Beatriz Allende, la RevoluciĆ³n y el machismo

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Tanya Harmer
Beatriz Allende. A revolutionary life in Cold War Latin America

Chapel Hill, University of North Carolina Press, 2020, 384 pp.

 

Hace una dĆ©cada, la historiadora de la London School of Economics Tanya Harmer escribiĆ³ un libro que renovĆ³ los estudios sobre la Guerra FrĆ­a en AmĆ©rica Latina. El Chile de Unidad Popular y Salvador Allende fue la experiencia que le permitiĆ³ sostener que el principal eje de tensiĆ³n ideolĆ³gica y polĆ­tica en el hemisferio, entre los aƱos cincuenta y ochenta del siglo XX, no fue el que dividĆ­a al Este del Oeste sino el que separaba al Sur del Norte de AmĆ©rica. Ahora, en un nuevo libro, Harmer propone indagar la intensa conexiĆ³n, no libre de dudas y desconfianzas, entre la RevoluciĆ³n cubana y la llamada ā€œvĆ­a chilena al socialismoā€.

La ruta elegida es la biografĆ­a de Beatriz Allende, la segunda de las tres hijas de Salvador Allende y su esposa Hortensia Bussi. Las tres, Carmen Paz, Beatriz e Isabel, nacidas en los aƱos cuarenta, eran jĆ³venes cuando su padre llegĆ³ a la presidencia en 1970 y se involucraron en el proyecto de Unidad Popular. Pero fue Beatriz quien estuvo mĆ”s cerca de su padre y quien, por sus fuertes vĆ­nculos con la RevoluciĆ³n cubana, fue asumida como heredera del legado de Allende en los aƱos posteriores al golpe de Estado de Augusto Pinochet en septiembre de 1973.

Como sus hermanas, Beatriz tuvo una formaciĆ³n de Ć©lite en la capital chilena, a mediados del siglo XX. AsistiĆ³ a escuelas privadas como La Maisonnette y el colegio britĆ”nico para muchachas Dunalastair. Su padre era un mĆ©dico, fundador del Partido Socialista, que habĆ­a sido diputado de la repĆŗblica, ministro de Salubridad, PrevisiĆ³n y Asistencia Social bajo el gobierno de Pedro Aguirre Cerda y que en 1945 iniciarĆ­a una prolongada carrera en el senado chileno. Cuando tuvo que elegir su profesiĆ³n, Beatriz se decidiĆ³ por la medicina, que cursĆ³ en la Universidad de ConcepciĆ³n a principios de los aƱos sesenta.

Medicina y polĆ­tica eran los dos pilares de la vocaciĆ³n de su padre. TambiĆ©n lo serĆ­an para ella, con una diferencia sustancial: su padre era un profesional de la polĆ­tica democrĆ”tica; ella se convertirĆ­a en una profesional de la polĆ­tica revolucionaria. La madurez ideolĆ³gica de Beatriz llegĆ³ con la RevoluciĆ³n cubana de 1959. Ese mismo aƱo, durante la reuniĆ³n de ministros de la OEA en Santiago, conociĆ³ a dos parejas que serĆ­an centrales en su vida, la de RaĆŗl Castro y Vilma EspĆ­n y la de Armando Hart y HaydĆ©e SantamarĆ­a, que viajaron a Chile como parte de la delegaciĆ³n cubana. TambiĆ©n conociĆ³ al comandante Manuel PiƱeiro, quien se volverĆ­a un vĆ­nculo ineludible.

Tanya Harmer dedica pĆ”ginas muy reveladoras a reconstruir el proceso de radicalizaciĆ³n polĆ­tica de los jĆ³venes universitarios de ConcepciĆ³n. En aquellos aƱos, Beatriz se hizo amiga de un joven socialista chileno, tambiĆ©n estudiante de medicina, que serĆ­a fundamental en su vida: Miguel EnrĆ­quez, fundador y lĆ­der del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). Harmer piensa que, aunque nunca militĆ³ en el MIR, la orientaciĆ³n ideolĆ³gica de Beatriz estaba mĆ”s cerca de los miristas que de los viejos militantes del Partido Socialista o del Partido Comunista.

