlar las costumbres privadas de su grey, la Iglesia no ha querido incidir seriamente en los asuntos clave del paรญs.
Tampoco nuestras principales universidades e institutos de investigaciรณn superior, pรบblicos y privados, participan en la discusiรณn en el grado y con la calidad que deberรญan. El paรญs estรก urgido de conocer datos concretos y confiables, datos no contaminados por intereses ideolรณgicos y partidistas. En este sentido, la academia tiene un papel que representar en combinaciรณn con los medios de comunicaciรณn. Las discusiones pรบblicas necesitan de anรกlisis objetivos previos que las academias especializadas podrรญan ofrecer. Lo hacen a cuentagotas, y no siempre con la calidad y solidez que pregonan. Como centros de enseรฑanza, investigaciรณn y difusiรณn tienen, sin duda, zonas de rigor y excelencia, pero en varios รกmbitos de las ciencias, la tรฉcnica y las humanidades su oferta estรก muy lejos de cumplir con su vocaciรณn declarada. A veces parece que se enclaustran en una endogamia cรณmoda pero estรฉril. A los centros superiores de enseรฑanza les ha faltado autocrรญtica.
Los intelectuales tambiรฉn son (somos) responsables. George Orwell (escritor de izquierda liberal) seรฑalรณ que el signo mรกs sombrรญo del siglo XX era el desdรฉn del intelectual por la verdad objetiva. Creo que su visiรณn se aplica aรบn a muchos de nuestros escritores y editorialistas, que no han sabido reunificar los ideales legรญtimos de la izquierda (la igualdad, la atenciรณn a los desfavorecidos y a los grupos minoritarios) con el liberalismo clรกsico y vigente. Al tiempo que, en las sociedades totalitarias, los intelectuales supieron ejercer una disidencia heroica que preservaba los valores de la libertad y la fe en la verdad objetiva, entre nosotros no faltan quienes (ยกa estas alturas!) arrojen incienso al rรฉgimen totalitario de Fidel Castro o a su caricatura venezolana, Hugo Chรกvez. El “intelectual progresista” no ejerce la autocrรญtica que tanto le exigiรณ Octavio Paz: la de los paradigmas revolucionarios del siglo XX, desde el socialismo real (cuyo legado de sangre pasรณ casi inasimilado por la izquierda mexicana, y se nota) hasta la propia Revoluciรณn Mexicana, cuyos proyectos sociales gozaron de una justificada legitimidad, pero con una traducciรณn en leyes, instituciones, organizaciones y prรกcticas que tuvo muchas veces (y sigue teniendo) resultados muy distintos a sus postulaciones teรณricas. En una palabra, no se ha hecho la crรญtica definitiva del ejido, el sindicato corporativo, las instituciones pรบblicas, las empresas estatales. Se toman como verdades reveladas. Y los guardianes de ese dogma suelen ser los que deberรญan poner en entredicho todos los dogmas: los intelectuales. ยฟY los intelectuales liberales? En Mรฉxico hay algunos, y nuestro desempeรฑo tambiรฉn ha sido pobre. Para entender y dar a entender los problemas actuales, el ensayo de “llamado moral” en la tradiciรณn francesa y espaรฑola, que practicaron Ortega y Gasset, Reyes, Vasconcelos, Cosรญo Villegas y Octavio Paz (y al que, supongo, pertenece este texto) parece un gรฉnero limitado. Necesitamos mucho mรกs: solidez crรญtica, datos duros, imaginaciรณn editorial, incisiones limitadas pero profundas en la realidad. Nos falta, por ejemplo, frecuentar el gรฉnero del reportaje de investigaciรณn, esa “historia del presente” que es el principal surtidor de informaciรณn en sociedades polรญticamente desarrolladas.
