The Mexico Union Cricket Club

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Entre 1810 y 1824, la revolución surcó el continente americano, desde Chile en el sur hasta México en el norte, y el Imperio Español se desintegró. Fue entonces cuando aparecieron las nuevas naciones de la América española y la cartografía estratégica del mundo en materia geopolítica y económica se transformó. Las naciones europeas comenzaron a competir entre sí y con Estados Unidos para tener acceso a las riquezas minerales y otros recursos del continente americano. Comerciantes, mineros, empresarios, turistas y diplomáticos de muchos países cruzaron el Atlántico hacia América. Algunos de ellos lo hicieron como inmigrantes, con la esperanza de establecer una vida nueva y más próspera para ellos y sus familias; otros llegaron como empleados de las numerosas compañías recién fundadas en Europa para explotar la minería, la agricultura y el comercio; algunos zoólogos, botánicos y científicos de diversas disciplinas viajaron a zonas remotas del continente, y los curiosos sólo fueron a ver, para averiguar si las historias legendarias que circulaban en Europa desde hacía tiempo sobre riquezas y antiguas civilizaciones misteriosas tenían algo de cierto.

Los británicos estaban a la vanguardia de esta desbandada hacia la América española. Durante siglos el código comercial de España, muy restrictivo y monopólico, había impedido el acceso directo de los comerciantes y artesanos ingleses al continente. Con la disolución del control hispánico y la declaración de acceso libre a sus mercados por parte de la mayoría de las nuevas naciones americanas, los británicos detectaron una oportunidad y no dudaron en aprovecharla. No sabemos cuántos británicos viajaron a la América española durante el siglo XIX, pero sin duda fueron varios miles y la influencia económica y cultural que su presencia generó aún se puede ver en la Argentina, Chile, Venezuela y muchos otros países. Si la política británica fue imperialista o no, y si los efectos de la migración perjudicaron el desarrollo del continente, eso es aún materia de debate entre diversos historiadores de la economía y la cultura, pero mi preocupación aquí no radica en estos asuntos controvertidos. Aquí me quiero ocupar de un tema que, según algunos, sería aún más importante: el juego del críquet en México.

Es una perogrullada afirmar que algunos deportes son difíciles de trasladar por un sinfín de razones, incluidas las tradiciones culturales, el clima, los recursos, la pertinencia y, sobre todo, los problemas lingüísticos relacionados con la traducción de la terminología técnica y deportiva. Pocos entusiastas británicos del deporte comprenden el futbol o el beisbol estadounidenses; de ellos, la gran mayoría permanece en la ignorancia sobre lo que sucede en el hockey sobre hielo canadiense; y, por las mismas razones, resulta ya casi un lugar común en el repertorio cómico que los extranjeros no conocen y jamás entenderán ese juego esencialmente inglés que es el críquet. Traducir, o incluso tratar de explicar el significado de términos como silly mid-on, long leg, square leg, slip, bouncer, full toss y muchos otros, que son transparentes para los jugadores de críquet, es una empresa imposible. Sin embargo, como es bien sabido, los ingleses llevaron el críquet a todo su imperio y el juego fue adoptado en muchos países, especialmente en Asia, África y el Caribe. Lo que sin duda es menos sabido, si es que alguien lo sabe, es que uno de los primeros clubes de críquet fuera de la Gran Bretaña fue el que se fundara en la ciudad de México en 1827. Este club prosperó, aunque en forma algo accidentada, durante todo el siglo XIX.

En 1827 un grupo de comerciantes y diplomáticos, tanto británicos como no británicos, fundaron el Mexico Union Cricket Club en la ciudad de México. Hasta ahora, la información sobre el club y sus miembros no había sido localizable, pero el reciente hallazgo de un opúsculo impreso en la ciudad de México en 1838, y que sin duda estaba destinado únicamente a la circulación privada, nos proporciona nuevos detalles sobre el origen del club y sus actividades. El folleto se encontró entre los papeles de los hermanos Daniel y Lewis Price, quienes se contaban entre los primeros comerciantes que viajaron a México en la década de 1820. Los hermanos Price establecieron una sociedad para el negocio de importaciones y exportaciones que se concentró en la ciudad de México y Veracruz, y permanecieron en México cerca de treinta años antes de retirarse de nuevo a la Gran Bretaña. Daniel Price se unió al club de críquet en 1828 y Lewis en 1835, y el volante formaba parte de su archivo personal a su regreso a la Gran Bretaña.1

El opúsculo fue elaborado por un famoso impresor mexicano de aquella época, Ignacio Cumplido, y en su primera de forros o portada se lee:

Reglas

y

Ordenamientos

del

Mexican Union Cricket Club

Revisadas y corregidas por el comité

nombrado a tal efecto por los socios

en la

Junta General

efectuada

en febrero de 1838.

