Sr. director:
A propósito de Salvador Elizondo, recientemente Letras Libres aceptó publicar extractos de sus diarios con la ayuda de Paulina Lavista. Debo reconocer que no encuentro nada interesante en dichos escritos, salvo la exposición de las entrañas del caso arquetípico de escritor mexicano: estudiando en Ottawa a los quince años, viajando a París a los diecinueve, exhibiendo toda clase de machismos y delirios de superioridad (o de inferioridad, tanto da) en un ambiente donde el tío, el conocido, el compadre, la abuela o los amigos están todos instalados con o sin méritos en el gobierno, la academia y las artes, una especie de club donde al mérito lo sustituye la oportunidad, donde al talento lo reemplazan los recursos económicos y la influencia, algo en absoluto diferente de como se organiza la vida en todas las disciplinas y todos los espacios mexicanos. Luego vienen los premios, los reportajes, los libros publicados donde unos parientes y amigos alaban a otros parientes y amigos. Y si esto parece exagerado, ahí están los diarios. Y si la lectura no basta, “mirad hacia arriba en el escalafón”. O era esnobismo. ~
– Miguel Bernal
Sr. director:
Estoy enganchada por completo en esta narrativa. Es la segunda parte y ya espero la tercera con ansias. Gracias infinitas a Paulina Lavista por revelar a Elizondo de esta manera. ~
– Gisela Orozco
