El verano llamea… Conjuga su plumaje
de clara envergadura en un lirio morado
cuando alada la sierva al macho enamorado
seduce ante el sosiego su fluido ropaje.
Cómplice va el silencio a soñar el celaje
en el lento recreo de un poema dorado
pagano y misterioso en su ritmo pausado
que sueña la hermosura de un cristalino viaje.
Arde ya la floresta de verdor opulento
que apenas acaricia la tentación del viento
viajando entre las sombras que anidan la belleza
cuando ya el siervo alcanza con esbelta premura
e befar en el lomo de esbelta criatura
un infinito aliento que enloquece a su presa. –