En sus tardes parisinas, un desgastado James Joyce de apenas cuarenta aรฑos realiza caminatas a lo largo del rรญo Sena, buscando un lugar apropiado para arrojar a Leopold Bloom atado a una pesa de cien kilos. La imagen es vivaz y contiene un rico trasfondo, pero Gordon Bowker nos la refiere poco antes de la pรกgina trescientos del libro que, hasta ese momento, ha avanzado dificultosamente, tropezando en el fรกrrago repetitivo y tedioso de una informaciรณn indiscriminada, sin rumbo aparente. Es alrededor de la culminaciรณn de la escritura de Ulises, la novela que le ha tomado a Joyce extenuantes aรฑos de trabajo, con un saldo oneroso para su salud y el bienestar de su familia, que el texto de Bowker cobra fluidez y de algรบn modo despierta, y en este momento en que el novelista quisiera ahogar a su personaje parece que el biรณgrafo vislumbra una veta a seguir pero es demasiado tarde para imprimirle un sesgo personal a su James Joyce. A biography publicado en junio de 2011.
Sin duda existe un reto redoblado cuando se acomete una segunda o tercera biografรญa, como lo ha hecho Gordon Bowker, con gran รฉxito de crรญtica, en los casos de Lawrence Durrell, Malcolm Lowry o George Orwell. En cuanto a Lowry, aunque ya existรญa la gran biografรญa de Douglas Day, incisiva en la introspecciรณn psicolรณgica y deslumbrante por los recursos de estructura narrativa que acumulan una tensiรณn dramรกtica propia de la ficciรณn, el recuento de Bowker se beneficia por contener informaciรณn antes inasequible: la versiรณn de los hechos de la primera mujer de Lowry,que durante las pesquisas de Day sehabรญa rehusado a hablar.
En el caso de Joyce, acomete la temeraria empresa de involucrarse con la que sin duda es la figura literaria anglosajona mรกs estudiada despuรฉs de Shakespeare. Para la fecha de su muerte, el poeta, ensayista, dramaturgo y novelista irlandรฉs ya contaba con Stuart Gilbert, Frank Budgen, Arthur Power y su hermano Stanislaus como biรณgrafos en potencia, y en ese mismo 1941 apareciรณ el primer volumen de una larga lista, el recuento de su vida hecho por Herbert Gorman. Tras ellos han reflexionado en torno al tema pensadores y escritores de la estaturade Carl Jung, Joseph Campbell y Edna O’Brien, por mencionar unos cuantos. Cabrรญa distinguir James Joyce and his world, de Chester G. Anderson, cuya briosa concisiรณn es tan eficaz que uno de sus pasajes le inspirรณ a Tom Stoppard una obra teatral.
Y, por supuesto, existe desde 1959 el exhaustivo tomo de Richard Ellmann, considerado por algunos la mejor biografรญa, no solo de Joyce, sino la mejor biografรญa jamรกs escrita, a secas. Asรญ, no puede sino admirarse la audacia de Gordon Bowker, y uno querrรญa gustar mรกs del resultado. Pero esta vez ni siquiera puede argumentarse la virtud que lo asiste en el proyecto sobre Lowry, donde la aportaciรณn de datos inรฉditos le otorga alcance al estudio, pues el grueso de la informaciรณn que distingue su texto del de Ellmann proviene en buena medida de las biografรญas hechas por Brenda Maddox sobre Nora, la esposa, la de Carol Loeb Shloss sobre Lucia, la hija, y el voluminoso tomo dedicado por Jackson y Costello a la vida de John Joyce, su padre; incluso cierta visiรณn del rebelde irlandรฉs con una misiรณn polรญtica en Europa se basa en el provocador libro de Andrew Gibson (2006).
Bowker reconoce en su prรณlogo que un nuevo biรณgrafo siempre se apoya en los hombros de sus predecesores y menciona con gratitud a Ellmann, pero sintomรกticamente elude sostenerse en รฉl como fuente salvo cuando le es inevitable. Indirectamente lo establece como rival. A su vez, da por descartado lo proveniente de Gorman bajo el pretexto de que su rememoraciรณn le fue prรกcticamente dictada por Joyce mismo, mientras que, contradictoriamente, en casi todas las ocasiones toma por buena la pauta que de los acontecimientos da el รกlter ego en turno de las narraciones joyceanas, como si –por mรกs que la obra estรฉ preรฑada de autobiografรญa– la ficciรณn fuese equivalente a la realidad objetiva, sin necesidad de trasladar proporciones o matizar los sucesos descritos.
Sin asomo de suspicacia, y aun a sabiendas de que el hombre era paranoico y mitรณmano, nos refiere el dicho de Joyce como verdad palmaria, y tal vez en esta ingenuidad estรก la clave de por quรฉ el libro no levanta vuelo como debiera. Bowker es un investigador acucioso y de probada dedicaciรณn, posee pasiรณn por su tema pero sus evaluaciones carecen de agudeza y por ello tiende a esquematizar al complejo Joyce. Es incapazde transmitirnos los aspectos bรกsicos de la grandeza del escritor (a saber: su entrega absoluta al dictado de la vocaciรณn, su oรญdo para el lenguaje y su potencia poรฉtica, su hallazgo profundo al delinearle una dimensiรณn heroica a la vida moderna, creando paralelos con la mitologรญa clรกsica), y en cambio nos expone acrรญticamente al ser humano medroso, al tacaรฑo, al mezquino, al egocรฉntrico y megalรณmano. Todo eso era Joyce, sin duda, pero sin el sentido de equilibrio de un retratista sutil, la figura se tornaimposible. En su momento, Ellmann se esforzรณ entre otras cosas por expresar los contrastes en la personalidad dual de Joyce, recorriendo su espectro anรญmico desde la compungida confesiรณn a su hermano: “Acaso yo no sea un Jesucristo como indulgentemente lleguรฉ a imaginarme, pero puede que posea talento para el periodismo…”, hasta la altanera declaraciรณn donde decรญa que si รฉl se habรญa tomado diecisiete aรฑos en escribir Finnegans wake, bien merecerรญa que los lectores y crรญticos invirtieran una vida completaen su lectura. Lamentablemente, con todo el aprecio que tiene el presente autor por su personaje, no logra conferirle vida propia. Con todo y los indiscutibles mรฉritos profesionales de Bowker, la debilidad mayor de esta biografรญa radica en una falta de sensibilidad estrictamente literaria, tal como el caso demanda. Podrรญa decirse que ha corrido con la suerte de รcaro por no escuchar los consejos de Dรฉdalo, de cuyos hombros despegรณ. ~