La ciudad sabe a mar,
de capanazos de salitre,
mece los brazos largos de sus sauces,
lame los ateridos huesos de sus plรกtanos,
se escapa en una enmaraรฑada deserciรณn.
Mueve los pies frenรฉtica en el cielo,
baila en el viento y en el agua,
y zapatea sus choclos con la lluvia, tap, tap.
Corre desesperada de callejรณn en callejรณn,
huye como si fuera la misma niebla,
y se va a pique con todo su ruidero.
Y mรกs abajo el alma humana, se humareda,
su chimenea,
su montรณn de infiernillos y discordias,
sus mil pasos prendidos a cada dรญa.
Un inmenso mar de luciรฉrnagas,
el puerto,
sus hombres y mujeres.-
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