Todos somos responsables, y por eso nos urge habitar, enriquecer y profundizar la democracia. Amartya Sen (filรณsofo hindรบ, Premio Nobel de Economรญa en 1998, acaso el pensador liberal mรกs notable de nuestro tiempo y sucesor de Isaiah Berlin y Karl Popper) ha escrito un original ensayo
{{ Democracy and its global rootsโ, The New Republic, 6 de octubre de 2003. Fue publicado traducido en Letras Libres en mayo de 2004 como โEl ejercicio de la razรณn pรบblicaโ. }}
cuya virtud es ampliar el concepto de democracia en un sentido que puede ser รบtil en la circunstancia actual de Mรฉxico. La democracia โprecisa Senโ no reside sรณlo en la expansiรณn del voto y las elecciones libres. “La gloria” de la democracia estรก en “el debate pรบblico abierto”. La razรณn es clara: todo lo que se sabe en verdad, y se discute con claridad pรบblicamente, crea una especie de masa crรญtica que presiona al sistema polรญtico en el sentido correcto.
La pertinencia de esa idea para el caso mexicano es obvia. Nuestras fallas denotan una comรบn falta de claridad sobre la agenda de nuestros problemas nacionales, sus posibles soluciones y el papel que a cada uno le corresponde en ellas. Vivimos una Babel cotidiana en donde lo fundamental se confunde con lo nimio. Es preciso buscar una salida racional a esta confusiรณn reinante, es necesario salir de Babel. En la Espaรฑa democrรกtica, los partidos de izquierda y derecha decidieron que su paรญs debรญa ser plenamente moderno, y lo lograron en una generaciรณn; en Brasil, el presidente Lula creรณ foros de discusiรณn que han resultado muy รบtiles en la aprobaciรณn de algunas de sus reformas. Nosotros no tenemos siquiera un acuerdo de cรณmo resolver nuestros desacuerdos. Ante esta situaciรณn, y en vista del adelanto imprevisto de la carrera presidencial de 2006, hay que discurrir iniciativas sociales de discusiรณn pรบblica. Los temas sobran, lo primero y decisivo es el formato. Hay varios ejemplos en la televisiรณn internacional: “Face the Nation” y “60 Minutes” en Estados Unidos, “Porta a porta” en Italia, “Hardtalk” en la BBC. Los programas actuales en la radio y la televisiรณn โrepitoโ son muy meritorios, pero su formato tiende a ser discursivo y acadรฉmico, pasan a horas difรญciles, quizรก por falta de apoyo en los anunciantes. Por eso aquรญ (en Letras Libres, y contra la costumbre de los intelectuales) proponemos una idea concreta: si el objetivo es sustanciar la democracia elevando la calidad del debate, deberรญa crearse un Comitรฉ de Opiniรณn Pรบblica (dependiente quizรก del IFE, aunque no necesariamente) encargado de organizar debates (televisados y radiados en los horarios de alta audiencia, patrocinados por un grupo tal vez revolvente de anunciantes privados) sobre los grandes problemas nacionales. Este Comitรฉ podrรญa invitar a debatir a miembros de los tres poderes, pero tambiรฉn a representantes de la sociedad civil (sobre todo a los jรณvenes), garantizando en todo momento la imparcialidad del programa (en nรบmero y representaciรณn). La participaciรณn del pรบblico serรญa conveniente, hasta con procesos de votaciรณn o encuestas por las ideas convincentes. Si esta idea de democracia interactiva funciona, podrรญa ampliarse a los รกmbitos estatales y municipales. Mรกs aรบn, podrรญan crearse clubes de debates en las escuelas, como ya existen embrionariamente en algunas universidades privadas. En este foro de comparecencias cรญvicas, en esta รกgora pรบblica donde todos serรญamos testigos de ideas y posiciones encontradas, los ciudadanos (y sus “representantes”) aprenderรญan a discutir, a preguntar, a interpelar, a fundamentar, a respetar. Serรญa una verdadera “escuela de tolerancia”. Un aprendizaje prรกctico de la democracia. ~