 

Francis Leeson Ball Esqr. Presidente.
     Francis Morphy Esqr. Vicepresidente.
     A. Melville Esqr. Tesorero.
     Richard Geaves Esqr. Secretario.
      
     Junto con las Leyes del Juego.
     Se ve que el folleto trata sobre todo acerca de las reglas del críquet, pero contiene también otras secciones que no se indican en la portada. La primera página está consagrada a un recuento o minuta de la cena de aniversario del club, llevada a cabo el 21 de febrero de 1838. El primer punto en el orden del día fue nombrar a los directivos para el siguiente año. El presidente, el vicepresidente y el tesorero en funciones, cuyos nombres se indican en la portada –Ball, Morphy y Melville– fueron reelectos por unanimidad, pero se nombró a un nuevo secretario, George G. Field, en lugar de Richard Geaves. Después, se discutieron varios temas y se tomaron sendas resoluciones. Éstas fueron las siguientes: las “cuotas de admisión” se reducirían a ocho dólares; la suscripción anual aumentaría a diez dólares; los miembros no serían llamados a pagar su suscripción sino después de un año de pertenecer al club; el costo de los refrigerios tras el juego sería cubierto por los ganadores, que aportarían un dólar cada uno, y por los perdedores, que contribuirían con dos dólares cada uno. Finalmente, los señores Ball, Morphy, Melville, Field, Geaves y G.M. Murray fueron elegidos para integrar un comité con el propósito de revisar las antiguas normas y trazar adecuadamente los nuevos lineamientos “conducentes a la prosperidad del Club”.2
     El 18 de octubre de 1838, este comité de revisión se reunió. El primer punto en el orden del día fue aceptar la renuncia del señor Field como secretario y restituir en su cargo al señor Geaves. A continuación, el comité procedió a discutir las normas generales para regir el club. Además de los poderes del Comité, se acordaron varias reglas. La Ley 3 se refería a “la vestimenta o el uniforme”:
     La vestimenta o uniforme de los socios del Club deberá consistir en un saco de franela, un sombrero de paja y pantalones blancos, y cualquier miembro (jugador) que aparezca en el terreno de juego durante el partido o que participe en él y se presente con otra vestimenta será sujeto a una multa de dos dólares.
     En los días de partido, los portillos (o wickets) habrían de estar preparados a las 7:45 a.m. y todos los jugadores debían estar listos en el terreno a esa hora. Cualquier jugador que no se presentara a más tardar a las 8:00 a.m. habría de pagar una multa de un dólar, y cualquiera que simplemente no llegara, habría de pagar cuatro dólares. Si algún negocio o cualquier otro asunto –(“excepción hecha de una enfermedad repentina”)– le impidieran a un jugador estar presente en el partido, su responsabilidad sería informar por escrito al capitán del equipo dos días antes de la fecha en que se hubiera programado el juego. Los toldos del club no serían prestados para ningún otro propósito que los eventos del propio club. Finalmente, se acordó que “las Leyes del Juego debían ser las mismas que las del Marylebone Club, con las alteraciones necesarias para adecuarse al clima y a los miembros de este Club”.
     Después, el comité convino una nueva serie de Leyes del Juego que habrían de servir como guía a los socios. Antes de abordar el tema, empero, se requiere de alguna información pertinente para aquellos que no estén familiarizados con el desarrollo del críquet. La autoridad central que rige el deporte es el Marylebone Cricket Club, que tuvo su sede, y aún la tiene, en el campo de críquet de los Lores en Londres. Este club se fundó en 1787 y para desempeñar sus funciones arrendó un terreno en Marylebone. La asociación creció como un club privado, y el Código de Leyes que estableció por vez primera en 1788 fue adoptado subsecuentemente por todos los jugadores. Hoy en día, el MCC funge aún como custodio y árbitro en lo que respecta a las leyes del críquet a lo largo y ancho del mundo.
     En 1835, el MCC expidió un Código revisado sobre las Leyes del Críquet.3 La modificación principal concernía al lanzamiento, o al método mediante el cual el lanzador arroja la pelota hacia el bateador y su portillo. Originalmente, el lanzador tiraba la pelota con un movimiento del brazo que no rebasaba la cintura. Más tarde, en 1828, se permitió el “movimiento completo”, mediante el cual la mano del lanzador podía alzarse hasta la altura del codo y el brazo podía extenderse horizontalmente hacia afuera. En las nuevas leyes de 1835, el movimiento del lanzador fue modificado nuevamente en la medida en que la mano encargada de lanzar la pelota se podía elevar ahora hasta la altura del hombro.4 Puede señalarse también que una serie consistía entonces de cuatro pelotas, y no de las seis que se usan en el juego actual.
