El Cuervo adusto y Filomela
se habían posado entre los árboles sangrantes.
El ronco graznido del pájaro se mezclaba con el lamento de ella,
y su sangre goteaba, hendiendo la oscuridad,
en la rosa roja y abierta,
en la rama partida del melocotonero,
empañada por bocas perfumadas, cada una de las cuales
le cantaba a otra, y se cerraba.
Entre los chantres apasionados
del tiempo y la estación y el amor y la muerte,
Filomela, la del aliento enjoyado,
sueña con volar, pero no se inmuta.
Goteaba su sangre en la rosa y el melocotonero.
El amor ha requerido un sacrificio.
Por su mano ha matado a su boca;
por su mano su boca está muerta.
Entonces el Cuervo, adulto y afligido
por la lenta desesperación del tiempo,
deja que Filomela se desgañite,
hasta que se extingue su voz.
Filomela, en la roja raíz del dolor,
floreció y cantó, y el dolor desapareció;
y una vez que hubo cantado y sido olvidada,
el Cuervo rompió el silencio y habló.
El Cuervo adusto y Filomela
se habían posado entre los árboles sangrantes.
El ronco graznido del pájaro se mezclaba con el lamento de ella,
y en la rosa y el melocotonero goteaba su sangre. ~
Versión de Eduardo Moga y Daniel C. Richardson