EL DEBATE NECESARIO Mรฉxico no puede seguir paralizado, inmรณvil entre los jaloneos protagonizados por el Congreso y el Ejecutivo. La democracia es palabra hueca si no se sustancia, si no buscamos la forma de expresar las inquietudes ciudadanas y darles cauce. En otras sociedades, mรกs abiertas que la nuestra, una soluciรณn ha sido fomentar el debate pรบblico, elevando el nivel de la discusiรณn, afinando los argumentos en pugna, logrando de este modo que la sociedad presione a los poderes para que se decidan a actuar. Letras Libres considera por ello la formaciรณn de un Comitรฉ que se encargue de organizar debates pรบblicos sobre los grandes problemas nacionales. Nuestra propuesta es, por supuesto, perfectible. รste puede ser el primer paso de un largo camino que nos lleve a habitar, por fin, la casa de la democracia que entre todos hemos construido. En este sentido, Letras Libres propone:Primero, la creaciรณn de un Comitรฉ de Opiniรณn Pรบblica, integrado por reconocidos intelectuales, acadรฉmicos y periodistas, dependiente del IFE โque tiene entre sus funciones el fomento de la democracia. ย ย ย ย Segundo, la formaciรณn de un fideicomiso integrado por aportaciones de empresarios prominentes, administrado por el IFE, cuya funciรณn serรญa generar intereses suficientes para que el Comitรฉ pueda comprar espacio comercial en televisiรณn y radio; de esta forma, el capital no se tocarรญa y, en caso de que el Comitรฉ no cumpla sus funciones, serรญa reintegrado a sus donantes. ย ย ย ย ย Tercero, la celebraciรณn de reuniones mensuales en las que el Comitรฉ se pondrรญa de acuerdo sobre el tema por tratar โuno de los grandes problemas nacionalesโ, y donde propondrรญa a los participantes que lo debatieran pรบblicamente. ย ย ย ย ย Cuarto, la publicaciรณn, en medios de circulaciรณn nacional, de una invitaciรณn a debatir el tema propuesto por el Comitรฉ, dirigida a los posibles participantes. Esa invitaciรณn, ademรกs de fijar fecha y hora, incluirรญa tres preguntas sobre el tema, que servirรญan de base para iniciar el debate. ย ย ย ย ย Quinto, la celebraciรณn de un debate entre dos o mรกs participantes, actores centrales del tema por debatir, trasmitido en vivo por televisiรณn y radio en horarios de mรกxima audiencia. ย ย ย ย ย Sexto, la concurrencia, ademรกs de los debatientes, de un panel integrado por diez miembros del Comitรฉ de Opiniรณn Pรบblica. ย ย ย ย ย Sรฉptimo, la puesta en escena de un debate con las siguientes caracterรญsticas: diez minutos iniciales por cada uno de los debatientes, para que contesten las preguntas planteadas en la invitaciรณn; seguidos por tres minutos a cada participante para criticar, comentar o refutar las postura del otro, a los que seguirรกn otros tres minutos de respuesta. Tras haber concluido este intercambio, tocarรก el turno a una ronda de preguntas formuladas por los miembros del Comitรฉ, teniendo los aludidos โlos debatientesโ un mรกximo de dos minutos para dar sus respuestas. Este segmento del debate tendrรก como lรญmite una duraciรณn de quince minutos. Posteriormente, se formularรกn a los debatientes las preguntas del pรบblico (que deberรก enviarlas previamente, por escrito, de acuerdo con los lineamientos de las preguntas contenidas en la invitaciรณn pรบblica, seรฑalando con claridad a quiรฉn van dirigidas). Esta sesiรณn de preguntas de la sociedad โnecesariamente selectas, resumidas o fundidas muchas en pocas por el Comitรฉโ durarรก tambiรฉn quince minutos. Por รบltimo, cada ponente podrรก dar su comentario final de tres minutos cada uno. ย ย ย ย Octavo, el Comitรฉ propondrรก a los medios de comunicaciรณn la celebraciรณn de encuestas que reflejen la opiniรณn de la sociedad al tรฉrmino del debate. ย ย ย ย ย Noveno, el Comitรฉ enviarรก los resultados de las encuestas y una copia del debate tanto al Congreso como al Ejecutivo, para seรฑalarles lo que opina la sociedad, exhortรกndolos a que actรบen en consecuencia. ~ |
Historiador, ensayista y editor mexicano, director de Letras Libres y de Editorial Clรญo.