     Al parecer, el Club de Críquet de México debió revisar sus propias reglas en 1838, debido a la publicación de estas nuevas Leyes emanadas del MCC en 1835. En términos generales, el club mexicano las adoptó. Todas las normas concernientes a la pelota, el bate, las estacas, los marcadores, los portillos, el lanzamiento, etcétera, se adoptaron sin cambio alguno. Los árbitros serían los únicos jueces del juego limpio, y de las faltas, y no estarían autorizados a hacer apuestas sobre el marcador final. El azar decidiría qué equipo batearía primero y qué equipo haría de filder, ya que las escuadras habían de lanzar una moneda a tal efecto. Entre una entrada y otra se permitirían recesos de quince minutos. Dado que en aquel entonces la vestimenta apropiada incluía un sombrero, la Ley 34 estipulaba que “si algún jugador detiene la pelota con su sombrero, la pelota se considerará muerta, y el equipo contrario añadirá cuatro carreras a su puntuación …” Sin embargo, el comité mexicano llevó a cabo una modificación importante para la que carecemos de explicación clara. En lugar de que una serie consistiera de cuatro pelotas, debía haber doce pelotas en una “serie mexicana”.
     La segunda sección de las Leyes se titula “Leyes para un portillo único”. Dicha sección establece las reglas para equipos de menos de cinco jugadores, en contraste con los once jugadores regulares, y aquí el club mexicano adoptó las diez reglas estipuladas por el MCC sin modificación alguna.
     Para terminar, la última sección del documento del mcc, adoptado de nuevo verbatim por el club mexicano, abordaba las apuestas sobre el marcador final. En pocas palabras, esta última sección declaraba que las apuestas no serían pagaderas a menos que el juego se jugara completo o se abandonara [que no se dejara pendiente], y que las posturas sobre el jugador que obtuviera el mayor número de puntos se referirían únicamente a las primeras entradas, a menos que se especificara lo contrario.
     La última sección del folleto contiene una lista de miembros del Club de Críquet de México, ordenada por antigüedad, que comienza en 1827 y termina en 1838. Los nombres de los miembros que ya no radicaban en la ciudad de México se imprimieron en letra cursiva. Algunas notas manuscritas al lado de otros nombres, hechas tal vez por Lewis o Daniel Price, indican que esos socios se habían retirado. En total, el club albergó a ciento un socios durante su primera década de existencia. Los miembros fundadores, o los que se inscribieron en 1827, sumaban veintisiete, y entre ellos se contaba una interesante mezcla de comerciantes y diplomáticos, no todos ellos ingleses. El primer nombre de la lista –aunque el orden parece no tener importancia alguna– es Charles Tadeau O’Gorman. Él era cónsul general de la Gran Bretaña en la ciudad de México, tenía 42 años y dos años atrás había contraído matrimonio con una chica mexicana de catorce años. Su hermano George también era socio del club, así como Ewen C. MacIntosh, un comerciante que años más tarde se desempeñaría también como cónsul británico. Hugh Dick, de la compañía Cross, Dick & Co., era otro comerciante que después se convertiría en el vicecónsul británico en Veracruz. Otros comerciantes en la lista eran Justin Ruperti, un socio de Hartley, Green & Ruperti; J.C. Penny, quien junto con su hermano Edward dirigía un negocio de importaciones y exportaciones; John Tayleur y su socio William Bates; E.F. Tayloe; James Lyon Geaves, de McCalmont, Geaves & Co.; H. Tute, y Robert Cullen, de Cotesworth, Cullen & Co. Algunos miembros también procedían de la comunidad de mineros alemanes reclutados por compañías de capital mixto fundadas en la década de 1820 para explotar las minas de plata en México. Entre ellos estaban, por ejemplo, A. Schartau y G. Nietsch. Entre los diplomáticos se encontraba a E.C. Grothe, el cónsul general holandés. Pero tal vez el nombre más sorprendente entre los miembros fundadores es el de Joel Roberts Poinsett, el encargado de Asuntos Exteriores de Estados Unidos en México. Para 1827, Poinsett ya se había granjeado la reputación de antibritánico feroz, y sin duda los diplomáticos ingleses residentes en México lo veían como su mayor rival en la competencia por influir en la vida del país y en su gobierno. Sin embargo, parece que los domingos, cuando se jugaban los partidos, los intereses nacionales y las rivalidades se dejaban a un lado, en nombre del críquet.
     Las listas de socios correspondientes a los siguientes años revelan una mezcla similar, extraída de las comunidades comerciantes y diplomáticas. El presidente del club en 1838, Francis Leeson Ball, era un diplomático. Había estado en México desde 1825, cuando se le asignó el cargo de secretario de la misión diplomática de la Gran Bretaña en México. Richard Geaves, el secretario del club en 1838, era socio de Exter, Geaves & Co. y vivió en México al menos desde 1827. John Charles Beales trabajaba como médico para los británicos de la Compañía Minera de Tlalpujahua, y en años posteriores especuló con bienes raíces en Tejas. Otro nombre eminente que se sumó a la lista en 1829 fue George Ackermann, hijo de Rudolph Ackermann, el notable editor y diseñador de Londres. George viajó al país en 1825 para iniciar una rama del negocio familiar en la ciudad de México.
