Una visiĆ³n de Paz

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Enrique Krauze me ha invitado a recordar mi visiĆ³n de Octavio Paz. ĀæHablarĆ© de mi fascinaciĆ³n por el poeta que abriĆ³ una puerta hacia una realidad otra, libre y luminosa? ĀæO mencionarĆ© la irritaciĆ³n que a menudo me causaba su vacilaciĆ³n en traspasar la misma puerta? Porque mi visiĆ³n de Paz no superĆ³ nunca esa dualidad. Tal vez ahora podrĆ­a preguntarme por quĆ©. AcudirĆ© en mi ayuda al libro mĆ”s profundo de Paz, El arco y la lira; creo que Ć©l guarda aĆŗn el secreto de toda su obra.
Ā Ā Ā Ā Ā El poeta no habla sĆ³lo de la operaciĆ³n poĆ©tica, toca la esencia de lo que Ć©l entiende por poesĆ­a: la revelaciĆ³n de la realidad. Frente al mundo convencional, a la mano, reiterativo de las mismas actitudes y comportamientos, frente al entorno consabido de lo cotidiano, consensuado, aceptado sin discusiĆ³n, la poesĆ­a es ā€”para Pazā€” apertura hacia lo otro. En ella las palabras pierden su fijaciĆ³n en significados convencionales, rompen el discurso ordinario, revelan significados inesperados, contradictorios. En la poesĆ­a, el pensamiento, a travĆ©s de su vehĆ­culo, el lenguaje, supera los contrarios para vislumbrar la realidad en que se unen los opuestos. AsĆ­, presagia el silencio significativo, que estĆ” mĆ”s allĆ” de las palabras. Por ello, la poesĆ­a no se identifica con los poemas; es una apertura de la existencia hacia la verdadera realidad, la cual
es “otredad”.
Ā Ā Ā Ā Ā Lo absolutamente otro es lo Sagrado. Paz ve en lo poĆ©tico “uno de los nombres de lo sagrado” . Pero no lo sagrado coagulado en dogmas e instituciones mundanas, de las religiones positivas, sino la realidad Ćŗltima, una, que estĆ” mĆ”s allĆ” de toda instituciĆ³n y de todo dogma; ella es “la otredad constitutiva del hombre”. Lo otro es libertad plena, creatividad, ruptura de las mĆŗltiples redes que nos apresan en el mundo cotidiano. Frente a la voz de la polĆ­tica y de la ideologĆ­a, frente a la voz misma de la ciencia, la poesĆ­a es la voz que dice “no”, es la “otra voz”.
Ā Ā Ā Ā Ā Admitir que nuestra realidad es “otredad” permite sĆ³lo dos actitudes: la primera es el destierro, el apartamiento del mĆ­stico, del artista creador, del visionario; la segunda es la disrupciĆ³n frente al repetitivo mundo de los poderes y las convenciones satisfechas. “La empresa poĆ©tica coincide lateralmente con la revolucionaria” ā€”escribe Pazā€” pues las palabras del poeta “revelan a un hombre libre de dioses y seƱores”.
Ā Ā Ā Ā Ā Paz es fiel a la “otra voz” cuando canta a la libertad “bajo palabra” en su arrebatadora poesĆ­a, cuando mira al revĆ©s de la trama de tantas creaciones artĆ­sticas, cuando reencuentra el mito del tiempo eterno en nuestra historia, cuando asume, en muchas ocasiones, la actitud crĆ­tica ante la realidad, propia del intelectual genuino.
Ā Ā Ā Ā Ā Sin embargo, muchas veces lo vi vacilar ante la entrada que Ć©l mismo habĆ­a vislumbrado. Porque lo “uno sin segundo” ā€”dicen los Upanishadsā€” se manifiesta en mil formas y muchas veces quedamos atrapados en ellas. Paz, movido por la pasiĆ³n, creyĆ³ su misiĆ³n romper lanzas, no sĆ³lo contra barberos y sacristanes del poder convencional, sino contra todos los que proponĆ­an un mundo que sinceramente creĆ­an “otro”, el mundo de la utopĆ­a. Se equivocĆ³ de enemigos. De los disidentes sĆ³lo vio el aspecto dogmĆ”tico, patente en su mĆ”scara ideolĆ³gica; fue ciego, en cambio, a la dimensiĆ³n Ć©tica, libertaria, de su acto disruptivo. Sin comprensiĆ³n, atacĆ³ a quienes debĆ­an ser sus hermanos en la bĆŗsqueda ā€”por caminos distintos, es ciertoā€” de
lo otro.
Ā Ā Ā Ā Ā Al mismo tiempo, a menudo lo vi dejarse acariciar por los halagos de la fama, condescender al encanto del poder, econĆ³mico, polĆ­tico, literario, vislumbrar para sĆ­ el pĆŗlpito del magisterio intelectual. En todo ello no percibĆ­ la “otra voz”, sino la cansina palabra que se complace en las lisonjas de este mundo. Y recordĆ© sus propias palabras: “Si el poeta abandona su destierro ā€”Ćŗnica posibilidad de autĆ©ntica rebeldĆ­aā€” abandona tambiĆ©n la poesĆ­a y la posibilidad misma de que ese exilio se transforme en comuniĆ³n”.
Ā Ā Ā Ā Ā ĀæSoy injusto? Es probable; porque a aquello que amamos exigimos la perfecciĆ³n, y la perfecciĆ³n es inhumana. Pero el Paz que quedarĆ” no serĆ” la imagen laureada que los cantores de una cultura oficializada se apresuran a incensar; el Paz que quedarĆ” es el que supo abrir una puerta a la otra realidad. Porque sabĆ­a que una vida incapaz de perturbar el mundo no merece ser vivida. –

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