Hace tiempo hice un viaje ritual para conocer Zapotlรกn el Grande, un pueblo que de tan grande lo hicieron Ciudad Guzmรกn hace mรกs de cien aรฑos… Y hace cien, ahora, justo en 2018, que naciรณ ahรญ, el 21 de septiembre de 1918, Juan Josรฉ Arreola Zรบรฑiga, en su infancia solo Juan, Juanito, Juanelo, Juanillo o incluso Juancho. Sin el Josรฉ, pues, que se le impuso librescamente, y acaso lo distingue del otro Juan escritor jalisciense, con el que se le une y desune.
El viaje desde Guadalajara es tambiรฉn un camino religioso que debe pasar, en rigor, por la Sayula de Rulfo, y con lo inclinado o pronunciado de la cuesta famosa, la Cuesta de Sayula (no la de las Comadres), en el ascenso uno se percata de los contrastes entre un sitio y otro, entre los temperamentos de un escritor y el otro, pues se va del pรกramo o el comal ardiente al espรญritu airoso, explosivo, expansivo o volcรกnico, ya que cuando uno va llegando a Zapotlรกn destaca en el paisaje ese Nevado que se llama de Colima, โaunque todo รฉl estรก en la tierra de Jaliscoโ.
A la entrada, hay una vieja estaciรณn de tren con un Arreola metรกlico de tamaรฑo natural vestido de guardagujas. En el centro, en los portales, un negocio que se llama Arreola de Zapotlรกn ofrece dulces y reposterรญa fina; ahรญ comprรฉ unas mermeladas. Si uno pasa a la hora indicada, en la iglesia se verรก salir al campanero, que hace su ejercicio de sube y baja o baja y sube, guiado por la cuerda, como si se tratara de un tรญtere. En tiempos de feria, aquello debe ser toda una imitaciรณn a escala de la novela La feria (1963). O viceversa. Una cosa y la otra terminan por fundirse. Y aunque sabemos que primero fue la real y luego la ficticia, ahora la segunda impone sus realidades.
El mercado estรก tapizado de tostadas, una de las obsesiones comunitarias; y nos remiten a las tostadas de camarรณn seco que preparaba Sara, esposa de Arreola, mientras era dictado el Bestiario al amanuense Josรฉ Emilio Pacheco. Frente a la cafeterรญa Confabulario estรก el sitio exacto en donde naciรณ Arreola. Los taxistas suelen platicar de aquel hombre de capa negra y motoneta que iba por las calles de Zapotlรกn como hรฉroe de historieta, y casi todos tienen una anรฉcdota con รฉl. Una mujer me dijo que era la fotรณgrafa de Arreola. Un dentista me contรณ que habรญa sido el dentista de Arreola, ademรกs de su alumno, pues le pagaba con clases literarias u ontolรณgicas las consultas odontolรณgicas.
Y estaba en Zapotlรกn, claro, Orso, hijo del escritor, ahora a cargo de aquella casa de madera construida en un cerro que Juan Josรฉ, ya no Juan, Juanito, Juanillo o incluso Juanelo, armรณ con sus propias manos y con las manos de un carpintero de nombre Rogelio Barragรกn Espinoza, apodado โel Diabloโ, con quien jugรณ, por lo general a medianoche, memorables partidas de ajedrez. Hay, como ediciรณn regional, un tomo que compila cien de ellas. Arreola versus el Diablo. Abre Arreola con e4; y responde el Diablo con un directo e5. Los peones se ven las caras. Se inicia el juego.
Nacรญ el aรฑo de 1918, en el estrago de la gripa espaรฑola, dรญa de San Mateo Evangelista y Santa Ifigenia Virgen, entre pollos, puercos, chivos, guajolotes, vacas, burros y caballos. Di los primeros pasos seguido precisamente por un borrego negro que se saliรณ del corral. Tal es el antecedente de la angustia duradera que da color a mi vida, que concreta en mรญ el aura neurรณtica que envuelve a toda la familia y que por fortuna o desgracia no ha llegado a resolverse nunca en la epilepsia o la locura. Todavรญa este mal borrego negro me persigue y siento que mis pasos tiemblan como los del troglodita perseguido por una bestia mitolรณgica.