     Una característica destacable en los primeros años del club es la ausencia de nombres mexicanos o españoles. Nunca se registró la opinión que el críquet les merecía a los mexicanos, y no se hace mención alguna al deporte en, digamos, los periódicos de la época. Pero, para 1837, alguien de nombre R. González estaba entre los miembros, y al año siguiente año se le unieron J.M. Chávez, A. Tagle y J. Durán. Ésos pudieron haber sido los primeros mexicanos que jugaron al críquet.
     Por supuesto, hay varias cosas que aún no sabemos sobre estos primeros años en la vida del Club de Críquet de México. Por ejemplo, no contamos con información sobre los partidos que se jugaron, sobre los ganadores y los perdedores, sobre los puntajes individuales, sobre los promedios de lanzamientos y bateos o, para decirlo brevemente, sobre todas las estadísticas que hoy en día registran con avidez los seguidores de este deporte. No sabemos dónde se jugaban los partidos ni si el club poseía un campo. Algunos de estos datos, empero, se vuelven asequibles en la siguiente etapa de desarrollo del club. No se sabe nada en concreto sobre los años comprendidos entre 1839 y 1861, salvo que el club continuó en funcionamiento. Más tarde, en 1864, un viajero inglés visitó México. Su nombre era William Henry Bullock. A diferencia de muchos de sus antecesores británicos que habían visitado el país y escrito largos recuentos sobre sus experiencias sin mencionar ni una sola vez el críquet, Bullock estaba claramente interesado en el juego. En el libro que relata sus viajes, señala que en su viaje a México escuchó que el críquet se jugaba allí. Supuso que sería, como él mismo lo dice, “el críquet de la modalidad degradada, que a veces juegan los ingleses residentes en distintas partes de Europa”. En lugar de esto, Bullock se llevó una agradable sorpresa:
     Cuando llegué al campo y me encontré con un excelente pabellón, un marcador, un toldo para visitantes, un terreno marcado con banderines que portaban las conocidas siglas M.C.C (Mexico Cricket Club, y no Marylebone C.C.), y unos dieciocho o veinte jugadores vestidos con sacos de franela y zapatos de críquet, no sólo me sentí sorprendido, sino que pronto me di cuenta de que estaba frente a una clase de críquet muy distinta de la que tenía en mente.
     El campo de críquet se hallaba en el pueblo de Nápoles. A él se llegaba abordando un tranvía desde el centro de la ciudad de México hacia la zona rural de Tacubaya, donde se encontraba “una carretera profunda y arenosa, que recibía por momentos la sombra del elegante árbol del Perú, que es parecido a un sauce llorón”. El terreno estaba conformado por prados “duros como el acero” rodeados por vallas de cactos, y era en uno de esos prados donde se jugaba al críquet. La zona, cercana al centro de la capital y con un acceso sencillo, era la favorita de muchos comerciantes y residentes adinerados de la ciudad de México para construir sus casas de campo y sus fincas rurales. No sabemos si el campo de críquet era propiedad del club o de algún terrateniente, pero vale la pena apuntar que uno de los miembros era Walter Jamieson. Era Jamieson un gran comerciante y poseía una finca rural en Tacubaya, así que es posible que el campo formara parte de su propiedad. En cualquier caso, Bullock procede a informarnos que, entre los jugadores ingleses, había varios que rondaban los sesenta años de edad y que afirmaban que su salud y su energía, pese a cuarenta años de residencia en México, se debía en gran parte al críquet habitual del domingo. Estos jugadores aseguraron a Bullock que nunca habían permitido que los acontecimientos políticos interfirieran en el juego y que, más de una vez, habían continuado un partido incluso “ante la vista de los combates que tenían lugar en los cerros de alrededor”. El mejor jugador que podía verse, señalaba Bullock sin hacer constar el nombre, era un mexicano “cuyo lanzamiento y bateo daban un crédito infinito al entrenamiento que había recibido en la Bruce Castle School”.5 Además, añadía que “el críquet no es nada sin una cerveza”, así que siempre había una amplia dotación en el campo, proporcionada por la compañía Blackmore, “un nombre respetado por encima de todos los demás entre los ingleses de México”. Para terminar, Bullock señala que, mientras las damas inglesas asistían a la iglesia, los hombres “dedicaban el domingo a la sana recreación del críquet” (Bullock, 1866, 116, 142-144).
