Contra la idea de la decadencia

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El mensaje llega por todas partes: el mundo tal y como lo conocemos estรก al borde de algo muy malo. Desde la derecha, escuchamos que โ€œOccidenteโ€ y la โ€œcivilizaciรณn judeocristianaโ€ estรกn atrapados entre infieles extranjeros y nativos extremistas encapuchados. El โ€œdecadentismoโ€ de izquierdas se obsesiona con los golpes de Estado, los regรญmenes de vigilancia y el inevitable โ€“aunque escurridizoโ€“ colapso del capitalismo. Para Wolfgang Streeck, el profรฉtico sociรณlogo alemรกn, se trata de capitalismo o democracia. Igual que muchas posturas โ€œdecadentistasโ€, Streeck ofrece o el purgatorio o el paraรญso. Como muchos antes que รฉl, insiste en que hemos pasado a travรฉs del vestรญbulo del infierno. โ€œAntes de que el capitalismo se vaya al infiernoโ€, afirma en ยฟCรณmo terminarรก el capitalismo? (Traficantes de Sueรฑos, 2017), โ€œse quedarรก en el futuro probablemente en el limbo, muerto o a punto de morir de una sobredosis de sรญ mismo pero todavรญa presente, como si nadie tuviera la capacidad de mover su cuerpo en descomposiciรณn a otro sitioโ€.

De hecho, la idea de la decadencia la comparten la extrema izquierda y la extrema derecha. Julian Assange, el avatar del populismo apocalรญptico, recibe apoyos de neonazis y de luchadores por la justicia social. Assange explicรณ a un periodista cรณmo el poder estadounidense, la raรญz de todos los males del planeta, estaba en decadencia como Roma. โ€œEsto podrรญa ser el principioโ€, susurrรณ con una sonrisa, y lo repitiรณ como el mantra de un รกngel vengativo.

El declive de Roma es un gran precedente. Los historiadores globales han jugado su papel como agoreros. Mientras el historiador Edward Gibbon publicaba el primer volumen de Historia de la decadencia y caรญda del Imperio romano (1776), los colonos americanos se despedรญan de sus gobernantes; algunos leyeron esto como un presagio. La Primera Guerra Mundial trajo el โ€œfinalismoโ€ a la era moderna. La interpretaciรณn mรกs famosa fue la de La decadencia de Occidente (1918), del historiador alemรกn Oswald Spengler. La masacre de Flandes y la epidemia de gripe de 1918 โ€“que acabรณ con un 5% de la poblaciรณn mundialโ€“ convirtieron a La decadencia de Occidente en algo al dรญa. Spengler aรฑadiรณ un matiz: predijo que, al final del siglo, la civilizaciรณn occidental necesitarรญa un ejecutivo todopoderoso para rescatarla, una idea que los autรณcratas han aprovechado con entusiasmo desde entonces.

Es casi parte de la condiciรณn humana esperar que la fiesta vaya a terminar mรกs pronto que tarde. Lo que cambia es cรณmo serรก el final. ยฟSerรก un cataclismo bรญblico, un gran evento igualador? ยฟO serรก algo mรกs gradual, como la hambruna malthusiana o un desplome moral?

Nuestra era decadente es importante por una razรณn. No solo los occidentales estรกn en problemas; gracias a la globalizaciรณn, tambiรฉn lo estรกn los demรกs. De hecho, estamos como especie en este lรญo; nuestras cadenas de suministro y el cambio climรกtico hacen que estemos destinados todos juntos a una sexta extinciรณn masiva.

Los decadentistas comparten algunas caracterรญsticas. Tienen mรกs aceptaciรณn en tiempos de agitaciรณn e incertidumbre. Son tambiรฉn proclives a pensar que los cรญrculos del infierno solo pueden evitarse con una gran catarsis o un gran lรญder carismรกtico.

Pero sobre todo ignoran las seรฑales de mejora que apuntan a medidas menos drรกsticas para acabar con el problema. Los decadentistas tienen un gran punto ciego porque les atraen las alternativas atrevidas, totales, universales frente a las grises y monรณtonas soluciones modestas. ยฟPor quรฉ aspirar a una soluciรณn parcial cuando puedes poner todo el sistema patas arriba?

Los decadentistas se defienden diciendo que ven la imagen completa. Sus retratos son grandiosos, totales, abarcadores. Piense en uno de los mayores bestsellers, Los lรญmites del crecimiento (1972), del Club de Roma. Con mรกs de treinta millones de copias vendidas en treinta idiomas, este โ€œproyecto sobre el predicamento de la humanidadโ€ proporcionรณ a los lectores preocupados un retrato del declive, repleto de una confianza pesimista en los โ€œciclos de retroalimentaciรณnโ€ y las โ€œinteraccionesโ€. De hecho, compartรญa mucho con el buen reverendo Thomas Malthus, incluida la obsesiรณn por los rendimientos decrecientes. Obsesionado con la reducciรณn de tierra cultivable, Malthus no podรญa ver las fuentes de los rendimientos crecientes, al menos no al principio. Algunos de sus amigos finalmente lo convencieron de que la maquinaria y el colonialismo resolvieron el problema de que hubiera muy poca comida para muchas bocas; a ediciones posteriores de su Ensayo sobre el principio de la poblaciรณn (1798) les cuesta justificar esto. Del mismo modo, en su informe para el Club de Roma, los analistas de sistemas del Instituto Tecnolรณgico de Massachusetts simularon el mundo entero, pero no pudieron admitir las pequeรฑas imรกgenes de ingenuidad, resoluciรณn de problemas y adaptaciรณn: ยกalgunas de ellas tenรญan el efecto perverso de desbloquear muchas fuentes de carbรณn que podrรญan hornear el planeta varias generaciones despuรฉs!

