I
Leve gorrión, mascota de mi niña
que te acaricia y guarda en su regazo
y permite que muerdas a tu antojo
la delicada punta de sus dedos,
cuando la que deseo se entretiene contigo
para aliviar sus ansias… Si pudiera
acariciarla como a ti sus manos
y calmar la pasión que me atormenta…
II
Parece un dios, o acaso algo más grande,
si no fuera blasfemia el insinuarlo,
el que se pone frente a ti y escucha
tu dulce risa.
Pierdo la voz al contemplarte, Lesbia.
Muda mi lengua entre los labios calla.
Todo arde en llamas y un intenso fuego
quema mis venas.
Es otro el mundo en cuanto yo te miro.
Zumba mi oído en un rumor oscuro.
Quedo en tinieblas y una doble noche
ciega mis ojos.
III
Preguntas, Lesbia, cuántos besos tuyos
serían bastantes para mí. Respondo:
Piensa en la arena del desierto libio,
en Cirene de flores que dan bálsamo,
desde el templo de Júpiter ardiente
hasta el sepulcro del que alzó la urbe.
Ve las estrellas que en silencio miran
los fugaces amores de aquí abajo.
Nadie pueda contar, Lesbia, los besos
pues, loco de pasión, Catulo quiere
confundir al malévolo: ninguno
podrá nunca mancharnos con su lengua.
IV
Vivamos sólo para amarnos, Lesbia.
No hagas el menor caso cuando hablen
de nosotros los viejos criticones.
Morir y renacer pueden los soles
pero, al cesar la breve luz, nosotros
nos hundiremos en la eterna noche…
Por eso, antes que la luz se apague
dame mil besos y otros cien más tarde.
En seguida otros cien y otros mil besos
y de nuevo cien más por mil seguidos.
Bésame sin cesar, bésame tanto
que se confundan. Al perder la cuenta
ningún malvado ya podrá hechizarnos:
nunca sabrán el número de besos.
V
Aunque hasta el mismo Júpiter le implore
sólo conmigo hará el amor mi niña.
Lo dice y sin embargo lo que dice
al fuego del amor una muchacha
son palabras al viento, agua en el agua.
VI
Lesbia habla mal de mí. Nunca se calla.
Que me muera si Lesbia no me ama.
¿Cómo puedo saberlo? Hago lo mismo
y me muero de amarla.
VII
Odio y amo.
¿Por qué? Lo ignoro
pero así es y me duele mucho. –