     El recuento que hace Bullock sobre el Club de Críquet de México, sobre sus instalaciones y sus miembros, nos proporciona una visión única de la manera en que el juego se había desarrollado desde la fundación del club en 1827. Su visita coincidió con la imposición que el Imperio Francés realizó, encabezada por el joven príncipe de la casa Habsburgo, Maximiliano. El Imperio Mexicano tuvo una breve duración de tres años, de 1864 a 1867, y terminó con la captura y ejecución del Emperador por parte de los liberales mexicanos en junio de 1867. Las consecuencias políticas y de otra índole que tuvieron estos acontecimientos no nos conciernen directamente, pero, por lo que respecta al críquet, Maximiliano nos ha legado un documento invaluable. En algún momento, tal vez hacia 1865, Maximiliano asistió a un partido de críquet y durante el receso dedicado a las bebidas, el fotógrafo imperial capturó una imagen de los dos equipos, con Maximiliano ubicado conspicuamente en el centro de la toma.6 Ignoramos dónde fue tomada la fotografía, pero la escena tiene muchas reminiscencias de la descripción hecha por Bullock, sobre todo por la valla de cactos que circunda el terreno.
     En la imagen hay veintitrés hombres. Maximiliano se encuentra de pie detrás de las estacas, y a su izquierda una figura sostiene lo que parecen ser las bebidas del día. Ya que el emperador está vestido con una camisa y unos pantalones blancos, podemos suponer que era uno de los jugadores, lo cual querría decir que ese día habría dos equipos de once jugadores. La persona ubicada a la derecha de Maximiliano sería, según algunos, Sir Charles Wyke, el antiguo embajador de la Gran Bretaña en México, pero no existen pruebas para afirmar que esto sea cierto, y puesto que Wyke se hallaba sin duda en Londres en enero de 1865, buscando un puesto en la Oficina de Asuntos Exteriores, lo anterior resulta poco probable. Más allá de esto, no disponemos de la identidad de cada jugador. Dicho lo cual, sin embargo, es posible asumir que entre ellos se contaban al menos algunos que tan sólo dos años antes se desempeñaban como jugadores regulares.
     En 1868, tras la caída de Maximiliano y la restauración del gobierno mexicano encabezado por el presidente Don Benito Juárez, un nuevo periódico de lengua inglesa apareció en la ciudad de México. Llevaba por nombre The Two Republics y se publicaba cada semana los sábados. Su aparición parece responder, al menos en parte, al influjo de algunos ingenieros de habla inglesa que llegaron a México poco tiempo antes para trabajar en la recién establecida red de ferrocarriles y en otras compañías. Sin demora, estos ingleses se unieron al club de críquet y, al atestiguar el interés renovado por el juego que trajeron consigo, el editor de The Two Republics, George W. Clarke, decidió que valía la pena ofrecer información regular sobre los partidos de críquet.7 El corresponsal encargado de esta tarea permanece en el anonimato, pero una vez que comenzó la temporada –que iba de octubre a marzo– se publicaron los detalles de cada partido.
     Los juegos aún se celebraban los domingos en el campo de Nápoles. Los jugadores habituales se dividían en dos equipos, los Azules y los Rojos, y aunque rara vez sumaban los once jugadores de un equipo completo por ambos bandos, los partidos se disputaban. Por ejemplo, el segundo juego de la temporada de 1868 se celebró el 11 de octubre. Los Azules obtuvieron 37 carreras en la primera entrada y 72 en la segunda, mientras que los Rojos llegaron a cien carreras en la primera entrada y obtuvieron otras diez por ningún portillo derribado en su segunda entrada, lo que les dio la victoria. Algunos jugadores tenían nombres familiares. Bullock señalaba que, en su visita al club en 1864, había conocido a varios jugadores rozando los sesenta años de edad, los cuales habían sido socios durante mucho tiempo. Es casi seguro que entre ellos estuvieran los señores Lonnergan y Read, que se habían unido al club en 1837 y jugaron para los Azules en el partido del 11 de octubre de 1868. Por parte de los Rojos ese mismo día estuvo J. Carrington, miembro desde 1835. Poco se sabe sobre los demás jugadores, con un par de excepciones: George Louis Hammekan y E. Hammekan, hijo quizás del primero. George Hammekan era un ingeniero nacido en Tejas que había radicado unos años en México, donde participó en la construcción de la primera línea de tranvía inaugurada en 1858, y donde permaneció para trabajar en varias líneas ferroviarias y en otros proyectos. Ambos, padre e hijo, parecen haber sido jugadores devotos que participaron en la mayoría de los partidos semanales.
     Además de los partidos habituales entre los Azules y los Rojos, el club era invitado a competir ocasionalmente con otros equipos. Un juego de esta suerte tuvo lugar el 1 de noviembre de 1868, cuando el club jugó contra un equipo conformado por empleados de Barron, Forbes & Co., comerciantes notables; la Compañía de Gas, y la Compañía Mexicana de Ferrocarriles.8 El sábado previo al partido, el 31 de octubre, apareció el siguiente anuncio en The Two Republics:
     Mexico City Cricket Club
     Primer gran partido de la temporada
     el domingo próximo, 1 de noviembre
     