La derrota de Allende en las elecciones de 1964 acelerĆ³ la radicalizaciĆ³n de aquella juventud que, en sintonĆ­a con las tesis de Fidel Castro y el Che Guevara, pensaba que el camino de la RevoluciĆ³n pasaba por la vĆ­a armada y no por la democracia, como sostenĆ­an Allende, Carlos Altamirano, Clodomiro Almeyda y otros lĆ­deres del Partido Socialista. Mientras aquellos lĆ­deres, lo mismo que los comunistas Luis CorvalĆ”n o Volodia Teitelboim, que tambiĆ©n habĆ­an llegado al congreso chileno, pensaban en tĆ©rminos del viejo frentismo popular soviĆ©tico, los jĆ³venes del MIR leĆ­an a Frantz Fanon y postulaban el carĆ”cter emancipador de la violencia revolucionaria.

A partir de 1966, cuando el Che Guevara abandona la clase polĆ­tica de Cuba y se concentra en la creaciĆ³n del frente guerrillero del EjĆ©rcito de LiberaciĆ³n Nacional (ELN) en Bolivia, aquel conflicto subiĆ³ de temperatura. Beatriz, que ya habĆ­a hecho un viaje a la isla en 1960, donde se hospedĆ³ en casa de RaĆŗl Castro y Vilma EspĆ­n, comenzĆ³ a trabajar mĆ”s cerca de su padre, al tiempo que mantenĆ­a vĆ­nculos con los jĆ³venes del MIR. En octubre de 1967, cuando el Che Guevara es asesinado en Bolivia, la joven entiende que ha sonado la hora de la lucha armada.

A fines de ese aƱo, Beatriz acompaƱa a su padre, entonces presidente del senado chileno, a un viaje a Cuba y la UniĆ³n SoviĆ©tica que, segĆŗn Harmer, ā€œle cambiĆ³ la vidaā€. Fue entonces que inicia una relaciĆ³n con Luis FernĆ”ndez OƱa, joven agente cubano, a las Ć³rdenes de Manuel PiƱeiro, quien pronto se convertirĆ­a en su segundo esposo. Con FernĆ”ndez OƱa y Juan Carretero, a quienes Harmer entrevistĆ³ para su libro, Beatriz recibiĆ³ entrenamiento militar y logĆ­stico para la lucha guerrillera y se iniciĆ³ como agente del Ministerio del Interior de Cuba. Desde que FernĆ”ndez OƱa se trasladĆ³ a vivir a Santiago de Chile, Salvador Allende tuvo a la inteligencia cubana en la familia.

Entre 1968 y 1970, Beatriz coordinĆ³, desde Chile, el apoyo al ELN de Bolivia, duramente golpeado tras la muerte de Guevara. Fue entonces que chocĆ³ con un machismo muy distinto al de la burguesĆ­a catĆ³lica chilena: el machismo revolucionario. Decidida, como tantos jĆ³venes latinoamericanos de su generaciĆ³n, a vengar la muerte del Che, Beatriz quiso enrolarse en la guerrilla boliviana, pero sus superiores cubanos le asignaron tareas subalternas. Es probable, como sugiere Harmer, que ya en aquel momento advirtiera la escasa presencia de mujeres en las altas esferas del poder cubano.

Al sumarse a la campaƱa presidencial de su padre, en 1970, Beatriz debiĆ³ ayudar a la incorporaciĆ³n del MIR al proyecto de Unidad Popular. Aquella alianza estaba fundamentalmente integrada por el Partido Socialista, el Partido Comunista, el Movimiento de AcciĆ³n Popular Unitaria (MAPU) y el Partido Radical. Pero el MIR, en tanto guerrilla urbana de la Nueva Izquierda, con un amplio grado de interlocuciĆ³n con Cuba, estaba llamado a jugar un papel central en el proyecto allendista. Las asperezas no eran pocas, especialmente con el Partido Comunista, y Beatriz habĆ­a constatado en su viaje a MoscĆŗ el desprecio que sentĆ­an los soviĆ©ticos por los movimientos guevaristas.

