Quรฉ es una carta de amor sino una posibilidad de objetivar el afecto. Segรบn estimados confiables, 57 millones de estadounidenses escuchan podcasts con regularidad. No sรฉ si haya datos asรญ de contundentes para Mรฉxico pero, segรบn estadรญsticas de 2015, casi el 70% de los usuarios consultados en el paรญs acceden a internet a travรฉs de un telรฉfono inteligente.2 Y hay audรญfonos de menos de cien pesos en los mostradores de las tiendas de conveniencia. La barrera de entrada es alta pero no lo es tanto. Es decir, los podcasts son excluyentes por defecto pero no por convicciรณn. Todo lo contrario: son casi tan gregarios y desprendidos como puede serlo la radio. No falta quien los confunda con programas de radio, quien diga que son casi lo mismo. Y es que muchos sรญ lo son, archivos idรฉnticos liberados simplemente de la tiranรญa de la transmisiรณn en vivo. Y otros que casi lo son. Pero tampoco: la libertad frente al reloj programador, a la infraestructura corporativa, al anunciante y el rating permite innovaciones, experimentos y errores colosales. La radio ofrecรญa su reino a cambio de un momento de cochera, esos instantes mรญticos en los que la sucesiรณn de pendientes cotidianos perdรญa frente a la voz en las bocinas –“no importa que el auto estรฉ apagado, de aquรญ no salimos hasta que termine este programa”–. Los podcasts, por su parte, niegan esta quietud. Donde la radio ralentiza, los podcasts movilizan. Podcast, conceptualmente, significa desprendimiento, ambulaciรณn: el audรญfono y el dispositivo. En todo caso, el momento de cochera, dirรญa, se transformรณ en algo similar en รกnimo pero distinto en manifestaciรณn: el momento yo podrรญa hacer esto. No se trata de un reproche pueril, al estilo “mi hijo podrรญa haber pintado ese Rothko”, sino de un paroxismo admirado. Bien yo podrรญa hacer esto porque lo que hace este podcast sugiere cercanรญa, acercamiento, economรญa de recursos, una lรญnea directa entre la ocurrencia y el producto final. Esos, para mรญ, son los mejores. Quรฉ es una carta de amor sino una posibilidad de ahogarse en subjetividad.
El acto de suscribirse a un podcast es, a estas altura del momento tecnolรณgico, elemental, casi inconsciente. Dos movimientos del รญndice, unos cuantos tecleos con los pulgares y listo: uno estรก enlazado a ese programa. La facilidad de suscripciรณn, claro, tiene sus desventajas: uno termina asediado por episodios de programas irreconocibles. Pero, insisto, quรฉ es sino una posibilidad de objetivar el afecto una carta de amor. Al momento son 84 las suscripciones a programas a los que he jurado fidelidad. Pero eso es subjetivo. El รญndice de podcasts que usted carga en su bolsillo opera como una especie de carta astral. De alguna manera determina inclinaciones de carรกcter, propensiones y secretos. Es menos postura polรญtica y mรกs revelaciรณn ontolรณgica:
[…] Home of the brave
This American life
(A pesar de que ya no
saldrรก mรกs) Wiretap
UnFictional
Varios de Convoy
99% invisible
The kitchen sisters
Otros de Puentes
Love and radio
Song exploder
Sobre todo Home of the brave […]
Estos son algunos de los que componen mi carta astral. Faltan muchos mรกs, y cualquier lista es una traiciรณn, pero quรฉ es una carta de amor sin riesgo. Querido podcast, en tรฉrminos afectivos, eres la รบltima represa contra la melancolรญa. Asรญ sucede, en mi caso. ~
1 Su frase, stricto sensu, fue esta: “Con el beneficio que da la mirada retrospectiva, todo parece obvio. Los reproductores de mp3, como el iPod de Apple, en los bolsillos, con los programas de producciรณn de audio baratos o incluso gratis, y con los blogs como un componente bien establecido de internet; todos los ingredientes estรกn presentes para un nuevo boom del radio amateur. Pero ¿cรณmo llamarlo? ¿Audioblogging? ¿Podcasting? ¿Radio Guerrilla?”
2 Las cifras estadounidenses vienen de un estudio de Edison Research; las mexicanas de otro de la Asociaciรณn Mexicana de Internet.
(ciudad de Mรฉxico, 1980) es ensayista y traductor.