Alguna vez, Antonio Alatorre me refiriรณ su encuentro con Arreola. Por no poderle costear sus estudios de secundaria, su padre lo metiรณ a un seminario. Mas no tenรญa Alatorre vocaciรณn religiosa. Sus grandes hallazgos fueron el griego, el latรญn y el francรฉs. Contaba: โJustamente despuรฉs de salir de esa orden religiosa lleguรฉ a Guadalajara, donde conocรญ a Juan Josรฉ Arreola, a quien considero como mi primer maestro. Arreola es cuatro aรฑos mayor que yo; en ese momento en edad real me superaba como veinte aรฑos.โ
Hicieron juntos entre 1945 y 1946 la revista Pan. Antes, en 1943, Arreola habรญa editado Eos. Hay un tomo del FCE que reรบne en facsรญmil esos dos impresos. En un estudio introductorio, detalla Alatorre: โArreola trabajaba de planta en el periรณdico El Occidental (el de entonces, sin relaciรณn con el que hoy lleva ese nombre). Allรญ lo conocรญ. Yo era colaborador externo: me encargaba, cosa curiosa, de llenar la โPรกgina del agricultorโ (los martes) a base de tijeras y engrudo, que era el mรฉtodo con que Arreola hacรญa la โPรกgina literariaโ (los domingos).โ
Luego aรฑade: โLo que mรกs claramente me sedujo de Arreola […] fue su exaltado amor a las palabras, su gusto por ellas, su regocijo, sus celebraciones. Habรญa palabras que le llenaban la boca y lo dejaban casi en รฉxtasis. Asรญ la palabra Fuensanta. Asรญ la palabra Orso. Asรญ la palabra magenta. […] Y asรญ centenares y centenares de palabras, de versos, de pasajes de prosa purpรบrea y florida o de prosa acerada y concisa. […] Con esto queda suficientemente explicado cรณmo el sentirme โal unรญsonoโ con รฉl convirtiรณ mi primer aรฑo de filologรญa (filologรญa es โamor a la palabraโ) en una fiesta continua. […] Arreola fue para mรญ mรกs, mucho mรกs que un guรญa literario.โ
Sigue Alatorre: โAsรญ, pues, el aรฑo que precediรณ al primer nรบmero de Pan estuvo dedicado, full-time, a mi desembrutecimiento, a mi dรฉniaisement. Fue โel aรฑo del banqueteโ. Mi organismo interior comenzรณ, con la voracidad del hambriento crรณnico, a llenar sus inmensos vacรญos y a asimilar platillo tras platillo, en la alegrรญa mรกs desvergonzada, y sin indigestiรณn alguna. Y todo, o casi todo, fue regalo de Arreola. Siempre he dicho que Arreola me sacรณ de Egiptoโ.
El nรบmero 2 de Pan (de julio de 1945) abre con โNos han dado la tierraโ, de Juan Rulfo; sigue una reseรฑa de Arturo Rivas Sainz a Pรกramo de sueรฑos, de Alรญ Chumacero; y enseguida vienen โDos poemasโ, de Antonio Alatorre. Los versos de uno de ellos, โAl unรญsonoโ, resumen su amistad con Arreola: โSobre un tiempo gemelo fincamos / un nido de momentos. […] Hay que ver ciertos lados, / ciertos รกngulos sin aristas, invisibles, de ciertos asuntos. / Y hay que ponerse de acuerdo en quรฉ matices, / en quรฉ color de la risa. / Si un sonido raro de un libro, / si el tono de flauta o de viola / de una pequeรฑa palabra…โ Para, luego de cuatro estrofas, concluir: โEntonces, ยกquรฉ dulce: / paladear un poema, una tarde, una brizna! / Con perlas redondas tejer un idioma. / Gustar el silencio, y lentamente, / lentamente, en silencio, hojear la vidaโ.