La documentaciĆ³n recogida por Harmer permite visualizar a Beatriz Allende en el centro de una tensiĆ³n mĆŗltiple entre Fidel Castro, los soviĆ©ticos, el MIR y Unidad Popular, antes, durante y despuĆ©s del gobierno de Allende. Inicialmente, la posiciĆ³n de La Habana fue que el MIR permaneciera leal a Allende, pero, conforme crecĆ­a la hostilidad de la derecha y Estados Unidos, Cuba iniciĆ³ una presiĆ³n paralela, que pudo percibirse en la larga visita de Castro a fines de 1971 y, sobre todo, a partir de 1972. Mientras Fidel pedĆ­a ā€œaudacia, audacia y mĆ”s audaciaā€ a Allende, el equipo de Manuel PiƱeiro moderaba el respaldo militar al MIR y alentaba la creaciĆ³n de estructuras de poder popular.

El vĆ­nculo con Cuba decidiĆ³ que Beatriz, a diferencia de su madre y sus hermanas, que se exiliaron en MĆ©xico, se fuera a vivir a La Habana despuĆ©s del golpe de Pinochet. Aquella experiencia de cuatro aƱos, en el socialismo cotidiano de la isla, aguijoneada por el duelo de la muerte de su padre y, muy pronto, de Miguel EnrĆ­quez, Orlando Letelier y tantos otros compaƱeros, estĆ” en la raĆ­z de su trĆ”gico desenlace. Durante esos aƱos, la joven Allende encabezĆ³ el ComitĆ© Chileno de Solidaridad con la Resistencia Antifascista, instituciĆ³n que realizĆ³ las campaƱas de denuncia de violaciĆ³n de derechos humanos en Chile y que transfiriĆ³ fondos cuantiosos, que llegaron al medio millĆ³n de dĆ³lares anuales, a las principales organizaciones de oposiciĆ³n a la dictadura.

Aquella labor chocaba con su propia voluntad, que oscilaba entre un desencanto que la impulsaba a regresar a la medicina y una indignaciĆ³n que la llevaba a pedir su regreso a Chile para incorporarse a las filas del MIR. Una vez mĆ”s, Beatriz debiĆ³ enfrentarse al machismo de la dirigencia cubana, que declinaba su deseo de sumarse a la lucha armada y, a la vez, se desentendĆ­a de la crisis de su matrimonio. Una asistente de Beatriz, Loti, que cuidaba a sus hijos Maya y Alejandro, fue despedida y deportada de La Habana por sospecha de ā€œconducta homosexualā€.

El libro de Tanya Harmer concluye con el suicidio de Beatriz Allende el 11 de octubre de 1977. Su padre se habĆ­a suicidado en la Moneda con el fusil AKM que le regalĆ³ Fidel Castro; ella lo harĆ­a con una Uzi que tambiĆ©n le regalĆ³ el lĆ­der cubano. Beatriz habĆ­a sido testigo de la intolerancia y la incomprensiĆ³n del suicidio, dentro de la dirigencia cubana, cuando tuvo que suscribir la tesis oficial de que su padre habĆ­a sido abatido el 11 de septiembre de 1973. Ahora, aquella intolerancia actuaba sobre ella misma cuando la prensa cubana sostenĆ­a que la joven Allende, ā€œvĆ­ctima del fascismoā€, habĆ­a tomado una ā€œdecisiĆ³n errĆ³neaā€.

Esta investigaciĆ³n de Tanya Harmer viene a consolidar el avance de la historiografĆ­a sobre la Guerra FrĆ­a latinoamericana por dos flancos. La biografĆ­a de Beatriz Allende permite aquilatar con mayor precisiĆ³n las diferencias entre la ā€œviejaā€ y la ā€œnuevaā€ izquierda en los aƱos sesenta y setenta y contribuye a rescatar la heterogeneidad de los movimientos revolucionarios, dos Ć©nfasis de historiadores como Vera Carnovale, Aldo Marchesi, Eugenia Palieraki, Eric Zolov, Renata Keller o Elisa ServĆ­n. A la vez, este libro da la razĆ³n a la nueva historiografĆ­a sobre la Cuba soviĆ©tica (Louis A. PĆ©rez Jr., Lillian Guerra, Abel Sierra Madero, Jennifer Lambe, Michelle Chase), que insiste en seƱalar los terribles efectos del machismo, la homofobia y el culto a la personalidad en la isla. ~

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(Santa Clara, Cuba, 1965) es historiador y crĆ­tico literario.


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