Una voz disidente en los aรฑos setenta fue Albert O. Hirschman. Se preocupรณ por lo que tenรญa de atractivo el pensamiento apocalรญptico. Las predicciones lรบgubres, avisรณ, pueden cegar a los observadores de la imagen completa de las fuerzas que contrarrestan, de las historias positivas y los destellos de soluciones. Hay una razรณn: los decadentistas confunden el sufrimiento creciente que acompaรฑa a los cambios con las seรฑales que anuncian el fin de sistemas enteros. El decadentismo olvida la posibilidad de que detrรกs del derrumbe de las viejas maneras puedan estar atravesando nuevas formas.

ยฟPor quรฉ existe una fascinaciรณn en el decadentismo si raramente la historia se ajusta a las predicciones? Para Hirschman, puede explicarse por un estilo profรฉtico, que apela a intelectuales atraรญdos por las explicaciones โ€œfundamentalistasโ€ y aficionados a seรฑalar causas intratables de los problemas sociales. Los revolucionarios esperan una alternativa utรณpica. Los reaccionarios estรกn a la espera de que se produzca la distopรญa. El resultado es un modo de pensar โ€œantagonistaโ€, la creencia de que la historia se balancea de un sistema grande, integrado y abarcador a otro. En comparaciรณn con los avances modestos, los compromisos y las concesiones โ€“ยกquรฉ aburrido!โ€“, la visiรณn magnรญfica de un cambio completo tiene mucho atractivo.

La preferencia por lo ambicioso y lo grande tiene grandes peligros. La imposibilidad de ver los logros inesperados y las seรฑales esperanzadoras, obsesionados con la reparaciรณn, puede a menudo traer mรกs destrucciรณn que construcciรณn. Hirschman habรญa visto en el pasado la factura del decadentismo. Al crecer en la Alemania de Weimar, observรณ a su paรญs caer presa de una โ€œtrampa ideolรณgicaโ€, y bifurcarse en extremos en los primeros aรฑos treinta, cuando los comunistas y los fascistas se pusieron de acuerdo para derrocar la repรบblica en pos de sus utopรญas rivales, mientras discrepaban en todo lo demรกs.

Dรฉcadas despuรฉs, Hirschman advirtiรณ cรณmo los latinoamericanos se desesperaban con las expectativas de las reformas democrรกticas. Su deslizamiento hacia lo que llamรณ โ€œfracasomanรญaโ€ โ€“la tendencia a ver fallos en todoโ€“ difuminaba los avances reales y graduales y los logros que se quedaban cortos. Y la razรณn por la que se quedaban cortos era porque la decadencia en Latinoamรฉrica habรญa capturado el reformismo democrรกtico. El resultado fue una mayor fe en visiones aรบn mรกs extremas y en la tentaciรณn de la acciรณn directa. Los estudiantes de la Universidad de Buenos Aires se unieron a las guerrillas urbanas. Al otro lado del espectro, los reaccionarios argentinos se lamentaban del fin de la civilizaciรณn occidental y se unieron a los escuadrones de la muerte paramilitares. Cuando finalmente se produjo el golpe de Estado en marzo de 1976, la junta militar se bautizรณ a sรญ misma como el โ€œproceso de reorganizaciรณn nacionalโ€. Mientras sus amigos cercanos se ocultaban o escapaban, Hirschman sintiรณ un dรฉjร -vu. Empezรณ a tener pesadillas sobre las trampas ideolรณgicas de su juventud. Cuando los editores alemanes le pidieron que escribiera un prefacio especial para la traducciรณn alemana de su clรกsico Salida, voz y lealtad (1970), los recuerdos del Berlรญn de 1933 reaparecieron con violencia.

El problema con el decadentismo es que corrobora las virtudes de nuestras mรกs nobles e imposibles soluciones a problemas fundamentales. Tambiรฉn confirma las decepciones que albergamos en los cambios que hemos hecho. Esto no significa que no haya problemas muy profundos. Pero verlos como una prueba de un declive ineludible puede empobrecer nuestra imaginaciรณn al atraernos hacia las sirenas del cambio total o el fatalismo. ~

Traducciรณn del inglรฉs de Ricardo Dudda.

Publicado originalmente en Aeon.

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Es profesor de historia y director del Global History Lab del Universidad de Princeton. En 2013 publicรณ Worldly philosopher. The odyssey of Albert O. Hirschman


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