La ciudad sabe a mar,
de capanazos de salitre,
mece los brazos largos de sus sauces,
lame los ateridos huesos de sus plátanos,
se escapa en una enmarañada deserción.
Mueve los pies frenética en el cielo,
baila en el viento y en el agua,
y zapatea sus choclos con la lluvia, tap, tap.
Corre desesperada de callejón en callejón,
huye como si fuera la misma niebla,
y se va a pique con todo su ruidero.
Y más abajo el alma humana, se humareda,
su chimenea,
su montón de infiernillos y discordias,
sus mil pasos prendidos a cada día.
Un inmenso mar de luciérnagas,
el puerto,
sus hombres y mujeres.-
¿Cómo podría no ser católico?
Rafael Gumucio Por qué soy católico Santiago de Chile, Random House, 2019, 128 pp. En enero de 2018, el papa Francisco visitó Chile y malgastó su capital político en defender al obispo Juan…
¿Qué hacemos con Europa?
El historiador alemán Philipp Blom (Hamburgo, 1970), a quien los lectores en español descubrimos gracias a Encyclopédie. El triunfo de la razón en tiempos…
Uno de los otros muchos
Deseo toda la felicidad del mundo para el 2009 y años subsiguientes a los lectores, redactores, colaboradores y, en fin, responsables de la existencia de Letras Libres (including Enrique…
Hacia el olvido
En 1999, a un año del fallecimiento de Paz, Gabriel Zaid listó una serie de proyectos necesarios para difundir la obra del poeta: ediciones populares, bibliografías críticas en la red,…
RELACIONADAS
NOTAS AL PIE
AUTORES