     Barron, Forbes & Co., Railway Company,
Gas Company
     versus
     El Club
     
     Tren de las 7 en punto en Calle San Bernardo
y Calle Cadena
     Juego a las 9 en punto
     Desayuno a la una en punto
     Las estacas se retirarán a las 4:30.
     Se esperaba un buen juego, agregaba el reportero, y por la lista de resultados publicada la siguiente semana, parece que los espectadores no salieron decepcionados. El equipo de Barron obtuvo 79 carreras en su primera entrada y ciento noventa en la segunda, mientras que el Club sólo llegó a las 89 y noventa, con lo que dejó la victoria en manos del equipo Barron por seis portillos. Con el Club, una vez más, estaban los fieles jugadores, los señores Read y Carrington, junto con George Hammekan, pero el señor Lonergan apareció en el equipo de los contrincantes. Había dos jugadores con apellidos españoles, un señor Mora y un señor Trigueros. Pertenecía J.M. Trigueros a una prominente familia deportista mexicana –anotó 64 carreras en el partido– y después formaría un equipo de estudiantes en la Escuela de Artes y Oficios. Este equipo recibió el nombre de Victoria Cricket Club, y desde que desafió por primera vez al Club de Críquet de México se celebraron juegos muy competidos cada año (Beezley, ca. 1987, 18). Los jugadores de ambos equipos parecen haber salido de la misma fuente, ya que en el partido celebrado en noviembre de 1868, varios miembros del Club de México, entre los que destacan los Hammekans, aparecieron del lado del Club Victoria. Nos es lícito pensar que los juegos reunían a un público considerable, tal vez miembros de la familia, y especialmente mujeres. Al notar la asistencia de varias mujeres, el editor de The Two Republics (24 de octubre de 1868) predijo que los juegos se volverían un evento popular en el calendario social del “bello sexo”. En el partido final de la temporada 1868-1869, celebrado a finales de febrero de 1869, el editor comentó que, pese a la escasez de jugadores, debida a que muchos de los miembros habituales habían dejado la ciudad de México, se registró un alto número de visitantes, en particular, mujeres.9
     La partida de los jugadores en 1869 fue la causa que originó el fin temporal del Club de Críquet de México. Al comienzo de la siguiente temporada en octubre de 1869, se hizo patente que con tantas renuncias ya no había suficientes socios para que el club fuera viable. Se resolvió entonces que la institución no se “reorganizara esta temporada”, lo cual, como dijo el editor de The Two Republics (16 de octubre de 1869), era una lástima, ya que el club había existido desde 1827, “y se ha mantenido en términos generales desde esa fecha”. En realidad se jugó un partido más: el encuentro anual contra el Club Victoria. Este partido se registró en febrero de 1870. El equipo del Victoria contaba con diez jugadores, pero el Club de México sólo pudo conseguir a siete. Abrió el bateo J. Trigueros, pero su equipo sólo obtuvo 51 carreras en la primera entrada y trece en la segunda. Al Club de México le fue fácil ganar el partido, pues marcó 96 carreras en la primera entrada.
     En lo que podemos denominar su primer período, el Club de Críquet de México disfrutó de una vida exitosa durante unos 43 años, de 1827 a 1870, mientras México soportó décadas de revoluciones, guerra civil e invasiones extranjeras. Pocas instituciones civiles o agrupaciones de cualquier tipo gozaron de una continuidad similar y, como escribió el editor de The Two Republics (16 de octubre de 1869), “lamentamos que este juego varonil y saludable esté desapareciendo entre nosotros”.
