Tipografía matemática

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Ingeniero Enrique Krauze:
     El humor de Guillermo Sheridan suele ser de una acidez reconfortante. Aunque uno puede estar en desacuerdo con él, la mera sabrosura que se descubre en sus textos hace que leerlo valga la pena. En su secular contribución a la tertulia de marzo nos ofrece útiles lecciones de física y para ello echa mano, buen maestro como es, de algunas ecuaciones. No resisto la tentación de lamentar el pobre resultado tipográfico que nos ha brindado Letras Libres al componerlas. Sé que no son más que ingeniosos pretextos para explorar el alma nacional, pero tanto la matemática como la tipografía merecen un acercamiento más cariñoso.
     Permítaseme una apurada descripción. Muchos lectores no verán en la fórmula que acompaña a la Ley de Cantoya más que una sucesión de signos aparentemente sin sentido, pero lo cierto es que ahí está calculándose una derivada. La larga tradición de tipografía matemática ha convertido a la equis en la incógnita por excelencia, pero a cambio le ha conferido la gracia de las cursivas, lo que los tipógrafos de la revista olvidaron. Ese mismo estatus suelen recibirlo operadores como el elegante cociente con que arranca la ecuación: en redondas el indisociable símbolo de la derivada parece un mero balbuceo. Más aún, lo que figura como "In" es en realidad la función logaritmo natural, representada normalmente con sus iniciales. Y si involuntariamente se estaba ofreciendo un ejemplo de cómo aplicar las reglas de la derivación, se falló al colocar el exponente, es decir el voladito, del último término en el primer renglón, que debería ser un 3 y no un 4. Por su parte, la horrenda fórmula chevroletiana podría explicar por qué se preserva la usual aversión de los estudiantes por la ciencia cuyo lenguaje posee una sintaxis y un rostro tipográfico propios. (Un error como el de la Ley de Cervera, en que se ponen y quitan exponentes al manipular los términos, por no hablar de la confusión entre el signo de multiplicar y la omnipresente x, acaso muestra las estrategias con que se efectúa la aritmética del erario público).
     Por escrito, la matemática es mucho más que un malabarismo de símbolos extravagantes. La forma precisa de esos caracteres, el equilibrio de los espacios en blanco o la jerarquía manifiesta en el tamaño de los guarismos, por ejemplo, son parte del significado. Me imagino que Sheridan y los editores habrían recurrido a un experto en hebreo para reproducir un juego de palabras en esa lengua, o que sonreirían, desdeñosos, si en un torpe intento de erudición alguien citara con erratas un proverbio latino, un verso shakesperiano, un aforismo de Cioran. Por eso, porque la precisión es valiosa, porque conviene observar los dictados de una tradición rica y dispuesta a la innovación "siempre que sea necesaria", distraigo su atención para señalar este leve, pero feo, traspié estético y científico. –

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