Sr. director:
¡Que ni qué! Como siempre, Ricardo Cayuela, con su claridad meridiana, resume ahora [“Suite Condesa”, Letras Libres, mayo 2010] la acelerada degradación de la Condesa –y de la Hipódromo, el East Side y el West Side–, su voraz sobreexplotación… Pero se queda muy muy corto. Después de todo, entre lo que pago yo de predial y lo que sueltan los restauranteros y sus etcéteras a la delegación, desde luego que la razón la tienen los restauranteros, cantineros, giros negros, franeleros y valet parking… y eso lo demuestra cada día la delegación con su complacencia. ¡Que viva la juerga!
Ya vivía yo en la Hipódromo en el terremoto del 85, y me refugié en Satélite, hasta que un buen amigo me dijo “antes muerto que vivir en Satélite”, y se lo agradecí: regresé el primero, la única lucecita –cuando hubo– de mi edificio de doce pisos. Luego vinieron las demoliciones y la reconstrucción de estas pobres colonias maltrechas, hasta dejar la colonia preciosa con sus millonarios flats y lofts, dignos de los mejores yuppies rapados, orgánicos, multimodales, lectores del Reforma y perrunos. Y con ellos la juerga en las calles, aunque esto con fauna importada –y sus guaruras. A estas alturas, yo ya me pasé a dormir al cuarto de atrás, con tapones en los oídos, pido a mis visitas no traer coche, mejor el metrobús o el taxi o, si están aptos, la bici, pero el coche jamás, pues la calle es la ley de la selva con, ya está dicho, la complacencia de la delegación.
Gracias a Cayuela por sacar a flote todo esto… aunque no creo que lo que él piense, ni lo que yo piense, revierta las cosas. ~