     En realidad, la despedida del críquet en México fue sólo temporal, y al parecer para la década de 1880 el sonido del cuero contra el roble se escuchaba de nuevo en las colinas de la ciudad de México. La causa más inmediata era la estabilidad política y económica impuesta por el régimen de Porfirio Díaz (1876-1911) y, en particular, el reestablecimiento en 1884 de las relaciones diplomáticas entre la Gran Bretaña y México, suspendidas desde 1867. La inversión británica en proyectos industriales y en el sector público aumentó sustancialmente, y se registró una nueva oleada de diplomáticos, junto con gerentes ingleses y otros empleados de las numerosas compañías nuevas que se formaron en la década de 1880 y a principios de los años noventa. El resurgimiento del críquet también coincidió con una época en la que este deporte gozaba de un rápido ascenso de popularidad en la Gran Bretaña.
     No es de sorprender que muchos de los jóvenes enviados a trabajar a México fueran entusiastas del críquet, y que en poco tiempo se organizaran equipos y se llevaran a cabo partidos. Esta vez no sucedía solamente en la ciudad capital. Había un club de críquet en Pachuca, la ciudad minera del estado de Hidalgo –adonde muchos mineros británicos habían llegado desde 1824, cuando la Compañía Minera Real del Monte comenzó sus labores en Londres. Muchos descendientes de los inmigrantes aún vivían en el área, y a ellos se unían continuamente los recién llegados de Cornualla y otras provincias inglesas, los cuales ocupaban puestos en la industria minera en Pachuca y en el poblado cercano de Real del Monte. Un afluencia similar de ingleses llegó hasta la ciudad norteña de Monterrey, sede industrial en expansión, y pronto hubo otro mcc, el Monterrey Cricket Club.
     La primera confirmación de este interés renovado por el críquet vino en octubre de 1899 y, una vez más, fue el periódico The Two Republics, que se había convertido en diario desde 1887, el que reportó los nuevos acontecimientos (Beezley, ca. 1987, 18-19). El 22 de octubre de 1889, el periódico informó que habría un juego de críquet entre los clubes de México y Pachuca, y que “hace unos veinticinco años que estos dos clubes no miden fuerzas”. Lo que no queda claro es si alguno de estos dos “clubes” era un cuerpo organizado con reglas y ordenamientos como lo habían sido en el pasado, o si, por el momento al menos, eran meros grupos ad hoc de jugadores avezados. En cualquier caso, todo indica que los participantes se prepararon para el encuentro muy seriamente, con prácticas diligentes desde dos días antes del partido. Entonces, a las 9 a.m. del 2 de noviembre, en un campo “al sur de Chapultepec”, se celebró el partido. Acudió un gran número de visitantes, se instalaron varios toldos y se ofrecieron “refrigerios sin límite”. El equipo de México fue capitaneado por el señor H.C. Waters, presidente del club, y obtuvo 155 carreras en su primera entrada, mientras que Pachuca llegó sólo a 77. Los visitantes mejoraron en su segunda entrada y llegaron a ciento cinco carreras, pero, con un total que sólo alcanzaba las 182, fue fácil para el equipo local superar las veintisiete carreras necesarias para ganar habiendo perdido tan sólo dos portillos.10
     Sin duda el Club México y los demás clubes realizaron más juegos en los siguientes años, pero carecemos de detalles al respecto. No es hasta 1895 cuando los artículos regulares sobre el críquet aparecen de nuevo en la prensa.11 Esta vez fue The Mexican Herald el que proporcionó los informes de cada juego. Se trataba de un periódico en lengua inglesa recién establecido y fundado en beneficio de los ciudadanos estadounidenses radicados en México, que se estimaban en unos 2,500 en el Distrito Federal y por lo menos una cantidad igual fuera de la capital. Su principal apoyo provenía del industrial Thomas Braniff, y si bien el editor era estadounidense (F.R. Gurnsey), el editor asistente, L.C. Simonds, era inglés, y tal vez podríamos suponer que era el interés de este último por el críquet lo que se veía reflejado en el periódico. Otro desarrollo importante fue la formación en 1894 del Club Atlético Reforma. Sus primeros socios eran devotos entusiastas del rugby, el futbol, el atletismo y el tenis, y a ellos se unieron los entusiastas del críquet.