Luego de este recuerdo, me dijo Alatorre: โYo creo que Arreola es el ser que lleva mรกs a flor de piel el amor al lenguaje, el deleite de la palabra, esa manera que tiene de estar soltando frases simplemente buscando la armonรญa, sin querer decir nada, solo por deleitarse, ese modo tan sensual de recitar a Carlos Pellicer o a Ramรณn Lรณpez Velarde.โ
Soy autodidacto, es cierto. Pero a los doce aรฑos y en Zapotlรกn el Grande leรญ a Baudelaire, a Walt Whitman y a los principales fundadores de mi estilo: Papini y Marcel Schwob, junto con medio centenar de otros nombres mรกs o menos ilustres… Y oรญa canciones y los dichos populares y me gustaba mucho la conversaciรณn de la gente del campo.
Recuerdo haber perseguido a Arreola para que me hablara de Giovanni Papini. Sin suerte. Es curioso: tanto รฉl como Borges tienen deudas con el autor italiano. Borges reconociรณ tardรญamente haberlo leรญdo y olvidado, para darse cuenta luego de que el olvido bien puede ser una forma profunda de la memoria. En 1969, en Cambridge, compuso โEl otroโ; atรณnito, agradecido (asรญ lo expresa en el prรณlogo al tomo de Papini de su Biblioteca Personal), โcompruebo ahora que esa historia repite el argumento de โDos imรกgenes en un estanqueโโ.
En la Antologรญa de la literatura fantรกstica (1940), de Borges, Bioy y Silvina Ocampo. aparece el cuento papiniano โLa รบltima visita del caballero enfermoโ.
En sus conversaciones con Vicente Preciado Zacarรญas, el dentista de Zapotlรกn (que las reuniรณ un libro de circulaciรณn regional), dice Arreola haber leรญdo en 1943 Gog, Palabras y sangre, Dante vivo, El crepรบsculo de los filรณsofos y Lo trรกgico cotidiano. El relato โEl espejo que huyeโ, antecedente de โEl guardagujasโ, ambos textos ferrocarrileros, lo lee en 1935 en el tren de Guadalajara a Zapotlรกn. Voy a Papini y copio estas lรญneas: โSeรฑor hombre […], este tren que ha llegado ahora, ยฟno le ha dicho nada que convenga a nuestro asunto? ยฟQuiere que se la repita yo, humilde traductor, ya que sรฉ traducir la lengua de los trenes y de muchas otras cosas? Hasta hace pocos minutos este tren corrรญa a una velocidad media de ochenta kilรณmetros por hora, pequeรฑo mundo repleto e iluminado, a travรฉs de la campiรฑa solitaria y neblinosa. Y he aquรญ que de repente, se ha detenido, los habitantes de esta pequeรฑa ciudad en fuga han desaparecido y el maquinista se seca la frente con aire poco satisfecho. Las ruedas estรกn quietas perezosamente en las vรญas y los vagones, vacรญos y oscuros, aรฑoran el parloteo de los viajeros y las maletas de variados colores. Asรญ termina una fuga cuando se viaja sobre vรญas.โ
Se conversa en la estaciรณn, como en โEl guardagujasโ, pero este es Papini mรกs Kafka, con lo que la fรณrmula original se altera, como si al carbรณn se le fundiera en รกcido, dando la mezcla un producto nuevo.
Desde 1930 hasta la fecha he desempeรฑado mรกs de veinte oficios y empleos diferentes… He sido vendedor ambulante y periodista; mozo de cuerda y cobrador de banco. Impresor, comediante y panadero. Lo que ustedes quieran.
En 1988 Arreola me convenciรณ de realizar un acto deshonroso. Se enterรณ que la Universidad Nacional con la Autรณnoma de Zacatecas publicarรญan en facsรญmil La suave patria de Ramรณn Lรณpez Velarde como la habรญa editado la Imprenta Universitaria en 1944, en un formato amplio con grabados en madera de Julio Prieto y un comentario final de Francisco Monterde. Estaba yo a cargo de esa ediciรณn.
โHay una errata โme dijoโ, tienes que corregirla.
โPero, maestro, es facsimilar.
โNo importa. Corrรญgela.