     Fue a principios de la temporada de 1895-1896 cuando comenzaron a aparecer los artículos sobre los partidos. En la edición del 17 de septiembre [de 1895], por ejemplo, se informó sobre un juego descrito como un encuentro entre el Club Atlético Reforma de Críquet y el Club de Críquet de Pachuca. H.C. Waters fungía de nuevo como capitán del equipo local y John Rule dirigía a los visitantes. La familia Rule estaba compuesta evidentemente por aficionados al críquet, ya que el equipo de Pachuca también contaba con la presencia de H. Rule y W. Rule. Como los Rule, varios jugadores eran empleados de la compañía minera Real del Monte, entre ellos Frederick Pengelly, superintendente de la mina La Purísima, y E. Rabling y R. Rabling, que quizás eran hijos del ingeniero de minas James Rabling. Aunque el juego terminó cerca de las 3 p.m. debido a la lluvia, el equipo local fue declarado ganador y se documentaron algunas actuaciones notables en ambos bandos, como lo indican las cifras. En seis series, J. Flynn (del Club Reforma) derribó seis portillos por siete carreras, y C. Rosevear derribó siete portillos en quince series. La señora Waters, esposa del capitán, auxiliada por las señoras Philipps, preparó un agradable almuerzo que los jugadores disfrutaron en compañía de una buena parte de los espectadores, entre los que se contaban, según lo reportó el corresponsal, todas las personas principales de la colonia inglesa en la ciudad, encabezadas por comerciantes y diplomáticos de vieja cepa.
     El éxito de este juego parece haber confirmado el interés por el críquet y la disponibilidad de suficientes jugadores para organizar juegos semanales. El primero de estos juegos regulares se anunció en The Mexican Herald (29 de septiembre de 1895); el partido comenzaría a las 9 a.m. y los capitanes serían J. Flynn y V. Hughes. De ese día en adelante, se realizaron juegos durante toda la temporada, se organizaron competencias y se otorgaron copas.12 Otros clubs aceptaron invitaciones a jugar; por ejemplo, en noviembre se anunció un juego contra un equipo de la Ciudad Porfirio Díaz (Piedras Negras, Coahuila).13 Más tarde, siguiendo el camino trazado por la capital, el Club Pachuca también se reorganizó sobre una base más formal. Y lo que se describió como una reunión numerosa a principios de octubre, derivó en la fusión del Pachuca Cricket Club, el Velasco Cricket Club y el Pachuca Football Club en el Athletic Club, donde se jugaba críquet, tenis, futbol y otros deportes.
     La principal dificultad para establecer un club de esta naturaleza en el pasado había sido la falta de un terreno, pero durante la reunión se reveló que los directores de la hacienda La Luz habían ofrecido un campo de grandes proporciones, sin cargo alguno, con la condición de que no se jugara deporte alguno los domingos. La familia Rule fue protagonista de nuevo, pues Frank Rule fue electo como el primer presidente del club y W. Rule fue electo vicepresidente. Se eligió también a un comité de administración compuesto por varios empleados de la compañía minera. Al final, la junta resultó un éxito. Cincuenta miembros se inscribieron y pagaron su cuota, y el club anunció que aceptaría retos de cualquier equipo de críquet, futbol o tenis que se hallara a una distancia razonable de Pachuca.
     Es así como el juego del críquet tuvo una historia larga y hasta ahora insospechada en México, y sobrevivió de manera continua durante 43 años, de 1827 a 1870, y después desde 1880 hasta el cambio de siglo. Sus progresos en el siglo XX hasta el día de hoy exceden los propósitos de este artículo, pero baste decir que el juego se sigue practicando en la ciudad de México y en otros lugares del país, y que el Club de Críquet de la Ciudad de México es hoy en día una institución bien organizada y próspera. Sigue siendo cierto, empero, que al igual que en sus primeros años, y en comparación con otros deportes más populares, pocos mexicanos participan como jugadores o como espectadores. ~
     

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