โNo se puede.
โHazlo.
โยฟEn quรฉ pรกgina?
โEn el primer acto, en la segunda estrofa. Dice: โEl Niรฑo Dios te escriturรณ un establo / y los veneros de petrรณleo el diabloโ. No es โdeโ sino โdelโ: los veneros del petrรณleo. Aรฑรกdele la ele.
โPero, maestro…
Y le hice caso. Modifiquรฉ el facsรญmil. Lo que no estuvo bien… Aunque es asรญ como aparece el verso en el tomo de Obras de Lรณpez Velarde compilado por Josรฉ Luis Martรญnez.
En Zapotlรกn se acuerdan muy bien de cuando pasรณ por ahรญ Pablo Neruda. En el hotel donde se hospedรณ hay una placa que recuerda esos dรญas. Llegรณ en Bloomsday: 16 de junio de 1942. A sus veintitrรฉs aรฑos, Arreola tuvo dos encargos: pronunciar el discurso de bienvenida y recitar un par de poemas del chileno, โFarewellโ y el famoso โPoema veinteโ. Neruda, sorprendido por el joven declamador, lo invitรณ a convertirse en su secretario particular, pero Arreola dudรณ en lanzarse a esa aventura… Al salir de una cena, en la madrugada, sorprendiรณ a Neruda el cielo de Zapotlรกn, y dijo: โAquรญ las estrellas se pueden tomar con la mano. Nunca habรญa visto a las estrellas sobre los tejados, asรญ de grandes, asรญ de luminosas.โ Y continuรณ: โNo se han dado cuenta del tesoro que tienen en estas monedas de oro.โ En el recuerdo de Arreola, el aliento sideral de la noche los recibiรณ con una lluvia de estrellas. โEn medio de la noche se hizo un silencio total. Caminamos como hermanos hacia el centro del pueblo, y por un momento sentรญ que Pablo nos habรญa revelado el misterio poรฉtico. Lo dejamos en el hotel Zapotlรกn; me despedรญ de los amigos y caminรฉ hacia mi casa. Al pasar por el jardรญn los pรกjaros comenzaron a cantar y vi en el cielo la nube pastora de mi pueblo; pensรฉ por un instante en la inmortalidadโ (El รบltimo juglar. Memorias de Juan Josรฉ Arreola, p. 190).
Esa visita tambiรฉn produjo un soneto de ocasiรณn nerudiano, que asรญ arranca:
Ciudad Guzmรกn, sobre su cabellera,
de roja flor y forestal cultura,
tiene un taรฑido de campana oscura,
de campana segura y verdadera…
Juan, Juanito, Juanillo, Juanelo e incluso Juancho dice haber estado barriendo frente a su casa, mucho antes de la visita de Neruda a Zapotlรกn el Grande, cuando le brotaron de los labios estos versos: โMirad al buen sultรกn / contemplando las currucas, / compungido y derrotado / por el ejรฉrcito alemรกnโ… Fue su arranque como escritor. Su primera intuiciรณn poรฉtica. Luego escribiรณ โEl barcoโ (que hay quien nombra equivocadamente como โEl bardoโ), sobre un niรฑo arrepentido de dar una bofetada y que por la noche sueรฑa con un barco rojo con velas blancas… Juan, Juanito, Juanillo, Juanelo e incluso Juancho se convirtiรณ en Juan Josรฉ Arreola, artesano de la palabra o artรญfice de complejos objetos verbales: universos infinitos a veces concentrados en una sola pรกgina o en unas pocas lรญneas.
Una รบltima confesiรณn melancรณlica. No he tenido tiempo de ejercer la literatura. Pero he dedicado todas las horas posibles para amarla. Amo el lenguaje por sobre todas las cosas y venero a los que mediante la palabra han manifestado el espรญritu, desde Isaรญas a Franz Kafka. Desconfรญo de casi toda la literatura contemporรกnea. Vivo rodeado por sombras clรกsicas y benรฉvolas que protegen mi sueรฑo de escritor. ~
(ciudad de Mรฉxico, 1963) es editor y escritor, miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte.